Jugando con lo oculto
Entrevistas / The Mars Volta

Jugando con lo oculto

Redacción — 13-02-2008
Fotografía — Archivo

A buen seguro que The Mars Volta han corrido peor suerte que el protagonista de aquella canción de Morrissey que conecta con una amiga muerta que ha dejado un planeta infeliz lleno de seres carnívoros y destructivos. Después de todo tipo de triquiñuelas para deshacerse del maligno inspirador de su música, los de El Paso ven al fin la luz con “The Bedlam In Goliath” (Motown/Universal), un disco más retorcido que una boa constrictor.

Los hay que se toman a chanza la diabólica ouija. Caso de los valencianos Gigatrón. En los versos de una de sus mofas en formato de canción asienten: "ya no necesito teléfono móvil, ya no me hace falta bajar a llamar, siempre tengo saldo, siempre tengo batería, la ouija me conecta a mis amigos de verdad". Pero también hay fanáticos del heavy metal que encajan muy en serio los mensajes ocultos que vienen del Más Allá, y siguen al pie de la letra los designios del diabólico tablero. Así el estadounidense Michael McCallum sin comerlo ni beberlo se lió a navajazos con una pareja de quinceañeros tras organizar una sesión espiritista durante las fiestas navideñas doce años atrás. De cualquier modo podría quedar en entredicho que rockeros tan refinados y cool como Gerard Way, vocalista de My Chemical Romance, se jacten de haber participado en tan sobrenatural entretenimiento. Ahora The Mars Volta se suman al carro de proscritos de Iker Jiménez y se hacen con todas las papeletas para asistir como invitados de excepción al televisivo espacio de “Cuarto Milenio”. Cuento chino o no, el caso es que Omar Rodríguez, guitarrista de los tejanos más locos del rock, afirma que se trajo el susodicho regalito paranormal de una excursión a Tierra Santa. Ni Indiana Jones, oigan. La historia es que tras diversas inquisiciones al tablero, al que bautizaron como "The Soothsayer" (ndr: El adivino), una serie de fatalidades se cebó con los de El Paso.
Todo ello durante las sesiones de grabación de “The Bedlam In Golitath”, un creativo y vertiginoso galimatías donde colisionan el fantasma de Jimi Hendrix, falsetes a lo King Diamond o Robert Plant, desquiciadas baterías free-jazz a lo Ronald Shannon Jackson, y una música tan orgiástica y barroca como si Mike Patton orquestara el "Carmina Burana" en pleno subidón de ácido. “Al principio no tuvimos miedo de jugar con la ouija”, explica Omar con una jerga propia del spanglish en una habitación del laberíntico hotel Bauza, en pleno barrio madrileño de Salamanca. “Era como empieza todo. Nos lo tomamos como algo chistoso, aunque nosotros creemos en esas cosas. Fue lo que ocurre en los viajes con amigos. Empiezan con luz y son divertidos hasta que todo se pone oscuro y las cosas suceden como en esta época que hemos tenido”. Durante la puesta a punto del álbum el batería Deantoni Parks hizo aguas y pasó a engrosar las listas de morosos del Cobrador del Frac; el estudio de Omar sufrió una inundación y el vocalista Cedric Bixler casi acaba con un muñón debido a unas inexplicables dolencias de pinrel. Pero todavía hay más. “El ingeniero de sonido se volvió bien loco”, prosigue Omar. “Dijo que habíamos grabado cosas que no estaban pensadas y que nuestra música era diabólica. Nos dijo que pretendíamos hacer cosas malas en el mundo y volver locas a las personas. Comenzó a gritar diciendo que queríamos volverle loco a él y se negó a darnos los masters porque decía que esa grabación era bien mala. Tuvimos que arrancarle los cassettes de sus manos con la misma fuerza que un dentista extrae una muela”. Escaldados por los acontecimientos se vieron abocados a deshacerse del juguetito de marras. “Destruimos la ouija enterrándola. El disco en el fondo fue el que nos dio buena suerte. Era como otra forma de mandar toda esa energía negativa al carajo”. Para exorcizar semejante cúmulo de desgracias utilizaron trucos dignos de la factoría Peter Jackson. “En el disco pusimos fotos de santos para que nos diera buena suerte. Es como una forma de descubrir todos esos expedientes X que yacen ocultos para la mayoría de los mortales”, toma la palabra Bixler. “En la edición en vinilo hemos incluido unas cajas parecidas a las que se utilizaban en la película ‘Ghostbusters’. Son trampas para capturar los malos espíritus”. Estos culos de mal asiento vuelven a remover su gallinero fabulador. Las canciones tienen mucho más de torbellino que en “Frances The Mute” o “Amputechture”. En esta ocasión el ímpetu y la mala leche se enquistan en forma de revulsivo frente a los malos hados procedentes en sus devaneos con las fuerzas ocultas. “The Bedlam In Goliath” tiene mucha más energía que los discos anteriores. “Queríamos hacer un disco más agresivo y como siempre apostamos por algo diferente a lo que ya habíamos hecho. No pretendíamos hacer uno en el que te sientes cómodo desde el principio de la escucha. Buscábamos incomodar al oyente desde que suena la primera nota. Ya habíamos compuesto canciones de veinte minutos, treinta minutos y una hora. Ahora el reto era ‘¿cómo podemos hacer una canción que cuente una historia en un minuto?’”. Y vaya, que los chavales parecen haberse empollado a conciencia la biblioteca del ocultismo. La de tratados como el “Nekronomicón” o la trilogía de “La Materia Oscura” de Philip Pullman. Por no decir películas tan delirantes como “Santa Sangre” de Alejandro Jodorowsky. Así se entrevé a tenor del rebuscado bautismo de sus canciones. “’Aberinkula’ viene de la SanterÍa y significa ‘el que no cree’, aunque también se refiere a un tipo de tambor yoruba procedente de Nigeria que utilizan los santeros en Cuba”, detalla Bixler. “’Metatron’ es el nombre del profeta Enoch, que ascendió al cielo convertido en un ángel de fuego con treinta y seis pares de alas. También es un perfume mágico. ‘Cavalettas’ son un tipo de arias interpretadas por los cantantes sopranos de ópera. ‘Ouroboros’ es el dragón que se muerde la cola, una especie de representación de la ausencia del principio y del fin”. La inclusión del batería Thomas Prindgen tras la marcha de Deantoni Parks, con el que casi acaban a palos (vayan ustedes a saber si por la maldición de los espíritus invocados en la ouija) ha dotado de nuevos bríos a la locomotora. Pegada y versatilidad conjugan sus cualidades. “Es un animal y un espíritu joven con mucha energía”, acota Omar. “No le ha costado adaptarse. Se presentó y dijo que quería estar en el grupo para escuchar su propia voz. Era fanático de nuestra música. Es un chamaco de veintidós años y sus raíces están en la música de Iglesia. Es conocido como gran baterista pero no tenía casa. Nosotros le dimos cobijo”. Los escarceos de Omar con el mundo del celuloide quedaron patentes en la película “El búfalo de la Noche” de Jorge Hernández Aldana y Guillermo Arriaga (guionista de “Amores Perros”, “21 gramos”), pero los fotogramas parecen habérsele atragantado por el momento. “Iba a hacer la música para la nueva película de Guillermo Arriaga titulada ‘The Burning Plane’. Lo malo es que al estar dentro del sistema de Hollywood los productores tienen la palabra antes que el director y el artista”. Así que la cosa ha caído en saco roto. Casi ajenos a todo lo que huela a moderno los oídos de la pareja sintonizan mejor con lo retro. “De las bandas de ahora nos quedamos con The Internals de Chicago y Battles de Nueva York”, apunta Bixler. “Lo que más capta nuestra atención ahora mismo son grupos chicanos de los sesenta con sonido garagero y psicodélico como Los Gatos”. Los genes mandan. The Mars Volta estarán actuando en Madrid (28 febrero, La Riviera) y Barcelona (1 marzo, Razzmatazz 1).

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