“Lo más difícil es sonar con sentido, hagas una canción pop o una pieza polifónica”
Entrevistas / Joan Miquel Oliver

“Lo más difícil es sonar con sentido, hagas una canción pop o una pieza polifónica”

Yeray S. Iborra — 18-01-2021
Fotografía — Pere Joan Oliver

Sería injusto decir que Joan Miquel Oliver no ha experimentado a lo largo de su carrera; teniendo él la trayectoria más marciana del pop en catalán. Pero “Aventures de la nota La” (Blau, 20), su último trabajo publicado hace unos meses, es un paso más allá. Un largo dodecafonista, raro y genial (“Per aquí és més curt”). Siempre a la aventura con el mallorquín.

“Aventures de la nota La” es como la quiropraxia. Asusta, pero da gustirrinín (verla en otros, al menos). El nuevo largo de Joan Miquel Oliver es dodecafonista, instrumental, áspero a veces pero bello como siempre. “Morir matando”, se dijo el mallorquín al encarar el nuevo álbum. Esta vez, el cantautor ha guardado las palabras del largo en un cofre, que abre con franqueza en entrevista telefónica: “nueva normalidad”, hastío político, la riqueza de su público y hasta un toque de humor. Con la que cae, mejor no tomarse muy en serio.

¿Cuánto te ha volado la cabeza el confinamiento para llegar a este disco?
Este disco estaba planteado antes de la pandemia.

Vaya.
Sí. Estaba algo fatigado; los discos, lo que vendemos, prácticamente no cuenta... Los músicos que tenemos menos de un millón de reproducciones, menos de 100.000 usuarios en Spotify, no cobramos nada significativo. La sensación es de regalar música. Hay que dignificar nuestro trabajo. Tocaba hacer un disco sin miedo.

¿En los otros había miedo?
No. Más que sin miedo, del rollo “no importa”. Un disco puede ser un éxito o un fracaso: el músico cobra igual. Pues nada, morir matando. “Haré el disco que me dé la gana”, me dije. Sin pensar en nadie.

"Me he dedicado a la música pop siempre porque a nivel social tiene un público, alguien que lo entiende, pero a mí me da igual poner una nota que otra al componer".

Supongo que no poder salir ni a girar, reforzó esa idea.
Llegó la pandemia y sin tocar en directo... Sí, todavía peor. Porque los discos eran el embrión para desarrollar trabajo uno o dos años en directo. Por tanto, apaga y vámonos. El confinamiento hasta ahora me lo planteé como una temporada sin salir, sin bolos. “Vamos a aprovechar el tiempo hasta poder salir”. Pero estoy viendo un cambio de paradigma, para mí la idea es que tal vez no podamos volver a vivir como antes [risas]. Hay que adaptarse a trabajar de esta manera.

Adaptarse no parece sinónimo de lanzarse al dodecafonismo.
[Ríe] Me he dedicado a la música pop siempre porque a nivel social tiene un público, alguien que lo entiende, pero a mí me da igual poner una nota que otra al componer. Me quiero hacer entender y necesito un interlocutor. Tú te comunicas con un lenguaje, y eso retorna. No es que antes no supiera hacer esto y ahora sí, sino que ahora las cosas son muy diferentes. Hay más tiempo. Es un cambio total. ¿Cuándo podremos volver a trabajar? Todo se está transformando y dejará mucha huella.

Pregunto de otro modo: ¿Por qué el dodecafonismo?
Cuando hago canciones, trabajo con un cuaderno o escribo las melodías de cabeza. Paseando por la calle. Y voy al estudio y sé los acordes. No necesito ni guitarra. Debo apuntar la letra, eso sí, y hago mucho trabajo de reescritura. Puede cambiar mil veces. Pero la parte de melodía lo hago de cabeza. Hago una maqueta y lo grabo. Hasta ahora. Con “La aventura de la nota La” ha sido diferente.

¿Quién te inspira?
Estuve mirando un día a YouTube por curiosidad, y se está haciendo jazz fusión... Un tipo de jazz con un cierto aire atonal a veces. Una música muy vinculada con la atonalidad. Después hay una resaca del new age, que son músicas que tienen un interés limitado. Buscan sonoridades y otras cosas, pero si analizas son músicas alarmantemente convencionales. Philipp Glass tenía sentido. Pero la música instrumental de ahora tiene ese deje algo new age, algo ya “mainstream”.

Decías que había sido un proceso diferente. ¿En qué ha variado?
Yo escribía en la partitura o con el ordenador: componer y componer. Estirar, subir, acortar, cambiar rítmicas... Todo lo que hay que hacer cuando se hace música polifónica... Cubase metiendo nota a nota.

¿Currazo?
Todas las notas de este disco están picadas una por una. Un porrón de notas. Una por una. Te creas un sistema. Crear leyes armónicas, rítmicas, contrapunto e ir currando. Y te metes otra vez y empiezan a salir disonancias, pues a corregir melodías y disonancias.

¿Es como arreglar una cañería? Cuando aprietas de un lado, peta de otro...
Escribir música es así. Cuando escribes música polifónica, con tres y cuatro melodías al mismo tiempo, es muy fácil llegar a una disonancia. Dentro de una octava te caben sonando bien cuatro notas, cinco como mucho. Sonando sin estridencias. Imagina: esas melodías se están moviendo arriba y abajo. Cada melodía dice cosas, como una autopista de cuatro carriles con cuatro coches y que se adelantan uno a otro. Rascan todo el rato.

¿De dónde te viene querer trabajar como regulador del tráfico?
[Ríe] Desde que era pequeño me ponía Mozart con cascos. Ese misterio de composición musical de polifonía y contrapunto me ha acompañado toda la vida, y yo más o menos lo sabía. Pero dije: “Voy a hacer media hora de polifonía”. El “Bombón mallorquín” (09) también tiene cosas de canon. Pero no me había encarado así a la polifonía. Y esta vez sí, a muerte. Pero lo que yo he hecho con este disco es asequible. No me estoy comparando con nadie.

"Yo estoy muy convencido de este disco. Es muy sincero y más mío que cualquier otro. O tanto como cualquier otro".

Pues te cansarás de oír que es muy experimental.
Este disco es más o menos experimental que cualquier otro. He tenido las mismas dudas que siempre a la hora de escribir. Charlando con Laia Vallés, que tocan con Joana Gomila, escuchando unas cosas de “La aventura de la nota La”, ella que sabe mucho, me decía “mola” o “no mola”. Y ya está, como siempre. La dificultad de este disco ha sido la de siempre. Hacer algo con un poco de gracia. Puedes hacer música cacofónica, aplicando una fórmula y sin sentido. Lo más difícil es sonar bien y que tenga sentido. Que cada tema tenga una identidad. Que te diga una cosa concreta y concisa. Esto es igual de difícil haciendo una canción pop que una pieza polifónica.

¿La discográfica lo vio claro desde el principio?
Muy fácil. Les entusiasmó desde el primer momento. Enseguida dijeron de hacer un vinilo.

Has hecho un poco todo lo contrario de lo que pide el cuerpo en estos tiempos difíciles: hacerlo fácil, cuando la cosa está chunga.
Una cosa es morir matando y otra es hacer cualquier cosa. Yo estoy muy convencido de este disco. Es muy sincero y más mío que cualquier otro. O tanto como cualquier otro. Y las primeras reacciones son muy buenas. He flipado con el público. Lo mismo que les gusta “Hipotèrmia” o “Final feliç”, han escuchado este disco y lo han aceptado tranquilamente. Es lo mejor que me podía pasar.

Los tienes curados de espanto.
Mi discografía con Antònia Font, que era mucho más transversal, tampoco hizo concesiones. Siempre hacíamos propuestas diferentes. Y mis discos también lo son. Yo creo que en realidad, en general, se puede decir que a nadie le ha extrañado que pueda hacer algo así. Un disco instrumental, atonal... Este disco es coherente con mi carrera. Y sí, infravaloramos al público, porque está aceptando un disco como este. Y muy bien. Lo está escuchando mucha gente y con comentarios buenísimos, más que con otros discos.

¿Cómo ha sido el trabajo con el ilustrador, Albert Pinya?
Somos socios. Siempre me acompaña. Viene al estudio, escucha, me da su opinión. Jaume Roig también. Y más gente, que pasa por aquí a saludar. Contrastar el trabajo es básico. Siempre que un músico me pide algún consejo, le digo: “Ve al mercado y muestra la música”. El público te pone en tu sitio. Si tienes amigos que te den una opinión sincera, hay que aprovechar. Es valioso. Esa gente que siempre dice “fantástico”... Rollo diplomático, cordial... Sin ser impertinente, hasta un punto.

Morir matando. ¿Te ha preocupado en ningún momento que acabe tu carrera por la situación que vivimos?
Yo más que preocupado por lo mío, porque vivo en una situación muy afortunada, habiendo trabajado mucho... No dejo de pensar en toda la gente que se está pagando una casa o tiene una casa alquilada y no está cobrando una mierda. Hay miles de personas que se han tirado de cabeza a un pozo de pobreza. Ya era un escándalo que con sueldos de mil euros que las casas costaran 300.000. Treinta veces más de lo que deberían valer. En los años 80 la gente cobraba 100.000 pesetas y un piso valía cinco millones. El sueldo de cuatro años de trabajo. Si ahora cobramos eso, el valor debería ser 50.000 euros. No 300.000... Somos cinco veces más pobres. Llega esta crisis, con consecuencias de guerra… No puedo preocuparme por mí y por mi privilegio, sino enfadarme con aquellos que comandan; en el sector político no ha habido nadie en los últimos treinta años que haya reconocido esto que digo. No hacen más que discutir cosas que no tienen que ver en la realidad, todo lo deciden en secreto. Y cuando alguien se pone a hablar de cosas importantes, cogen a unos cuantos y los meten en el talego. La población está abandonada.

Más enfadado estarás con lo acontecido en el sector cultural.
Siempre se ha dicho que la cultura funciona sola. Pues quita el ministerio. ¿Qué está cobrando el ministro? Fuera. ¿Qué pinta? Funciona sola, sí claro. Una cosa es la cultura y otra la industria cultural. Los profesionales, con el capitalismo salvaje, regalamos los discos en Spotify. Yo estoy en el taller y toda la riqueza de mi disco no me vuelve. ¿Qué debe hacer el político? Nos debe proteger, hacer leyes. Y estamos absolutamente desprotegidos. Tenemos el peor de cualquier tipo de gobierno. Falta de libertad de un estado dominante y tenemos la desprotección del liberalismo capitalista. Lo mires como lo mires, nos están dando por el culo. Pero bien dados. Así es como yo lo veo. Ya lo has visto con la pandemia: discusiones sin razonamiento. Como si miraran tutoriales de YouTube. Es todo un desastre. Cuando la cosa funciona, nadie se fija en todo esto. Pero cuando no funciona, joder...

Hablando de regalar música. ¿Qué opinas de los directos en redes?
Todo el mundo se lanzó a hacerlos. No era lo que yo sabía hacer. Lo hice solo un sábado por la mañana, sin avisar. Y la gente: “¡La próxima vez avisa!”. No sé, no estaba trabajando, me estaba entreteniendo. Me ofrecieron hacer uno cobrando, pero no. Porque no me quiero rendirme tan fácilmente. Somos profesionales, y si la música lo es y la regalas a saco, le das la razón al ministro. Las cosas han cambiado y a saber si tras la pandemia todo vuelve a ser como antes. Ahora miras una película, hay una escena de un bar y, ostias, ¡van sin mascarilla!

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