"El flamenco es el motor y el amor supremo para seguir estudiando música"
Entrevistas / Anna Colom

"El flamenco es el motor y el amor supremo para seguir estudiando música"

David Pérez — 15-08-2023
Fotografía — Archivo

Un viaje de ida y vuelta en el que conversan y se fusionan orgánicamente aromas mil, con el flamenco bajo las alas, volando hacia la música latinoamericana, el folclore ibérico o los dolientes y alegres ritmos africanos que trajeron los esclavos a los puertos de Cádiz. Así podríamos resumir la música de Anna Colom.

Nueve cantes flamencos que se reencuentran con sus orígenes folclóricos y viceversa, mezclándose, confundiéndose y enamorándose como la primera vez.

¿Cómo nace y se fragua esta celebración y abrazo entre el flamenco y el folclore? Si no me equivoco, “Cayana” parte de tu proyecto final de carrera, como colofón a la licenciatura en cante flamenco que cursaste en la Escuela Superior de Música de Catalunya
Diría que llevo queriendo hacer esto toda mi vida. Allá en el año 2001, aproximadamente, tenía 16 o 17 años y vivía en Barcelona. En esa época, las plazas y parques de la ciudad estaban llenas de viajeros, inmigrantes y autóctonos, todos tocando música y compartiendo ratitos de arte en las calles. Tuve la suerte de vivir eso durante los años de mi adolescencia, salía por las tardes al centro y podía terminar juntándome con algún grupito a cantar canciones latinoamericanas o tal vez a tocar en una batucada senegalesa.
Había mucha música en las calles y mucho mestizaje. Se formaban pequeñas fiestas donde se unían músicos de todo el mundo y tocaban juntos. Era increíble. Eso fue algo que me marcó para toda la vida, creo que de ahí me nació la gran curiosidad por las músicas de raíz de los distintos pueblos del mundo.
En ese mestizaje también estaba el flamenco, la música de la que me enamoré para siempre y con la que he estudiado, viajado, trabajado y he conocido a personas bellísimas que ahora son mis hermanas y hermanos de la vida. Me fui a estudiar cante y guitarra a Granada, Sevilla, Cádiz y finalmente a mi tierra natal, Barcelona, donde me licencié en cante flamenco en la ESMUC. Todas las creaciones que había hecho hasta entonces las quise incorporar en mi proyecto final de carrera, en un repertorio flamenco donde este género se reencontrase con sus orígenes más folclóricos. Y así lo fui haciendo con la ayuda del guitarrista y coproductor del disco Exequiel Coria. Con quien hemos estado codo a codo tejiendo y dándole forma a estas canciones.

“Hemos querido unir estas músicas nacidas de la misma semilla y rendir homenaje a toda la población africana que nos ha brindado tanta riqueza cultural y musical”

Nueve canciones donde conviven los ecos primitivos con nuevas sonoridades, cantes que intercalan letras populares y composiciones propias en las que los palos y rítmicas flamencas juguetean y se mezclan unas con otras. De la bellísima “Tientos de la memoria negra”, con regusto a samba y candombe, a la raíz del cante por fandangos multicolores: del sabor mexicano en “Fandangos de las Indias”, a ese otro en el que resuena la alegría de los Verdiales, “Teresita”, dedicado a tu madre. Háblame de cómo ha sido la elección de palos y dame, por favor, unas pinceladas sobre estos dos fandangos en concreto y los tientos africanos
En general he ido eligiendo los palos que más me gusta cantar, pero otras veces, por trabajo o por los estudios, he tenido que componer temas relacionados con un palo. Por ejemplo, el “Fandango de las Indias” nació de un trabajo donde la bailaora mexicana Karen Lugo me pidió para su espectáculo que hiciera: algo que juntara el fandango de Huelva con el fandango huasteco. Ella me mostró la belleza de este folclore y la hermandad de estos dos estilos, tan alejados geográficamente, pero que transmiten un mismo sentir popular. De ahí escribí su estribillo final: “Una pena es una pena y no entiende de razón, cuanto suena en un fandango, habla el pueblo y su dolor, cuando suena en un fandango habla un solo corazón”. Que además de describir la canción, también describe una de las líneas temáticas principales del disco: la hermandad y familiaridad de todas las músicas populares.
En relación a los “Tientos de la memoria negra”, es sabido que los tientos flamencos nacieron de unos ritmos africanos llegados al puerto de Cádiz: del otro lado del océano, de la mano de los esclavos africanos nacía la samba de Brasil y el Candombe Uruguayo, y en el disco hemos querido unir estas músicas germinadas de la misma semilla y rendir homenaje a toda la población africana que nos ha brindado tanta riqueza cultural y musical. Exequiel Coria, guitarrista y coproductor del álbum, se ha encargado de tejer con su guitarra rioplatense todas estas melodías y ritmos con una sensibilidad exquisita.
Y “Teresita” son unos fandangos abandolaos dedicados a mi madre, que murió hace 5 años, pero vive en toda la música que hago. Estos suenan y se fusionan con el acompañamiento de las percusiones típicas de los verdiales malagueños, que es un estilo festivo, antecesor de los abandolaos flamencos.

De la bulería dedicada a Mariana Cornejo, “A mi Mariana”, al latido cubano que recorre la deliciosa guajira “De quererte tanto” y la bambera “La niña del columpio”. Háblame de esta luz de Cádiz, tan presente en los surcos de “Cayana”
Cádiz ha sido históricamente la capital mundial del mestizaje. Fue durante mucho tiempo el puente entre la península y Latinoamérica y, además, uno de los centros comerciales de la trata de esclavos africanos. Convivían diferentes culturas y era la ciudad del mestizaje y el intercambio cultural. Es por eso que allí se forjaron los palos del flamenco denominados “de ida y vuelta”, estilos que nacieron del resultado del ir y venir de melodías de un continente al otro, y también los tientos y algunos palos más rítmicos como las chuflillas o las bulerías de Cádiz (que se dice que tuvieron mucha influencia africana). Por todo esto, Cádiz y sus cantes están súper presentes en este disco.

Del horizonte que se divisa desde el malecón gaditano, nos vamos a los cielos y campos de Extremadura con “Trébole”, rememorando los cantos que nacieron sudados a pleno sol por los trabajadores del campo
En todas las culturas existen los cantos de trabajo. El canto y la música compartida es una necesidad humana y nos conecta a unos con otros. En “Trébole” hemos querido juntar cantos de trabajo de diferentes regiones y culturas, por un lado, unos más folclóricos, de Segovia y Extremadura, y otros más de tradición flamenca.

"Rosalía me ha inspirado desde que la conozco. Estudiamos juntas en la ESMUC y siempre he admirado su capacidad para aprender y llevar la música y los cantes a su terreno"

Volviendo a tus estudios de flamenco y a la efervescencia creativa de la ESMUC, “El mal querer” (18) de Rosalía también partió, como tu “Cayana” (23), de un trabajo final de carrera. Y precisamente, con Rosalía has compartido la triunfal gira de su segundo disco, acompañándola como corista. ¿Qué te ha aportado Rosalía y “El mal querer”? ¿Cómo viviste esa experiencia en vivo por medio mundo?
Rosalía me ha inspirado desde que la conozco. Estudiamos juntas en la ESMUC y siempre he admirado su capacidad para aprender y llevar la música y los cantes a su terreno, siempre tan personal y tan especial. Ella era y es única, y compartir momentos con una persona tan genuina siempre es muy inspirador.
Con “El mal querer” estuve dos años de gira, fue una experiencia muy bonita donde aprendí mucho. Tuve la oportunidad de compartir con gente que admiro muchísimo, hice de corista profesional por primera vez y vibré en escenarios de todo el mundo, con miles de personas a las que la música de Rosalía les llegaba al corazón. Fue muy emocionante.

Al escuchar “Cayana”, se me vinieron a la cabeza tres discos que me atraparon en su momento y a los que suelo volver muy a menudo, hermanados con el tuyo por ese retroalimentarse cultural de ida y vuelta, tan esencial y vital en el flamenco como en el avanzar del arte en general: los magníficos “Tres golpes” (22) de Perrate del pasado año y, con Fahmi Alqhai como nexo de unión, el “Diálogos de viejos y nuevos sones” (18) que grabó junto a la omnipresente Rocío Márquez, y el previo “Las idas y las vueltas” (14), con Arcángel al frente y la Accademia del Piacere. ¿Qué opinas de estos artistas flamencos y qué otros discos de cabecera e influencias has tenido durante el proceso creativo de “Cayana”?
Estos tres cantaores que nombras son para mí referentes en el flamenco. Los tres cantan increíble y además son inquietos e investigadores, cada disco que sacan es interesantísimo. Me gusta mucho de los tres, cosa que tienen en común: su lenguaje flamenco, súper orgánico e integrado. Cualquier cosa que hagan, siempre suena flamenca, por mucho que se salgan del estilo y que innoven. En el proceso creativo de este disco nos han inspirado infinidad de artistas de otras músicas de raíz, como Omara Portuondo, Cesarea Évora, Adoniram Barbosa, Atahualpa Yupanqui y Simón Díaz, por ejemplo. Y otros más flamencos como Marchena, Juanito Valderrama, Pepe Rebollo, Mariana Cornejo o Fosforito, entre muchos otros.

Para terminar, volviendo a esa “niña del columpio”, ¿en qué momento comienza tu idilio con el flamenco y con la música en general? ¿Qué sonidos y recuerdos de infancia te vienen más vivamente a la cabeza?
Mi hermana mayor tocaba la guitarra y cantaba, ella estaba recién aprendiendo, pero a mí me parecía la mejor música del mundo. Ella me enseñó a tocar los primeros acordes y mi madre, cuando yo tenía 6 o 7 años, me llevó a casa de una señora que enseñaba música a niños. En esas clases aprendíamos algo de solfeo, tocábamos diferentes instrumentos y cantábamos, pero sobre todo, nos hinchábamos a reír y lo pasábamos en grande compartiendo música y risas.
Mi idilio con el flamenco vino más tarde, de la mano de mí otro hermano mayor, que traía a casa discos de artistas como José Mercé, el Cigala, Paco de Lucía… y yo me quedaba prendada de la guitarra flamenca y del cante. Con los años, enamorada del flamenco, me fui a vivir a Granada y Sevilla, y ahí seguí aprendiendo cante y guitarra, hasta día de hoy. Para mí, el flamenco es el motor y el amor supremo para seguir siempre estudiando música.

 

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