"Aquel concierto en Madrid me hizo replantearme el directo"
Entrevistas / John Maus

"Aquel concierto en Madrid me hizo replantearme el directo"

Luis J. Menéndez — 07-05-2018
Fotografía — Jennifer Juniper Stratford

En los últimos seis años John Maus se ha casado, terminado un doctorado y lanzado a la construcción de sintetizadores que, a la postre, le han servido para publicar dos nuevos discos en Ribbon Music, subsello de Domino: Screen Memories -vio la luz en octubre- y el recién estrenado Addendum, que llega de la mano de un boxset integral en vinilo. El pasado mes de noviembre, con motivo de su fugaz paso por Madrid, tuvimos la oportunidad de charlar con él, uno de los artistas que definen del pop del siglo XXI.

El neurólogo Oliver Sacks, posiblemente el más grande escritor clínico de nuestro tiempo, publicó en 2007 Musicofilia: Relatos de la música y el cerebro. A partir de determinadas distorsiones y enfermedades relacionadas con la percepción musical, Sacks descubría los efectos curativos de la música y su potencial para construir la identidad de las personas. Y aunque el libro no pretendía dar respuesta al interrogante de por qué nos sentimos atraídos por determinadas canciones, su lectura nos invita igualmente a reflexionar sobre ello.

Verbalizar las razones por las que las canciones de John Maus resultan arrebatadoras no es sencillo. La música del artista de Austin, su urgencia, transmite una pulsión primitiva y remite a lo más puro y esencial del ser humano. Cualidad que sobre el escenario se transforma en una explosión de energía fuera de control. Contrariamente a lo que se le achacó en aquel ya famoso concierto del Círculo de Bellas Artes de Madrid que acabó con parte del público lanzándole objetos, no hay una gota de afección o teatralidad en su acercamiento a la música. Al contrario, para Maus grabar sus canciones o la exposición en directo tiene un componente sacramental cercano al éxtasis. Algo a lo que debería aspirar cualquier músico que se precie.

Hace un rato que Maus entró por la puerta del Café La Palma en Madrid donde, acompañado por tres músicos, va a interpretar las canciones de su recién estrenado álbum, Screen Memories. Llama poderosamente la atención su camisa hecha jirones a la altura del costado. ¿Un descuido, tal vez? Poco después, cuando rompe a gritar y se convulsiona sobre el escenario, adivinamos que esa prenda desgarrada es en realidad la misma que vestía la noche anterior en Lisboa y, muy posiblemente, la siguiente en Barcelona. Su ropa de trabajo. Su hábito. Y también la prueba palpable del compromiso de Maus, rayano en la autodestrucción.

Hola John, encantado. Creo que llegas directo de Portugal ¿cierto? ¿Dónde duermes esta noche?
Creo que después del concierto nos vamos directos a Barcelona en furgoneta...

Vaya paliza ¿no?
Nada comparado con lo que hemos hecho otras veces. La última vez volamos desde San Francisco a Bristol, de ahí a Tiflis (Georgia), Estambul, Londres y, para acabar, Francia, así que nos pasamos siete días cogiendo aviones todo el rato. En esta ocasión hasta tenemos unos días libres después del concierto de Barcelona...

¿Quieres decir con eso que no estás disfrutando demasiado de la vida en la carretera?
No, estoy muy contento por la oportunidad que supone. Pero tampoco es que las condiciones sean las de Mötley Crüe en su bus de gira tomando birras y rodeados de mujeres. Nos encargamos de conducir, descargamos nosotros mismos el equipo... Así que agradezco la oportunidad, pero es un trabajo duro.

Algo que siempre he tenido curiosidad por saber es si John Maus es tu nombre nombre real, un nombre artístico o algún tipo de homenaje a uno de los miembros de los Walker Brothers.
Sí, sí. Mi padre es alemán, descendiente de polacos. Y en portugués “maus” significa “malo”, lo que me parece muy interesante (risas).

Han pasado seis años desde la publicación de We Must Become The Pitiless Of Ourselves. Es mucho tiempo. ¿Puedes decirme qué cosas importantes han ocurrido en tu vida desde entonces?
Bueno, en este tiempo he terminado mi doctorado. Eso fue en 2014. Y en los dos años siguientes construí los sintetizadores que he utilizado para estos dos discos. Los dos años siguientes los empleé en componer y grabar las canciones.
Desde un punto de vista más personal, en este tiempo me he casado. Así que se puede decir que no es que no hayan pasado cosas en estos seis años… Ahora miro atrás y es cierto que es mucho tiempo fuera de juego artísticamente hablando, pero yo no era consciente de ello mientras el tiempo pasaba. El tiempo pasa muy rápido.

¿Cuántos años tienes ahora mismo?
37

¿Y tienes la sensación de que estos últimos años han transcurrido especialmente rápido?
Sí. Tal vez sea un tópico eso de que conforme te haces mayor el tiempo pasa mucho más rápido. Pero yo hago la broma de que eso ha ocurrido objetiva y empíricamente, tal vez porque la Tierra está siendo absorbida por un agujero negro y el tiempo transcurre de otra manera.

"Todo el que hace rock’n’roll o punk  tiene la esperanza de que aquello que están haciendo sea lo suficientemente extraño como para que requiera un nuevo lenguaje"

Tengo la sensación de que con We Must Become The Pitiless Of Ourselves llegaste a ser bastante popular. Y teniendo en cuenta que tu siguiente paso ha sido un silencio de seis años, me pregunto si no ha habido por tu parte un autoboicot, una renuncia consciente a convertir tu carrera musical en algo realmente grande y profesional.
No, no, no. O creo que no, al menos. En realidad no sé qué hubiera hecho si esa opción hubiera estado sobre la mesa, pero desde mi punto de vista esa posibilidad nunca existió. Especialmente en aquel momento, con el tipo de directo que planteaba, tocando solo. Los conciertos en ese momento iban a ser un límite evidente para crecer. En cualquier caso, cualquier grupo que se encuentre en lo más alto del escalafón independiente puede generar... ¿cuánto? ¿250.000$ al año? Aún asumiendo que pudiera llegar a ese nivel, que sinceramente creo que no, son cacahuetes en comparación con lo que genera cualquiera de los artistas que alcanzan el Top 40. No, no hubo una decisión consciente de renunciar a algún tipo de éxito. Cuando empecé a hacer música tendría veinte años, aproximadamente, y quería ser como Nirvana pero...

Pero ¿la música es hoy tu principal forma de vida?
Sí, básicamente.

Siempre te has mostrado contrario a la idea de que tus trabajos tuvieran un lado nostálgico. Por eso me sorprende la elección del título del disco, Screen Memories (“recuerdos de la pantalla”), con esa TV que remite a los años ochenta en la portada.
Bueno, en inglés “screen memories” es un término que se utiliza en psicoanálisis. Se refiere a ese momento en el que recuerdas un trauma de la infancia, que bien puede ser un momento feliz como la primera vez que te tomas un helado. Todo esto conecta con mi recuerdo del salón de casa, con la TV convertida en una cosa gigantesca, que necesitaba de dos adultos para moverla, y que cuando mostraba la pantalla con nieve tenía un componente apocalíptico. Creo que es una imagen muy potente para todos los de mi generación, que intenta conectar con las letras del disco, una suerte de apocalípsis tecnológico.
En cualquier caso no intento negar en redondo el componente nostálgico que por momentos puede tener mi música. Yo me doy cuenta de que hay elementos del pop de los 80 que, aunque sea de manera superficial, están presentes en mis canciones. No sólo porque hago música con sintetizadores, también en los acordes y las melodías. Pero cuando hablo sobre mi música con los críticos siempre intento hacer que salgan de su zona de confort. Y creo que todo el mundo que hace rock’n’roll, punk, o como quieras llamarlo, tiene la esperanza de que aquello que están haciendo sea lo suficientemente extraño como para que requiera un nuevo lenguaje. El lenguaje de la retromanía ya está ahí, y sería muy decepcionante que al definirlo mi trabajo como músico se redujera a un mero pastiche. Es por eso que intento estirar el lenguaje. No tanto lo que hago como músico, porque obviamente mis melodías están conectadas a los 80 como también lo están a las armonías eclesiásticas, el sonido de órgano y la liturgia.
Por otro lado en estos seis años de parón han surgido cosas como el vaporwave que es infinitamente más autoconsciente de su componente nostálgico y lo hace mucho mejor de lo que yo puedo hacerlo en ese sentido. Lo mismo puede decirse de Stranger Things, tanto de la serie como de la banda sonora, que es muy Tangerine Dream. Así que no está de mas señalar que hay gente que está operando de forma consciente en esos términos de nostalgia y no tanto yo, que intento llegar a otros lugares aunque en el fondo pueda estar partiendo del mismo sitio.

¿Crees que, con sus visiones apocalípticas, Screen Memories es un disco pesimista?
No diría "pesimista" en el sentido de que todo sea negativo, pero sí es oscuro y pesado. Hay una gravedad en estas canciones, más de lo que podías encontrar en los discos anteriores, en él se habla mayormente de adicciones. Remontándonos al concepto cristiano, el pesimismo es siempre el enemigo, el embustero. Su origen etimológico hace referencia al que acusa. El hombre es maldad y no hay esperanza. Pero puede que desde un punto de vista cínico sí que Screen Memories sea un disco pesimista. Porque a día de hoy, al menos en inglés, "cínico" implica una actitud según la cual nada importa, pero yo siempre pienso en el cinismo desde un punto de vista filosófico. Y en ese sentido no hay resignación o nihilismo, sino un rechazo a los convencionalismos de nuestra sociedad. Perdona si me voy un poco por las ramas...

No, no, al contrario, me parece fascinante. Por otra parte, ¿cuál es la razón por la que haces música?
Lo más importante para mí es el intento de sacar a la luz todo aquello que me resulta extraño y misterioso. Y soy consciente del absurdo que es que yo hable de la luz y de la verdad en mi música cuando el noventa y nueve por ciento de la gente que me escuche va a pensar: “Esto es disco-music hortera de los ochenta”. Pero en el arte, y por supuesto también en la música, siempre ha habido un intento por imaginar otro mundo diferente de aquel con el que estamos familiarizados como humanos, por darnos una esperanza y acercarnos a la luz. Y eso no tiene por qué traducirse en música hermosa o esperanzadora. El mejor punk rock es brutal, pero también cuenta con un elemento de sorpresa, de ilusión, que comparte con la mejor música canónica hecha en Occidente. Es algo que por ejemplo Nirvana tenían aunque aparecieran en la MTV. Había algo en su música que iba más allá del mundo que les rodeaba.

¿Eres religioso?
No sin una justificación, no sin un cúmulo de justificaciones filosóficas que me respalden. Pero sí, cada vez pienso más en crear algo que choque contra el mercado global. Algo diferente a la agenda tecno-narcisista,  contra ese credo basado en el progreso tecnológico. Mi idea de creencia tendría un componente de contracultura hacia lo que estamos viviendo a día de hoy. Para que entiendas a lo que me refiero, piensa en estos dos ejemplos. En primer lugar, me gusta la idea de la religión desde su esencia estética. Ya sabes, haría falta entrar más en el detalle para poder entender la religión en sí. No estoy muy versado en autores españoles, pero creo que Unamuno estaría de acuerdo conmigo en esto. Me refiero a esa estética enfocada a la espiritualidad en obras como Don Quijote, ese largo y tedioso camino existencial.
Por otra parte, está esa presencia en el corazón de la sociedad occidental desde hace dos mil años, esa identidad cultural que sigue presente y que me llama la atención. Tal vez esta idea parezca absurda, al menos eso le parece a la mayoría de las personas cada vez que se lo explico cara a cara. Estarías a salvo en una sociedad con este tipo de creencias porque es el único lugar donde realmente podrías ser ateo. Me refiero al concepto riguroso de ateísmo, que no se arrodilla hacia ningún tipo de ídolo, que no comprende nada en esta vida como "divino". Lo divino no existe. Podríamos meternos a hablar en profundidad sobre este tema.
Lo que quiero decir es que toda esta cuestión está presente en la religión misma, en San Pablo y en San Juan De La Cruz, cuando en su camino hacia la cima de la montaña no encuentra nada, y al llegar a la cima de la montaña se encuentra con ¡nada, nada, nada, nada! Esa es la verdadera cara de la divinidad.
Sé que todo esto resulta muy contra-intuitivo porque nos encontramos diferentes visiones, como por ejemplo la de la cultura anglosajona donde la divinidad se presenta como una explicación absurda y primitiva de cómo se producen los rayos y los truenos... Para cualquiera con un poco de imaginación la religión nunca trató de dar una razón al sufrimiento en el mundo, sino precisamente convertirse en la única prueba de que no debería existir la maldad. Pero a su vez, como yo lo veo, la religión es la única forma intelectualmente satisfactoria de explicar el sufrimiento, la soledad y el dolor en la Historia. Y ciertamente la religión cristiana es la única bajo mi punto de vista que muestra lo divino como el hombre crucificado preguntándose por qué ha sido abandonado por su propia esencia. Una especie de paradoja hacia su propio ser, con la que creo que sólo el ser humano podría ser capaz de sentirse auto-identificado. Si hubiese una visión más satisfactoria que esa la adoptaría. Nietzsche no lo consigue. El que más se acerca es un poeta que me encanta, Fernando Pessoa cuando escribía como Alberto Caeiro, y aproximándose a San Francisco hablaba sobre la necesidad de superar la imagen divina. Pero he de decir que ningún autor ha conseguido ofrecerme una visión de la religión con la que sentirme identificado, al menos no tanto como la palabra encarnada de la Biblia.
Por supuesto no digo esto sin justificarme. Yo también estoy formado de moléculas, estoy compuesto tanto de moléculas como de religión, como un átomo en el cosmos. Es la idea de la sociedad protestante anglosajona la que me llama la atención. Una sociedad en la que parece imposible que un programa de televisión explique esa idea, donde esa ideología centrada en la ciencia mezclada con una carga política sinsentido nos define en origen como cavernícolas supersticiosos. Viví en Hawaii, en Oahu, durante dos años y un caballero italiano solía decirme: "Si sólo los católicos hubieran llegado a este lugar, y no los protestantes anglosajones, los puritanos…". Creo que ese carácter reaccionario del que te hablo es completamente ajeno a las naciones católicas europeas. Vosotros todavía tenéis un lugar reservado para esa espiritualidad en vuestras vidas.
En la música ocurre algo parecido, hay bases melódicas que aún podríamos considerar que encajan dentro de los cantos litúrgicos. La música en la Edad Media no se consideraba un arte sino una ciencia como la aritmética, la astronomía, la geometría…, y tenía como finalidad prepararte para la reina de las ciencias, la teología. Pero de alguna manera la razón ha tomado las riendas sobre los aspectos menos matemáticos y empíricos. El 3 después del 2 y el 4 después del 3. Conceptos que ahora comprendemos como científicos y diferenciamos de los teológicos, pero que por aquel entonces iban a la par. Los logotipos y nombres de las bandas aún hoy tienen su origen en este universo simbólico: que no se bauticen como tal, con sus antiguos nombres, no significa que no sigan manteniendo algún tipo de relación con lo divino. Y esto es algo que aún está presente en la mejor música.

"No considero que tenga un don para la poesía. Pero también creo que las letras de las canciones son puramente incidentales con lo que realmente pasa en una canción, que es su aspecto musical"

En una entrevista reciente comentabas que no te consideras especialmente dotado ni tienes demasiado interés en las letras de tus canciones. Me resulta curioso que una persona con un doctorado en filosofía y evidente profundidad de pensamiento se centre en ideas simples y primarias a la hora de hacer música.
Sí, en parte es porque, como dije, no considero que tenga un don para la poesía. Pero también porque creo que las letras de las canciones son puramente incidentales con lo que realmente está pasando en una canción, que es el aspecto musical. Ahora que el disco ha visto la luz me doy cuenta que los críticos dais mucha importancia a lo que las canciones intentan transmitir a través de las letras. Tal vez yo sea un poco vago a la hora de escribir, tal vez debería darle más vueltas al asunto, pero al mismo tiempo me interesa mucho el proceso de reducir las letras a lo esencial, a la mínima expresión. Generalmente se trata de una única idea que quiero defender. O incluso algo que siempre ha sido consustancial del punk o del rock: textos que no tienen demasiado sentido, y cuyo interés se reduce a la pasión que transmite la sonoridad de las palabras. Es una forma de renunciar al significado que tienen las palabras para reducirlas al mero significante, la materialidad de la palabra y las sílabas.
Los rockeros no somos muy buenos en... no hemos reproducido el aspecto mental de la poesía demasiado bien. Al menos en lo que a mí respecta, si despojas mis textos de la música a la que están asociados no funcionan por sí solos. Cuando repites la misma frase veinte veces en la misma estrofa es cierto que puede parecer obra de un imbécil. Mi análisis al respecto es que me dejo llevar por los impulsos del pop y rock en sí mismo. En ese sentido puedo entender a quien se sienta decepcionado después de enfrentarse a estas canciones con letras tan primitivas, pero lo único que le diría es que escuche un disco de Leonard Cohen. En mi caso está claro que no va a encontrar eso. Tal vez en el futuro pueda profundizar en ese terreno...

No tienes por qué.
Pero podría estar bien si surgen las ideas. En realidad cuando pienso sobre todo esto y echo la vista atrás a la música que me ha emocionado, especialmente a partir de los ochenta, es muy raro que sean las letras las que me impacten, casi siempre ha sido la dimensión musical del tema. Pienso nuevamente en Kurt Cobain y no me importaba tanto lo que estaba cantando como la manera en que lo hacía. En comparación con la poesía, lo que decía era insípido y las letras un sinsentido surrealista con referencias a las drogas y aquellos temas que le importaban. Era la música lo que tocaba el corazón. Y qué mejores canciones de rock’n’roll que las de los Ramones: “blitzkrieg bop”, “I wanna de sedated”,... O incluso los Beach Boys o los Beatles, que escribían letras infantiles. La dimensión musical de las canciones siempre iba más allá del significado de las letras.

¿Recuerdas tu concierto en Madrid de hace cinco años?
Sí, sí que lo recuerdo. De hecho estaba acordándome de ello cuando venía para acá. Ahora que tengo una banda creo que la situación es un poco diferente. Me disgusté mucho con lo que ocurrió aquel día al darme cuenta de que había decepcionado a la gente que había ido a verme. En realidad no debería sentirme culpable, porque aquella noche no hice nada diferente de lo que venía haciendo en directo...

Pero no sé si fuiste consciente de que  aunque hubo quien reaccionó ante el show increpándote y tirándote cosas, mucha otra gente hizo justamente lo contrario. Sabíamos el tipo de show que íbamos a ver y estábamos encantados con tu actuación... Conseguir esa reacción del público, para empezar, es algo que pocas veces he tenido oportunidad de presenciar en un tiempo en que casi resulta imposible ser provocador sobre un escenario.
Sí. Recuerdo que cuando terminó el concierto salí a la puerta a pedir disculpas a cualquiera que se hubiera sentido ofendido y la verdad es que no encontré a nadie que viniera a pedirme explicaciones por ello. Pero la verdad es que aquel concierto en Madrid hace seis años no fue insignificante para mí, y tiene mucho que ver con la decisión de por qué tengo ahora mismo a tres tíos tocando conmigo.

¿Era la primera vez que te ocurría algo así?
Era la primera vez que me ocurría a ese nivel. Obviamente cuando tienes ante ti a diez o a cuarenta personas es diferente, pero cuando se trata de un público formado por trescientas personas… Ten en cuenta que yo no soy el tipo de músico que cuando se encuentra en una situación en que el público comienza a enfurecerse por lo que está viendo coge el micrófono y comienza a comunicarse con ellos. Algunos de mis músicos de directo favoritos posiblemente habrían bebido un trago de cerveza y habrían escupido en su cara. Pero para mí… no, no, para mí el directo es una cuestión de dar sobre el escenario más de lo que recibes. Yo de verdad que intento hacer sobre el escenario algo hermoso, magnífico, milagroso en cierto sentido, y por eso fallar en mi intento por conseguirlo es muy duro. Yo puedo intentar justificar intelectualmente lo que ocurrió aquella noche como que estuvo bien provocar un acto de pasión o sinceridad por parte de mi público. Pero visto con perspectiva lo que ocurrió fue muy ridículo, porque recuerdo aquella gran sala donde nos encontrábamos con gente que en el contexto de un festival y a diferencia de lo que ocurre en mis conciertos tal vez no venía a verme a mí, no sabía lo que se iba a encontrar. Y es curioso, porque en ocasiones la hostilidad resulta muy confortable cuando estás sobre el escenario, y es algo que generalmente sé como sobrellevar y hasta me provoca cierto entusiasmo. Pero esa noche en particular no, no… no me sentía entusiasmado sobre el escenario, la reacción de la gente me hizo sentir culpable por haber fallado.
La experiencia me hizo reflexionar sobre lo que es o debe de ser un concierto. ¿Puede ser un concierto una performance artística? No. Cuando yo canto mis canciones lo que estoy haciendo es un show de rock’n’roll. Y en realidad eso es lo que siempre he querido ser. No sé qué tipo de ideas tiene la gente en la cabeza sobre los años gloriosos del rock’n’roll y sé que puede resultar estúpido referirse a esto cuando estás hablando de música y tocas para pocas personas y ganas apenas unas monedas haciendo esto, pero así es como realmente lo siento ahora. Puedo justificar por qué hacía lo que hacía en aquel momento: estaba intentando salir a interpretar mi música sin que eso supusiera grandes costes, pensaba que aquello era suficiente, pensaba en los shows de los DJs o incluso en otros amigos míos que también salen a cantar sus canciones con la única ayuda de un ipod, especialmente aquellos que hacen música en su habitación, sin la ayuda de otros músicos. Pero la realidad es que una banda es una entidad única. Piensa en Pink Floyd, en The Who, Metallica,… en todas las grandes bandas de la Historia que fueron genios a la hora de llevar sus canciones al directo. Y yo intentaba trasladar todo eso al directo en solitario, sin ayuda. Pero, bueno, lo que ocurrió aquella noche fue uno de los motivos que me llevó a pensar que debía plantearlo de forma diferente. Si la gente va a salir decepcionada de uno de mis conciertos que no sea porque no he intentado ofrecer el mejor show posible. Aquella noche tuve que enfrentarme al ridículo que algunos intérpretes hacen sobre el escenario cuando la gente que va a verles espera otra cosa muy diferente del show que tienen preparado.

Depende de las expectativas del público asistente, está claro. Pero, sinceramente, yo me sorprendí mucho de que con el siglo XXI ya bien entrado el público de un festival como Primavera Club aún no tuviera superado que un concierto puede ser algo diferente de un artista reproduciendo las canciones con sus instrumentos.
Sí, es cierto, yo también lo creía. Pero no sé si fue sólo eso o que encontraron ridícula la actuación. En cualquier caso, es un planteamiento de directo diferente ahora.

¿Pero crees que la energía que transmites sobre el escenario es diferente?
No es tan diferente en cuanto que yo sigo intentando llevar mi cuerpo al borde de la histeria. La intensidad física del concierto es la misma, o al menos es lo que intento. Porque hay una realidad, y es que tengo 37 años y es cada vez más complicado llevar mi cuerpo a una situación límite. Lo último que quiero, que me maten si miento, es convertirme en una suerte de Mick Jagger sobre el escenario. El tipo de música que hago requiere situarme en el borde, empujarla con mi interpretación y entiendo que va a llegar el momento en que no pueda conseguirlo. Llegado ese punto lo último que quiero es convertir mis actuaciones en una suerte de nostalgia de lo que una vez fue. De acuerdo que hay gente que es capaz de conseguirlo: por supuesto gente como Cash o Leonard Cohen han sido capaces de girar y dar conciertos cuando ya habían superado los setenta y que todo siguiera teniendo sentido.

"El tipo de música que hago requiere situarme en el borde, empujarla con mi interpretación y entiendo que va a llegar el momento en que no pueda mas"

Ya, pero lo que tú propones y transmites sobre el escenario es completamente diferente...
¿Me entiendes? Si encuentro algo interesante que transmitir a través de mis directos, sí, estoy dispuesto a seguir con ello. Pero tengo claro que John Maus morirá si no encuentro otra forma de hacer algo sobre el escenario diferente de esta representación de la histeria y la autodestrucción en que ha consistido todo este tiempo. Haber parado y abandonado los escenarios durante estos últimos seis años también me ha servido para hacerme más consciente de mis propias limitaciones físicas. No puedes ser Kobe, Lebron o Jordan para siempre. Tienes que detenerlo en algún momento.

Puedes ser Iggy Pop toda la vida, pero no sin caer en la autoparodia.
Y no sé cómo es capaz de hacer lo que hace, porque él ha tenido una vida de excesos. Y otro caso que me alucina es el de Alan Vega, posiblemente el mejor intérprete que yo haya conocido sobre un escenario. En youtube puedes ver vídeos suyos interpretando Ghost Rider cuando andaba ya por la cuarentena y es alucinante: con unos cuantos años más él conseguía llegar bastante más lejos de lo que yo he podido hacer jamás sobre un escenario. Es mágico cuando alguien consigue algo así.

Antes comentabas que no te diriges a tu público desde el escenario, que no hablas con ellos. Tampoco te comunicas con tus músicos. En cierto modo eres una isla ahí en medio, una suerte de polo magnético aislado que atrae toda la atención.
Que yo no me comunique con el público no es un acto deliberado. Simplemente cuando estoy allá arriba no me viene a la mente. Lo único que intento sobre el escenario es tener la experiencia más real posible, y tener una conversación de ida y vuelta con el público me parece falso. A mí al menos me resultaría teatral y ensayado, no encuentro la sorpresa en ello. Estuve en San Francisco durante cuatro días con mi amigo Ariel Pink, abriendo sus conciertos. Él tiene una gran banda, él sí que habla abiertamente con su público, y la manera en que eso funciona en su caso es maravilloso porque es capaz de convertirlo en una suerte de caos improvisado del que siempre surgen cosas interesantes. Pero yo no quiero correr ningún riesgo de cagarla cuando la dirección que he tomado en mis directos funciona mucho mejor a la hora de que algo interesante suceda.
Vamos a ver, todo esto tiene sus límites. Si durante uno de mis conciertos unos fascistas se pusieran a gritar consignas sería el momento de parar el concierto e intervenir: “Iros a la puta calle”. Ese es el tipo de situación que puedo imaginar en la que pararía todo para dirigirme al público. Y hay ocasiones al principio de las canciones en que parezco un completo imbécil por la pinta que tengo y empiezo a mascullar y murmurar cosas que tal vez resulten ininteligibles, pero en realidad estoy disculpándome con el público por mi aspecto lamentable. La intención es que ese mascullar llegue al público, pero me temo que a menudo se interpreta más como una suerte de actuación o algo por el estilo.

Cambiando de tema. ¿Puedes contarme por qué tomaste la decisión de publicar dos discos, Screen Memories y Addendum, con unos meses de diferencia y publicar también una caja recopilatoria con todos tus discos en vinilo?
Sí, bueno, lo de la caja fue una idea del sello.

Creo que algunos fans se van a enfadar bastante con esa jugada. Porque tal y como se ha anunciado parece que la única forma de adquirir Addendum es comprando la caja con todos tus discos. Y lo lógico es que tus fans los tengan ya, aunque sea en CD, y no estén por la labor de pagar el precio de un box set en vinilo.
Pero yo creo Addendum se publicará también en CD, estoy seguro que los fans podrán hacerse con el disco por separado al menos en los directos. Lo del box set en realidad es casi una muestra de buena voluntad destinada a esos pocos que tengan el capricho de hacerse con los discos en un formato como el vinilo en el que no habían sido publicados previamente. Estoy seguro de que Domino encontrará la forma de satisfacer las necesidades de todo el mundo. ¡Al menos eso espero!

Porque para ti Addendum es un álbum más de tu discografía. No es una suerte de disco menor, de descartes ni nada por el estilo ¿no?
Bueno es un poco de lo que he ido dándome cuenta. En propiedad este disco está formado por aquellas canciones que no tenían cabida en el concepto más cerrado de Screen Memories. Pero ahora que ya se ha publicado puedo ver que la mayor parte de cosas en las que me había centrado en Screen Memories se han perdido para los oídos de la mayor parte de la gente que estaba ansiosa por escuchar el disco. Así que creo que Addendum es un disco más ligero, espontáneo, naif y alocado, esencialmente eso es lo que es. Por desgracia para mí creo que, una vez más, no es el disco que me va a colocar en el Top 40 (risas). ¡Ojalá! Pero bueno, creo que Addendum gustará a aquellos a quienes les gustó el recopilatorio de rarezas o incluso mi primer álbum, que puesto en perspectiva es un disco que siento muy lejano pero que tiene algo que de alguna forma está conectado con este.

Entonces las canciones de Screen Memories y Addendum las fuiste grabando simultáneamente…
Sí, lo que ocurre es que las canciones de Screen Memories están cargadas de detalles, para mí tienen una ambición cercana al progresivo. Y Addendum sería un disco punk. Pero bueno, en realidad yo no soy la persona ideal para juzgar mi propia música. Por ejemplo me resulta curioso que me digas que a la gente le gustó We Must Become The Pitiless Censors Of Ourselves. Puedo entender que a mucha gente le guste la canción Hey Moon, eso no me sorprende. De hecho no la escribí yo, es una canción de Molly Nilsson que yo jamás habría sido capaz de haber compuesto, y el público siempre me la pide en los conciertos y me siento como una mierda por ello, porque no me siento bien cantándola sin que Molly esté ahí para hacer el dueto. Pero me llama la atención de que el resto de canciones del disco le interesen a la gente, porque en el momento de grabarlo para mí era sólo otro disco más, sin ningún tipo de expectativas. De hecho lo que sea que estaba tratando de hacer en ese momento tenía un alto componente de cinismo. Mientras que ahora aspiro a algo muchísimo más difícil: grabar una canción pop prístina.

¿Hay algún tipo de presión por parte de tu sello, Domino, en ese sentido?
No, para nada. Tenemos conversaciones al respecto del orden de las canciones, el material que se incluye en los discos,... Pero en lo relativo al proceso creativo no, la relación con Domino no tiene nada que ver con los productos comerciales destinados al Top 40 donde todo el proceso está controlado, manufacturado.
Yo no puedo estar más que agradecido y hasta un poco perplejo con Domino por permitirme trabajar con total libertad y que a pesar de ello encuentren un beneficio de publicar mi trabajo. La verdad es que no necesito más que eso por parte del sello. Es lo más a lo que puedes aspirar por parte de un sello independiente.
Nadie compra discos, eso es un hecho, así que podría decirse que me encuentro en el último reducto del underground. Creo que el mercado va camino de la destrucción y todo tiende a convertirse en mucho más molecular, todo se concentra en las manos de unos pocos y se limita a plataformas tipo youtube. Me temo que no hay razón para esperar que las cosas vayan a evolucionar de forma diferente. Y en la música estamos sufriendo ese mismo desamparo, todo va camino de convertirse en un negocio enfocado a productos del tipo de Katy Perry o Kanye West. Ellos tienen billones, ¡billones con “b”! Es un abuso evidente. ¿Cuantos millones de personas han visto a Miley Cyrus en bolas en el vídeo de Wrecking Ball? Es el mismo mundo de Coca-Cola, Silicon Valley...
Especulando sobre el futuro y basándome un poco en lo que ya están ofreciendo plataformas como Spotify, que te muestran la música que podría encajarte en función de tu gustos, creo que todo pasa por ofrecer inteligencia artificial generativa que en tiempo real sea capaz de crear el tipo de música que deseas escuchar.

¿Crees que plataformas como Spotify promueven que el grueso de sus usuarios escuchen música con libertad? Teniendo en cuenta el éxito de las playlists y los acuerdos con las majors de estas plataformas tengo la sensación de que ocurre precisamente lo contrario, que promueven una unificación del gusto que jamás en la Historia de la música había sido tan aplastante.
Sí, es un poco lo que te decía de que todo se está convirtiendo en más y más molecular, y que al final cada una de las escenas alternativas quedan reducidas a pequeños guetos.

"Creo que la gente que lea esta entrevista puede encontrar interesante saber que más allá de las Beyoncés y Lady Gagas del mundo todos los discos que están escuchando se realizan desde la miseria económica más absoluta"

¿Has pasado en tu caso a recibir más dinero por las descargas y el streaming que por las ventas de las copias físicas?
No, no, eso son ideas totalmente equivocadas que tiene la gente. En mi caso yo puedo recibir un cheque de 200$ cada seis meses, algo así. Igual habrá quien piense que me van a dar un premio por decir esto o algo así, pero salvo que saques diez discos estos modelos no son lucrativos para un artista underground.
No quiero sonar quejica, pero yo vengo de otro modelo, de que un disco te llamase la atención en una revista y gastarte los 20 dólares que tenías en el bolsillo, y si no te entraba en la primera escucha seguir dándole vueltas hasta que al menos llegabas a comprenderlo. No digo que ese modelo fuera perfecto, porque también tenía cosas malas por parte de la industria, pero era una forma diferente de relacionarse con la música que los blogs y las compañías de streaming.
Recuerdo que cuando era un chaval leía un texto sobre una banda de punk, con el grupo hablando de que no tenían un duro, y para mí era incomprensible. Especialmente cuando hablo con artistas visuales famosos, a ellos esa situación les resulta inconcebible, porque todo lo relacionado con el arte visual es muy lucrativo, lucrativo hasta lo enfermizo. Y no les cabe en la cabeza que alguien pueda tirarse un año grabando un disco para que apenas vaya a haber un beneficio económico de ello. No quiero que esto suene a un “pobre de mí” y a lamentaciones, pero creo que la gente que lea esta entrevista puede encontrar interesante el saber que más allá de las Beyoncés y Lady Gagas del mundo todos estos discos que están escuchando se realizan desde la miseria económica más absoluta.

A mí me llamó mucho la atención cuando le pregunté a Colin Newman cuántos años había vivido de colar una canción en El silencio de los corderos y me respondió que le habían pagado 100 libras por ello.
(Risas) ¡Y tuvo suerte de haberlo cobrado! Por suerte para mí nunca he tenido una propuesta de ese tipo, pero cuando una corporación quiere utilizar tu música en un anuncio con el discurso de que van a hacer del mundo un lugar mejor con su maquinaria de defensa armamentística... No sé cómo respondería ante algo así, pero siento que tendría que dar una disculpa pública si decidiera aceptar las 30 monedas de plata. Cuando estuve tocando en San Francisco Jello Biafra estaba ejerciendo de DJ, y me quedé con ganas de preguntarle al respecto, porque en plena explosión de la música alternativa en los noventa Levi’s intentó utilizar Holiday In Cambodia de los Dead Kennedys para un anuncio de TV y él se negó a venderles los derechos, lo que terminó por enfrentarle al resto de la banda. Pero en el mundo de la música independiente apenas hay excepciones, es algo asumido que si una compañía de estas características te ofrece algo así tú coges el dinero y corres.
Creo que en cierto modo el suicidio de Cobain acabó con el potencial de todo lo que se había estado desarrollando hasta ese momento en la escena alternativa, todo lo que había ocurrido entre la vieja guardia del punk y la nueva escena alternativa que estaba empezando a desarrollarse. Sonic Youth habían tratado de hacer de padrinos de todo aquello y había un enorme potencial que se frustró y terminó dando en el escepticismo de la siguiente década. Y creo que todo eso tiene algo que ver con que Ariel Pink, Gary War o yo mismo tengamos tan poco contacto con aquellos grupos que surgieron de la escena de Seattle: hubo un salto en la continuidad, una ruptura.

Un poco conectado con todo esto que estamos hablando: no sé si sabes que el concierto de hoy lo monta o está patrocinado por una cerveza.
No, no lo sabía. Pero bueno, estoy bastante acostumbrado porque se ha convertido en una constante en los conciertos y festivales. Hace poco estuve en un festival y allí pasé por la Red Bull Radio. Luego lo quitaron del corte que sacaron en antena, pero cuando me entrevistaban les dije: “En realidad estoy aquí de buena voluntad porque el consumo abusivo de Red Bull llevará al público a participar de la celebración de la histeria en que va a consistir mi show. Y voy a beber todos los Red Bull que pueda antes del concierto a ver qué es lo que pasa”.
En Screen Memories hay un tema llamado Touchdown que hace referencia al fútbol americano. Ellos son los que montan el superevento de la Super Bowl, y montan tal follón con él que la gente casi presta más atención a los anuncios que se emiten que al propio partido. Parte de mí tiene la esperanza de que alguien escuche la canción y me hagan una oferta para utilizarla en la ceremonia. Sería casi como introducir un torpedo, misterioso, extraño, en medio de la celebración más americana posible.
Recuerdo hace años un momento en los MTV Awards cuando Britney Spears estaba cantando una canción en playback y todo lo estaba haciendo mal. Podías ver la cara de las personas que estaban allí, de los 50 Cent, Pink y compañía, sus gestos de confusión, mirándose los unos a los otros horrorizados. En ese momento la mentira que era todo se convirtió en un acto hermoso y brillante. Poder protagonizar algo así me parece una de las cotas más hermosas a las que yo podría aspirar como músico.

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