Un 1 de enero de 2023 regresaban a las ondas de forma austera y sin presunciones de ningún tipo dos de las figuras más queridas del humor actual. Atrincherados en un humilde estudio con una cámara y dos micrófonos, pero con la certeza en su mano de que no les iba a costar demasiado recuperar el tono, Facu Díaz y Miguel Maldonado comenzaban la andadura de una suerte de proyecto piloto que ha terminado convirtiéndose en una cita ya de obligado cumplimiento cada domingo por la mañana.
Tras la disolución y entrega de armas en 2021 de su célebre programa pretérito, “No te metas en política”, la dupla humorística atravesó un breve hiato de independencia mutua que salvaguardaron ocupando con diferentes labores paralelas. Maldonado, por su parte, reafirmó su vínculo con los medios generalistas desempeñando el papel de colaborador en programas como “Cuerpos Especiales” de Europa FM o el “A Vivir” de Javier del Pino. Facu, por el contrario, pagaba más caro el precio de su aguerrida y combativa comedia y, tras confirmarse su sonado veto en diversas cadenas, emprendía la guerra por cuenta propia de la mano de un popular y multitudinario canal de streaming y haciendo su matinal “twitcheada”. Sin embargo, y a pesar de sus respectivos éxitos en solitario, la gente exigía volver a verles en acción y al alimón.
Con título de lema golpista y más de cincuenta programas ya a la espalda, “Quieto todo el mundo” no solo nos ha satisfecho la necesidad de aproximarnos a la actualidad a través del impagable prisma de estos dos cómicos, sino que también nos está permitiendo verles a ambos en su máximo estado de gracia profesional. Cada semana, y ya habiendo recuperado su regular residencia en el Teatro Pavón, FDT y Maltorres nos someten a la carcajada más ácida haciendo encomiables esfuerzos por sacarle el lado más irónico e ingenioso a una realidad tan exasperante como desalentadora. Personajes y chanzas que han venido para quedarse (los arrepentidos versos de Culpable McGuilty, la unánime reverencia y alabanza a Alfonso, los piques de Pablo Iglesias, los robóticos movimientos del Señor Figaredo o la descripción objetiva y a coro de lo que es la Presidenta de la Comunidad de Madrid) pueblan lo que ahora llamaríamos el nuevo “lore” del programa, convertido ya en un set de greatest hits que en cada grabación el público celebra con devota entrega.
Sin mucha más miga que la evidente, el formato también ha atravesado ya por algunas transformaciones a lo largo de su respectiva andadura de año y medio, demostrándonos así el deseo de sus responsables de no estancarse dentro de una fórmula cómoda y previsible. Originalmente les veíamos repartiendo el tiempo de emisión en dos secciones diferenciadas y lideradas unilateralmente por cada uno de ellos, pero de un tiempo a esta parte los cómicos han descubierto el placer de entrepechar sus disparatadas ocurrencias, comentando noticias de todo tipo y sin filtro a merced de lo que una impresora (instalada entre ambos) les va sugiriendo. Diferentes caminos para llevarnos a un mismo lugar: su desternillante manera de analizar y hacer sangre de la realidad política.
Sin dejar títere con cabeza, “Quieto todo el mundo” es el dominical que te reconcilia con el presente más amargo y le añade chispa a la consternación y el despropósito. La otra misa y el mejor remedio contra el tedio propio de los últimos compases del fin de semana. Un placer volver a verles y escucharles (por fin) juntos.
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