Qué te debo, Jose?
Libros / Malcolm Scarpa

Qué te debo, Jose?

8 / 10
Carlos Pérez de Ziriza — 10-05-2024
Empresa — Sílex Ediciones

Malcolm Scarpa (1959- 2022) siempre operó fuera de tiempo y de lugar. Era nuestro M. Ward. Un pequeño Todd Rundgren o un Van Dyke Parks de bolsillo. Del barrio de Pueblo Nuevo (Madrid). Sus canciones procedían de un extraño túnel del tiempo imaginario. Destilaban la inocencia de los paraísos perdidos. La pureza de los paisajes imaginados. Nos dejó hace un par de años, pero son tantas las canciones (unas 300) y los textos (un libro de casi 400 páginas) que fue acumulando a lo largo de los 62 años que estuvo con nosotros, que el manantial parece aún lejos de agotarse. Su hermana Rosa es quien se está encargando, junto a un puñado de voluntaristas mecenas, de exhumar todo ese material, y prácticamente han coincidido en el tiempo la publicación del disco "Malcolm Meets Scarpa" (Gaztelupeko Otsak, 2024), con treinta cortes inéditos en su CD (son 22 en su versión en vinilo) con la reedición actualizada de su único libro, Qué te debo, Jose? (2024), originalmente publicado en 2001 y completamente fuera de catálogo desde entonces, convertido en una obra de culto. Minoritario, pero culto.

El disco se nutre de canciones desperdigadas que tenía por casa grabadas en casetes, y aunque no es un material absolutamente imprescindible que sumar a la obra del creador de "My Devotion" (1994), sí supone un buen complemento, indispensable para los fans del núcleo duro. Son un puñado de cortes de sonido precario y aguda inventiva melódica, que apenas superan los dos minutos – en la mayoría de casos – y refrendan el hechizo de un cancionero que bebió de la psicodelia, el vals, el swing, el country, el cabaret, el jazz y el pop a la manera de Ray Davies o Brian Wilson. Y que se suma a la recopilación que Hall of Fame Records publicó a finales de 2023, "Malcolm Scarpa 30 Aniversario" (1993-2023), con outtakes, directos y demos.

El libro, por su parte, tiene mucho que ver con esa forma deslavazada, ingeniosa y chispeantemente inteligente que tenía de hacer canciones. Es un apetitoso desbarajuste, compuesto de frases y apreciaciones aparentemente inconexas y rebosantes de un sentido del humor sui generis, que Malcolm acumulaba en papeles y servilletas, porque leía absolutamente de todo, tal y como explica Miguel López en el prólogo. Era el suyo el reino del aforismo delirante. Un puñado de deliciosas miniaturas literarias, podríamos llamarlas así, que deparan, entre el surrealismo, la imaginación desatada y el sentido del absurdo, su peculiar e intransferible visión de un mundo que no está de más (mucho menos ahora mismo) contemplar bajo ese filtro.

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