Perro negro
Libros / Miguel Ángel Oeste

Perro negro

8 / 10
Carlos Pérez de Ziriza — 08-02-2024
Empresa — Tusquets

Entretejer ficción y realidad para alumbrar el perfil de músicos que solo fueron célebres a título póstumo, o que – ni por esas – fueron directamente incomprendidos en su momento y nunca superaron su turbador ostracismo, es una de las estrategias más jugosas que nos puede deparar la literatura actual que orbita en torno a la música popular. Lo hizo estupendamente bien Alfonso Cardenal en el reciente "Vidas perras" (2023), uno de los mejores libros pop del año pasado, compuesto de breves relatos, y parte de ese proceder es compartido desde el ángulo de la (gran) novela por el escritor malagueño Miguel Ángel Oeste (1973) en su nuevo libro, un andamiaje argumental que no debería extrañar a quien le descubriera gracias al alabado "Vengo de ese miedo" (2022).

Aquí el eje central es Nick Drake, muerto en la ruina (económica y reputacional) y aclamado con dos, tres y cuatro décadas de retraso. Un cantautor que tuvo solo obtuvo fama mucho tiempo después de su deceso, exactamente el proceso inverso al del actor – ficticio – Richard West, de quien aquí se desgrana su caída en desgracia, precisamente cuando trata de poner en pie una película sobre Drake. La bisagra entre su historia, localizada en la actualidad, y la del propio Nick Drake, es Janet Stone, amiga de este y lastrada por siempre por sus taras familiares. De hecho, la sombra del cantautor se extiende como un virus fatal sobre los personajes de la novela.

Esta se desdobla en dos relatos que se desarrollan en paralelo, desde la óptica dual de sus dos protagonistas, y que nos hablan de la depresión, la enfermedad mental, la caprichosa futilidad del arte o el derrumbe de la existencia, con la idea del perro negro (ese “Black Dog” al que cantó Arlo Parks hace un par de años) sobrevolando sus 288 páginas. Es esta una magnífica novela cuyo embrión fue un libro escrito en 2005 por el propio autor, y que exuda una belleza lánguida, gótica, agonizante. Como decía aquella vieja canción de Prefab Sprout, “la belleza no puede ser belleza hasta que esté muriendo”.

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