Noche y océano
Libros / Raquel Taranilla

Noche y océano

9 / 10
José Martínez Ros — 08-06-2020
Empresa — Seix Barral

Esta novela comienza con un hecho real. El quince de julio de 2015 se anunció que en Berlín la tumba del genial cineasta alemán Friedrich Wilhelm Murnau, director de joyas del expresionismo como “Nosferatu”, “Amanecer” o “Tabú”, había sido asaltada y había sido robado su cráneo; ciertos indicios, como la presencia de manchas de cera, indicaban que el delito podría haberse producido en el marco de algún tipo de ceremonia esotérica.

Ya en la ficción urdida por Raquel Taranilla (Barcelona, 1981), por la que ha recibido el último Premio Biblioteca Breve, Bea, nuestra protagonista, sabe o cree saber que el responsable del expolio no es una secta satánica, ni unos gamberros, sino alguien que conoció en su pasado. Alguien que está muy presente en sus pensamientos, como averiguaremos gracias a su torrencial voz narrativa, que nos conduce desde la primera página al corazón de su intimidad. Una voz narrativa que nos evoca a la de perturbados e intelectuales personajes de Vila-Matas o David Foster Wallace, y que es, sin duda, el hallazgo del libro.

Bea tiene un puñado de rasgos que la hacen perfectamente reconocible como parte de una generación: es culta y está hiperformada, pero carece de la más mínima estabilidad e, incluso, de la suficiente seguridad en sí misma para afrontar sus dilemas anímicos. Trabaja en la Universidad como profesora auxiliar, algo que le inspira un tremendo desencanto, debido a unas condiciones laborales que rozan el feudalismo, a una inhumana escala jerárquica que estimula el servilismo y el hastío. Vive en un caserón en un estado de ruina inminente por un módico alquiler, por lo que no puede permitirse desairar a su casera. Eso hace que, cuando le pide que acoja a un amigo suyo en una habitación libre, no pueda negarse. Incluso le despierta cierta expectación: su círculo personal es tan reducido, está tan aislada y aburrida, que cualquier novedad es, en el fondo, bienvenida.

Este individuo es Quirós. Un director de cine con una sola película en su haber, obsesionado con Murnau hasta lo patológico. Más aún, consigue, en el breve tiempo que comparten, transmitirle su obsesión a Bea, que hasta entonces probablemente no había estado en exceso interesada por el imaginario gótico. Pronto sospechamos que la dedicación con la que ella comienza a explorar la biografía y la obra del alemán no deja de ser una metáfora del creciente interés amoroso que siente por Quirós. Que ella se está acercando a él con las mejores armas a su alcance, convirtiendo su infatuación amorosa en una –por otro lado, bastante disparatada y delirante– investigación académica; busca en el mar infinito de información de la red una respuesta que sólo podría hallar, hipotéticamente, en un contacto real con un hombre del que, en el fondo, apenas sabe nada.

A lo largo de sus más de sesenta ediciones, el Premio Biblioteca Breve ha servido para “descubrir” a los lectores futuros clásicos de la talla de Marsé, Vargas Llosa o Guillermo Cabrera Infante. También, sobre en tiempos recientes, ha sido concedido a unas cuantas novelas indignas de su ya larga historia (no es necesario citar nombres concretos, pero a cualquiera que haya seguido su trayectoria se le ocurrirán varios rápidamente). Con “Noche y océano” no es el caso: no es sólo una de la mejores novelas ganadoras del Biblioteca Breve en los últimos años, también uno de los mejores debuts en ficción en castellano en décadas y, en definitiva, un gran libro.

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