Litio
Libros / Malén Denis

Litio

7 / 10
José Martínez Ros — 15-04-2020
Empresa — Caballo de Troya

“Litio”, de la argentina Malén Denis, es una novela juvenil, dicho esto sin ningún sentido peyorativo. O para ser más exactos; es una novela escrita desde la post-adolescencia: un estado brumoso, de incertidumbre, que en muchos casos se prolonga hasta bien entrada la veintena; mientras las emociones continúan poseyendo una intensidad devastadora, inevitablemente llegan los ajustes y pérdidas de la edad adulta. La trama es mínima y difusa: una serie de recuerdos encadenados, de escenas nebulosas que poco a poco revelan, en conjunto, un panorama desolador. Tampoco hay unos personajes fuertes, ni una gran caracterización psicológica.

En su lugar hallamos un lenguaje intoxicado de lirismo, una voz que rememora incesantemente una historia de amor ribeteada de tragedia. En ese sentido nos puede recordar a las obras con las que los autores de la “nueva narrativa” de los noventa, como Pedro Maestre, Lucía Etxebarría o Ray Loriga, debutaron. Si al leer “Litio” nos vienen a la cabeza “Héroes”, “Lo peor de todo” o “Matando dinosaurios con tirachinas” no resulta demasiado extraño. Sólo hace falta recordar que en aquellos años Nirvana cantaba en “Lithium”: We've broken our mirrors / Sunday morning / is every day for all I care...”. Unos versos que podría suscribir fácilmente la protagonista de este libro. Ella ha perdido a su pareja, que tiene problemas psiquiátricos. Mientras cuida de sus gatos, trata de enfrentarse a las imágenes que le asaltan de su pasado común. La gata que protege con fiereza a sus crías hace que evoque otro espectro familiar: en ese caso su madre. Por lo demás, hallamos la mudanza como arquetípica metáfora del paso de una etapa de la vida a otro, sexo, drogas, malditismo, el paraíso perdido de la infancia. Todo en un tono que oscila entre el poema en prosa –o, más bien, la letra de una canción pop– y el diario íntimo. Este es un libro que puede que, con algunos cambios menores de escenarios y vicisitudes, hemos leído mil veces. Sin embargo, nos sigue llegando, porque al final todos hemos pasado por esa edad y hemos sido perseguidos por esos fantasmas. Si hay una experiencia universal, es la de una juventud desdichada.

 

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