Moving On Skiffle
Discos / Van Morrison

Moving On Skiffle

8 / 10
David Pérez Marín — 28-03-2023
Empresa — Virgin
Género — Jazz / Blues

Para Van Morrison, cualquier tiempo pasado, musicalmente hablando, parece mejor… Y esta vez acude al paraíso perdido de su infancia, para rendir homenaje a una veintena de canciones que escuchaba una y otra vez en la tienda de discos Atlantic Records de su Belfast natal. En “Moving On Skiffle” encontramos veintitrés clásicos que rezuman la libertad y filosofía de vida a la que Mr. Morrison nos tiene acostumbrados, con tomas directas, arreglos propios y algunos giros líricos marca de la casa.

El skiffle es un género musical que se caracteriza por una instrumentación muy básica, marcada por la pobreza de sus intérpretes, donde podías encontrar desde una tabla de lavar, a jarras de lata, peines, palos de escoba con cuerdas tensadas o arpas de boca, además de guitarras acústicas y banjos en el centro del huracán, con violines a veces aderezando la fórmula. Un estilo que entrecruzaba y fundía raíces americanas que iban del folk, al blues, pasando por el jazz y el country. Se cree que su origen tuvo lugar a principios del siglo XX en Estados Unidos y que fueron los afroamericanos sus creadores. Resonó a lo largo del Mississippi, alcanzando gran popularidad en Memphis, donde era muy común ver a grupos de skiffle en las calles, tocando sus temas y pasando la gorra al final de cada actuación. Tuvo su época dorada en los años veinte y treinta, extendiéndose por muchos estados con la gran migración negra, hasta comenzar a decaer poco a poco. En los cincuenta renació con fuerza en Reino Unido, y justo en esa década fue cuando un jovencísimo Van Morrison comenzaba a nutrirse de raíces americanas que iban del folk, al blues, pasando por el jazz: de Jelly Roll Morton a Leadbelly, con Louisiana corriéndole por las venas y con Lonnie Donegan como primer faro del skiffle a este lado del océano.

Así, con el espíritu intacto del género palpitando a lo largo de los surcos, filtrado por su voz inmortal (gruñidos y rugidos incluidos), Van rejuvenece con energía cada una de las pistas, acercándose muy a menudo al jazz, sumando coros góspel, teclados luminosos y un saxo y armónica que avivan la llama. Todo con un extra de elegancia, calidez y garra al alcance de pocos. Del “Freight Train” que nos pilla en medio de la vía y en el que nos montamos sin pensárnoslo dos veces, al sofisticado “Careless Love” que le sigue, rebosante de Dixieland de pura cepa, con Morrison soplando de lo lindo.

Con estos mimbres es imposible que Van Morrison nos ofrezca un mal disco y, por si fuera poco, se rodea de un elenco estelar de músicos que vienen de vuelta, tejiendo juntos arreglos brillantes: Dave Keary (guitarras), Pete Hurley (bajo), Colin Griffin (batería) y Sticky Wicket (tabla de lavar), más el músico folk Seth Lakeman, que toca el violín en varios temas, como en el crepuscular cierre del álbum, “Green Rocky Road”, en el mágico y adictivo swing “Come On In” o en la festiva “Sail Away Ladies”, uno de los temas que más relucen de los míticos The Vipers Skiffle Group , de los que también revisita un “Streamline Train” que acelera las pulsaciones del muerto más muerto, con Van a tumba abierta, un endiablado Hammond, humeante tabla de lavar al mando y unos coros que salvaguardan todas las esencias de la época.

Hay tiempo para posesión funk con “I’m Movin’ On” (de nuevo llamaradas al saxo) y arrebatarle la melancolía que le insufló Neil Young a “Oh Lonesome Me”, devolviéndole el soleado galope country de Don Gibson, con Van quemando las naves a cada fraseo y unos coros resplandecientes. Siguiendo la brisa americana más auténtica, dos clásicos de Hank Williams que hace suyos bajo la atmósfera sonora aterciopelada de este “Moving On Skiffle”, meciendo hasta la última estrella que cuelga del cielo: “I'm So Lonesome I Could Cry” y un juguetón “Cold Cold Heart” rebosante de swing y clase por los cuatro costaos.

Tras dos álbumes post pandémicos donde destilaba algo de mala baba política, Van Morrison vuelve a demostrar que su amor por la música es infinito y lo transmite como nadie. Setenta y siete años y sigue siendo el rey, la voz a batir. Larga vida al León de Belfast.

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