Hex
Discos / Toundra

Hex

8 / 10
Jaime Tomé — 18-01-2022
Empresa — InsideOut
Género — Rock

Toundra ya pueden presumir de ser una de las bandas más queridas dentro del llamado post-rock. Con una trayectoria de quince años a las espaldas, el grupo con sede actual entre Madrid y Asturias vuelve al ruedo con “Hex”, álbum de cuarenta y cinco minutos de duración a digerir en dos partes. Por un lado, las tres partes de “El Odio”, acompañadas por el corto de Jorge Carbajales; por el otro, “Ruinas”, “La larga marcha”, “Watt” y “FIN”.

Ya la portada del álbum –obra del fotoperiodista y Premio Pulitzer Manu Brabo– nos genera una potente impresión mediante una instantánea de una central térmica asturiana que nos puede llevar a recapacitar sobre lo que el ser humano le ha ido comiendo a la naturaleza con el único fin de que la rueda del capitalismo y el consumo no paren de girar.

En lo musical, las tres entregas de “El Odio”, entrelazadas para que se disfruten como un todo, se muestran melancólicas con transiciones tranquilas que estallan en riffs metaleros y que el grupo va salpicando con un montón de detalles en los que distinguimos acústicas, las percusiones de Marc Clos, el saxo de Adrián Bauzó e incluso algunos sintetizadores. Toundra juegan en su terreno y con su baraja de cartas habitual, canalizando todo su potencial una vez más para conseguir que el oyente entre de lleno en sus atmósferas, compuestas en un momento crucial para nuestra sociedad, y dejando hueco para momentos luminosos y que desvelan una palpable esperanza. Sirva como ejemplo el desenlace de “El Odio”, en el que parecen dejar abierta una puerta a la luz tras la soledad y la incertidumbre.

La cara B de “Hex” se inicia con “Ruinas” y unas percusiones distorsionadas que acompañan al bajo y que van derivando en una pieza algo continuista en su repertorio, lo que realmente no supone problema alguno si eres asiduo al género: trémolos, armonías progresivas que van y vienen, y muchas sacudidas que también se empapan gracias a la mano de Raúl Lorenzo.

Pasada “La larga marcha” y casi llegando al cierre es de esperar que no haya sorpresas, pero el saxo de Adrián Bauzó que ya hizo aparición en “El Odio” vuelve a sonar, ahora con más protagonismo, en la destacable “Watt”, aportando aires nuevos a esta segunda mitad del disco, fundiéndose con las guitarras de Esteban y Macón.

El cuarteto cierra “Hex” con “FIN", el tema más experimental del disco y en el que los sintetizadores y la programación de Javier Cosmea, las partes de piano y el hipnótico riff acústico aportan otra perspectiva al repertorio de los madrileños, cerrando un trabajo que cumple a todos sus niveles y del que destaca una producción exquisita.

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