Pollen
Discos / Tennis

Pollen

7 / 10
Salomé Lagares — 04-03-2023
Empresa — Thirty Tigers Records
Género — Indie pop

Si hoy en día alguien todavía espera que Tennis reinventen la rueda, el problema es suyo: en sus más de diez años de carrera, el dúo —marital y musical— formado por Alaina Moore y Patrick Riley ha dejado sus intenciones claras con una ristra de indie pop que, si bien acostumbra a pecar de inofensivo, también destaca por ser consistentemente disfrutable.

A lo ancho de su discografía, la fórmula ha ido variando, pero la evolución siempre ha sido sutil y progresiva, sin giros bruscos, en sintonía con los paisajes idílicos que a menudo dibujan como escenografía, un roadtrip relajado que arrancó con el pastiche de bubblegum pop en su debut, Cape Dory (11), y ahora nos acerca al pop groovy y atmosférico de “Pollen”, su sexto largo de estudio y probablemente el ejemplo más paradigmático del compromiso de Tennis con la placidez en su sonido.

Desde el primer segundo, “Pollen” es suave y cálido, y en su epicentro está, como ya es habitual, la relación de Moore y Riley, aunque esta vez se explora de manera algo más difusa a como nos habían acostumbrado en Yours Conditionally (17) o “Swimmer” (20), una descripción que encaja exactamente con lo que uno podría esperarse al ver su portada, donde el matrimonio aparece retratado en un abrazo desenfocado. En sus diez temas, Tennis se dedican principalmente a crear y mantener un ambiente: el álbum fluye de manera fácil y está lleno de rincones brillantes, con sintetizadores dispersos que fosforecen mientras la guitarra de Riley se desliza bajo la voz arrulladora de Moore, construyendo una encantadora intimidad bucólica solo rota por la imprecisión lírica que inunda el proyecto.

La ensoñación romántica que “Pollen” quiere cristalizar es tan inmaculada como vaga y repetitiva (hasta el punto de incluir dos canciones que relatan el primer encuentro de la pareja, mientras Riley trabajaba como aparcacoches en un hotel). Moore desgasta la metáfora de la volatilidad hasta la saciedad —“I’m riding high, I’m watching over silent things”, canta en “One Night With The Valet”; “I’ve been up / In the clouds”, sigue en “Hotel Valet” y de nuevo en “Paper”, en la que dice que no puede “keep my head out of the clouds”; y finalmente en “Gibraltar” sentencia “You and I live on the air”. Cualquier traza de conflicto, algo que hacía a sus álbumes inmediatamente anteriores más complejos e interesantes, se desvanece antes de tener oportunidad de definirse siquiera, como en “Forbidden Doors” o “Pollen Song” (“You point to the trail where the blossoms have fallen / But all I can see is the pollen fucking me up”, confiesa Moore en esta última, pero la grieta que podría estar señalando es imperceptible cuando el viento y la producción ganan intensidad).

El único instante de contraste llega hacia el final del disco, con “Never Been Wrong”, donde el dúo adquiere un tono ligeramente más oscuro mientras Moore reflexiona obstinadamente sobre los misterios del universo que puede sentir pero no comprender. La tensión se mitiga rápidamente con "Pillow For A Cloud”, que cierra el álbum y, a pesar de conservar algunas de las preocupaciones más funestas de Moore (“Time passing used to thrill me / Now it only terrorizes me”, admite), es lo suficientemente sencilla y delicada como para llevarnos de vuelta a la carretera, con la puesta de sol frente a nosotros.

Es una buena nota en la que terminar, y nos conecta con algo que Tennis conceden casi al comienzo de "Pollen", en "Glorietta": “We're doing whatever feels good […] I only want it to feel good”. Si eso es lo que buscaban con el disco, y no hay nada que indique lo contrario, entonces han dado en el clavo — siguen siendo un recordatorio de que el mismo precepto es cierto en el amor y en la música pop: las cosas sencillas nunca son las más memorables, pero a menudo son las más placenteras.

 

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