Los discos con la firma de Quivers suelen implicar satisfacción. Contenida y consabida, pero complacencia en cualquier caso, a sabiendas de que la banda australiana se desenvuelve con cierta soltura cuando la misión consiste en dar a luz ese tipo de melodías representativas dentro del indie-pop de corte clásico. En concreto, aquel que fecha sus influencias en el jangle-pop de los ochenta y en los noventa. Blandiendo dichas cualidades, no es de extrañar que sea Merge –el sello propiedad de los Superchunk Mac McCaughan y Laura Ballance– quien se haya hecho con los servicios del cuarteto de Tasmania para lanzar al mercado el que es su nuevo álbum.
Tras el buen sabor de boca (y el aumento de repercusión) propiciado por el que fuera su antecesor, “Golden Doubt” (Ba Da Bing, 21), el presente “Oyster Cuts” resulta un trabajo algo más irregular que la obra previa del combo, situándose un peldaño por debajo de aquel en cuanto a intensidad y también en el propio nivel de las composiciones. Y, sin embargo, la referencia se degusta con la previsible satisfacción, dando de paso a las diez canciones que componen el lanzamiento. Sobre todo, cuando salta a escena alguna gema del tipo de esa “Never Be Lonely” que abre la referencia de la mejor forma posible, “Apparition”, una “Screensaver” que apunta al dream-pop, “If Only”, o la final “Reckless” realzando el producto.
Quivers parecen haber madurado de manera prematura, apostillando un halo de melancolía con la que empapan buena parte de las seleccionadas, mientras el papel protagonista tras el micro, alternado o compartido entre sus miembros, deriva en interesante efecto de contraste femenino/masculino. Si bien no lucen tan inspirados como en la mentada entrega de hace tres años, lo cierto es que “Oyster Cuts” se asimila con facilidad y poca queja. Sobre todo, para aficionados a bandas como The Sundays, sus compatriotas The Go-Betweens, The Chills, Natalie Merchant, Galaxie 500, Aztec Camera o los neozelandeses The Clean.
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