El aire antes del viento
Discos / Ligula

El aire antes del viento

7 / 10
Iñaki Molinos — 03-04-2019
Empresa — Hook
Género — Pop

Sin afán de abusar de un fácil juego de palabras con el título de su último disco, lo cierto es que “El aire antes del viento” (Hook, 2019) es un soplo de aire fresco para cualquier oído.

La banda madrileña Lígula nos trae un segundo LP, con el que han conseguido dar una continuidad lógica al sonido de su primer largo “Distant Stairs” (Machaculana Society, 2015), atinando mucho más el disparo, gracias a un sonido mucho más genuino, cuidado y compactado que en su anterior entrega. “El aire antes del viento” es una invasión de mixturas de exquisito paladar dentro de una suerte de pop-folk de autor para todos los públicos, aderezado con altas dosis de rock alternativo noventero y el nuevo country gestado a principios de milenio.

Después de una espera de cuatro años, multitud de dificultades para con la industria y firmar finalmente con Hook, el septeto madrileño ha conseguido cuajar un trabajo notable, en el que se ha producido el cambio fundamental al castellano en sus letras, lo que le otorga un barniz aún más emotivo a la interpretación vocal de Ignacio Fernández a caballo entre un tal Antonio Vega y un más cercano Ramón Rodríguez (The New Raemon).

Melodías luminosas y seductoras sobre las que descansan confortablemente textos que cavilan entre la cotidianeidad de las relaciones personales, la resignación, pero ante todo la esperanza, en temas como el que abre el disco, “Dos mil diecisiete”, que discurre bajo la batuta del folk colectivo más vibrante que nos recuerda a bandas como Beirut como, alternando constantemente con otros de corte más íntimo y desnudo que nos acercan a atmósferas más pop o al género cantautor como es el caso de “En vilo”, que se apoya sin complejos en una preciosista sección de vientos que nos evocan por momentos a géneros como el smoke jazz.

El pop ligero, pero intenso de “La casa naranja” evidencia a partes iguales el aporte de los coros como un elemento instrumental más dentro del disco, así como el gran trabajo de producción a lo largo de los catorce temas lo componen. La condición de inconformismo social de “Agarrotado”, que nos conduce inequívocamente a ecos cercanos a los mismísimos Wilco, acaba desembocando en el paisaje eternamente nostálgico de “Gdansk” (“Donde se pasean todos esos viejos ecos, ecos de ciudad”).

No es menos cierto, que tras una primera parte brillante “El aire antes del viento” pierde cierta contundencia, al dejarse llevar por tonadas algo monótonas y recurrentes, de un corte muy similar a las descritas anteriormente. El delicado medio tempo “Comensal”, sustentado en una deliciosa base pianística o los entusiastas sintetizadores iniciales de “En el faro”, son los últimos manjares a degustar de una destacada obra que va de más a menos, pecando de cierta ambición en su recta final. Que todos los pecados sean ese.

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