Grounded
Discos / Lala Pérez

Grounded

8 / 10
Javier Corral “Jerry” — 05-04-2022
Empresa — Autoeditado
Género — Pop

No creo exagerar si digo que Lala Pérez es una de las más relucientes sorpresas que ha dado el -tantas veces olvidado- pop independiente de nuestro entorno en tiempos recientes. La primera campanada de este pop del bueno (del malo, no), que diría el compañero Pepe Prieto, llega en realidad con su primer álbum "Tower house" de 2019. Hasta nueve canciones que nos dejan absolutamente noqueados por su belleza extrema, a base de melodías tan afortunadas como un décimo de lotería (del premiado, el otro no).

Aquella pista nos pone en contacto con Willy Pérez Larrauri, quien en los 90 ya comandó Dry Flies (1993-1997) y Supergenes (1995-1997), bandas que se quedaron a medio camino de casi todo, a pesar de que la primera contara con la distribución del sello Subterfuge. Pero ahora en su madurez, y tras empaparse de todos esos tesoros del pop británico de las últimas décadas, de Belle & Sebastian a Divine Comedy o The Clientele, es cuando este músico getxotarra alcanza su plenitud con este nuevo proyecto que comparte con otros destacados músicos como el bajista Sergio Gil (Yellow Big Machine), el batería Gontzal Bilbao (Ama Say y Arima), el teclista Chus del Gallego (Basurita, Berlín) y el guitarra Joseba Garro.

El ep de 6 canciones que ahora nos ocupa, y que en realidad anticipa un próximo álbum previsto para finales de año a titular "Mitomaniac" (grabado en "Submarino Records" de Mungia con Iñigo Escauriza), es algo más que su confirmación. La querencia "british" se deja sentir desde ese genérico "Grounded", término que utilizan los padres ingleses cuando castigan a sus hijos, y que en cierta forma Willy extiende a ese correctivo generalizado que suposo el confinamiento para todos, y que por otra parte le inspiró a formalizar este repertorio. O más bien, las cosas que le apasionan y que echó de menos, en unos casos, y retomó en otros, en un período inédito de nuestras vidas. Así se dan cita la Fórmula 1 y los coches clásicos ("Stirling Moss", "My Fiat Barchetta")), el surf y las locuras de juventud ("We were young"), los fetiches de la gran pantalla ("William Holden"), un concierto deseado de Hefner en 1999 en Newcastle ("Cindy") o la dedicación a su hijo menor ("My little blonde freak").

En todos los casos el revestimiento es fino y sugerente, hermosamente melódico, con un autoría distinguida y remarcada, pero nunca por encima del formato clásico de canción pop, con sus felices estribillos, de esos que hacen llorar de felicidad a los que no nos acompleja (más bien al contrario), reconocer nuestro amor absoluto por las líneas suaves, apacibles, armónicas y tiernas de las cadencias del pop y su arrebatador elixir. Dice Willy a propósito de Stirling Moss, que fue un caballero al volante, el piloto con más premios sin llegar a campeón del mundo porque abogó por desestimarlo a causa de una sanción. A su manera Willy es nuestro Stirling Moss del pop local.

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