Tu piel es la galaxia
Discos / Jose Domingo

Tu piel es la galaxia

8 / 10
David Pérez — 20-05-2022
Empresa — Autoeditado
Género — Pop

Del futuro llega Jose Domingo con nueva entrega interestelar bajo el brazo, “Tu piel es la galaxia”, un séptimo largo que nos sobrevuela como un objeto luminoso no identificado que, antes de que nos dé tiempo a parpadear, nos abduce y sumerge en un viaje hacia una mágica galaxia sentimental.

A todo el halo y magnetismo futurista que rezuma la obra, le acompaña, surco a surco, ese sello indiscutible del salitre que queda en la piel de la memoria tras un intenso y fugaz amor de verano eterno, y esos rayos de sol que huyen, reflectando en los mares y agarrándose con uñas y dientes a cada ola, antes de que el atardecer los ahogue sin remedio una noche más. Esencia mediterránea de mil colores y tramontana psicodélica bajo sus alas, esa que lo caracteriza y hace único, consagrándolo disco a disco como unos de esos grandes artistas que, por mucho que innoven y arriesguen en cada movimiento, siempre terminan reescribiendo la misma gran obra inacabada que les acompañará, por suerte para nosotros, hasta el final de los días.

Así, recorriendo cada palmo de esta nueva galaxia que se eriza en nueve canciones, recordamos el “satélite tatuado que gira en órbita eterna” alrededor de ese “Lunar” que nos conquistó “En la distancia” (11), o los ecos de aquella piel que sigue brillando en la oscuridad de “Palidez”, del majestuoso western lisérgicoAlmería” (14). Tradición y raíces palpitan como vibrantes neones que recorren ese galáctico mapa inagotable del amor una vez más. “Tu piel es la galaxia” es la parte musical de una obra audiovisual de serie Z que está por venir, y las canciones del álbum funcionan como viñetas sonoras que nos cuentan una fascinante historia: un ser alienígena viaja al planeta Tierra en busca del amor.

“Nadie vio cuando nos miramos por primera vez”. De esa chispa en la que todo salta por los aires en la inicial “Vengo del futuro”, encendiendo la mecha de este relato de ciencia ficción romántico en el que no hay fronteras ni distancia entre planetas que no puedan eliminar dos latidos acompasados, a la cima compositiva de poética y cadencia hipnótica en la titular “Tu piel es la galaxia”, con unos preciosistas arreglos y una seductora atmósfera sónica que nos hace flotar de la mano de los protagonistas en el espacio exterior.

“Hoy tus labios saben a todos los demás y ya casi no te sé distinguir”. Los matices y aromas siguen creciendo y desbordándose con una sutileza y maestría instrumental cegadora, mientras el romance comienza a descarrilar en “Nada de nada”; al galope de percusiones relampagueantes y teclados empapados de LSD, bajo un huracán de guitarras a fuego lento que tejen, a base de chispeantes delay y luminosos punteos, paisajes que podían haber firmado los propios Wilco o los The War On Drugs más magnéticos.

“Te veo brillar” sigue la cadencia melancólica de recuerdos vivos y brillantes que vienen y van, erosionando y quemando aún muy adentro, con un solemne tambor a medio camino de marcha militar y fúnebre, bañado por otro mar de luz de cuerdas y la voz de Mariona Aupí como misteriosa sirena de polvo de estrellas.

El pulso y el ritmo vuelve a acelerar con “Todo lo que dices está bien”, con una pegadiza melodía y cuidados arreglos, marca de la casa, más un omnipresente estribillo que repite esa mentira tan verdadera: “nada va a cambiar”. Y ya llega “La luz” y el western se torna crepuscular, con el crooner galáctico caminando malherido por un desierto sonoro fantasmagórico, donde el sueño zigzaguea como un espejismo que se evapora y escapa, al son de un espectral theremin.

Y cuando la historia parece abocada al final de los finales, renace todo con el hit más explosivo del lote, “Me estoy elevando”, una orgía de rock psicodélico que nos desdobla y despega del suelo. Se antoja punto álgido y puro disfrute colectivo en directo.

Todo hace “Aguas” y el inquietante e inevitable desenlace se acerca, vaporoso y tintineante, desembocando en el vaivén de “Pintan calaveras”, donde “ya solo brillan las cenizas” y “las sombras de penas vencen a las luces de ayer”. Un elegante cierre de telón que nos mece y absorbe con otra preciosista cumbre instrumental, apoteósica sesión de vientos incluida. Abducidos y enamorados quedamos.

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