La onda expansiva
Discos / Garbayo

La onda expansiva

8 / 10
Kepa Arbizu — 20-11-2021
Empresa — Oso Polita
Género — Rock

Si recurrimos a una definición técnica sobre lo que significa el término “onda expansiva”, concepto que sirve para nombrar el segundo disco -tras “Sonido forestal”- en solitario de Garbayo, encontraremos que nos remite a un fenómeno originado por una alta liberación de energía y que su propagación es capaz de producir una alteración de la presión del entorno. Una explicación que trasladada al contenido, tanto en forma como en fondo, de este álbum puede ayudarnos a desvelar varias de las características que anidan en él. Ya sea porque no esconde su estrecha relación con una época de crisis sanitaria que ha supuesto todo un trastorno en nuestra forma de vida, o por un apartado musical donde las bases de power pop y rock and roll ya reconocibles en su predecesor aquí adoptan una escenificación más exaltadas, lo que queda claro es que estamos ante un trabajo de naturaleza y carácter arrollador.

Sin ánimo de cuestionar la evidente categoría de proyecto personal que ostenta esta etapa del que fuera líder de Zodiacs (no hay mas que ver su apellido coronando esta nueva andadura), tampoco sería exacto apartar de sus altos logros alcanzados a sus fieles secuaces, quienes responden a nombres tan bregados en la escena como Lander Moya (bajo), Pit Flanagan (guitarras) y Javi Estrugo (batería). En consecuencia un cuarteto con todas las de la ley que reunidos para la ocasión en los estudios Submarino Records de Iñigo Escauriaza, utilizan sus muchos recursos para ampliar y afilar su rango sonoro con el fin de rescatar sensaciones y sentimientos surgidos en plena pandemia y que nos conducen por un trayecto que, si bien está jalonado por ese espíritu de indefinición, desemboca en la reivindicación del imprescindible estrechamiento de aquellos lazos sentimentales más cercanos como alimento necesario para la superación de los envites que nos tiene preparado el destino.

Si una de las premisas esenciales para abrir un disco de estas características reside en encontrar uno de esos certeros y arrolladores temas, “Delincuentes románticos” puede presumir bien alto de ello, porque empujado por el ánimo incendiario de The Who, además se significa como toda una declaración de intenciones respecto al contenido global, presentándonos las andanzas de unos seductores Robin Hoods que no dudan en “firmar” sus acciones con la rotunda sentencia: “el amor es la respuesta”. Una consideración que pese a ser prácticamente el leit motiv argumental del álbum no impedirá pasajes donde el verbo se encone, como en “Maquinarias engrasadas”, donde su tono melancólico no aplaca una reflexión sobre la homogenización del mundo de la música y por extensión de todos los demás ámbitos. Más incisiva y sobre todo categórica será “Esperando el fin del mundo”, que se vale de su orgánica sobriedad para mirar de cerca a las consecuencias dejadas por estos tiempos de extrema dureza.

Al margen del ingrediente narrativo que despliega cada una las piezas del álbum, el esqueleto rítmico predominante recurre a ese fondo de armario donde se apilan nombres como The Real Kids, La Granja o The Plimsouls, todos referentes que comparten una idiosincrasia estilística común que aspira a construir esa tonada capaz de retumbar en nuestros oídos, verbigracia de guitarras y bases rítmicas, al mismo tiempo que endulzar nuestro paladar a base de coros y lineas melódicas. Y si ese es el suelo sobre el que se establece el disco, su edificación es lo suficientemente variada como para presentarse bajo una vestimenta rica y de multicolor empaque. Diversidad que puede manifestarse en episodios que nos remitan a la trepidante socarronería “stoniana” de “Gato”; al adictivo espíritu pop que emana de “Gran gorro de paja”; espoleando todo el furor eléctrico en “Iron Man (Menear el cuerpo)”, un curioso homenaje a Black Sabbath, e incluso ponernos frente a escenarios que recogen el olor a western (“Psicofonías”).

A estas alturas a nadie le puede pillar desprevenido el sobresaliente manejo que tiene Ignacio Garbayo de esos sonidos de melódica potencia; ya sea en solitario o en grupo siempre se ha erigido como un excelente valedor de ese tpo de ambientes y estructuras, haciendo de ellas su principal campo creativo. “La onda expansiva”, haciendo honor a su nombre, apuesta por destruir barreras y hacer que sus aptitudes adquieran una presencia arrebatadora. Una energía que se presenta a veces como dique de contención y otras como reflejo de ese auténtico cataclismo en el que se ha convertido nuestro presente. Una inestabilidad sobre la que emergen unos impulsos eléctricos que no se olvidan de recordar que la única luz existente para salir de esa bruma existencial casi siempre se sostiene sobre las manos de aquellos que necesitamos tener cerca.

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