Long Distance Operators
Discos / Catherine Graindorge

Long Distance Operators

7 / 10
Jorge Obón — 12-05-2017
Empresa — Sub Rosa
Género — Experimental

A muchos artistas les gustaría publicar con una tranquilidad que no se viera afectada por las listas de éxito ni los vaivenes de la industria. Si hoy me apetece hacerme un disco con un cuarteto de cuerda, lo hago porque tengo que dar salida a estos sentimientos. Si luego vende o no, no es mi problema.

Es un planteamiento demasiado romántico para la mayoría, pero algunos lo ejercen, claro que igual hay que haber pertenecido a los Bad Seeds de Nick Cave para ver el mundo desde otra perspectiva. “Long Distance Operators” es uno de esos discos que te pueden sorprender en una tienda de discos antes de saber de su existencia. Se trata de la colaboración entre el australiano Hugo Race, conocido por sus trabajos en solitario o con Dirtmusic, True Spirit, Fatalists, y su aportación al legado Bad Seeds durante los 80; y la violinista belga Catherine Graindorge, de Nox, que viene publicando discos a su nombre desde 2012, aunque ha tocado con músicos como John Parish, o Andrea Schroeder. Ya en 2014 se produjo algún encuentro entre los dos sobre un escenario, y parecía que podía haber disco en breve, sin embargo, hemos tenido que esperar hasta 2017 para disfrutar de la obra completa.

Estas diez piezas basculan entre lo ambiental, lo cinematográfico, y la música de cámara europea; como si a Mark Lanegan le hubiera dado por experimentar con sonidos barrocos clásicos. El álbum está montado de manera que, al principio y al final se encuentran las piezas más reconocibles como canciones, podría decirse que fronterizas, pero de una frontera ideal que limitara a un lado con Estados Unidos y al otro con Austria; mientras que el cuerpo del disco está compuesto por pasajes deshilachados más metafísicos y voladores, perfectos para una escucha un poco menos atenta, más como banda sonora que como plato principal. Se puede decir que Hugo Race, más que tocar la guitarra, juega con la electricidad, los pedales y la mesa, ribeteando el toque amplio y limpio de Graindorge. La idea es original pero sencilla: acercar el mundo de la música antigua europea a la electricidad del rock y la electrónica del ambient. Te dejará de parecer un disco opaco y lineal si lo dejas crecer con la misma calma con la que lo han grabado. Entonces encontrarás ecos de chanson y de música mediterránea, y te terminará pareciendo más grande que la vida, pero si le exiges entretenimiento con la misma prisa con la que se muestran el resto de los discos que se publican este año, no calará. Es la magia de lo que se cocina a fuego muy lento y sin pensar en ti, que puede que sea arte pero no entretenimiento.

Lo siento, debes estar para publicar un comentario.

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.