My Finest Work Yet
Discos / Andrew Bird

My Finest Work Yet

8 / 10
Carlos Pérez de Ziriza — 01-04-2019
Empresa — Loma Vista / Universal
Género — Folk Rock

Digámoslo pronto y sin rodeos: Andrew Bird ha recobrado el pellizco de sus mejores obras. No hay nada particularmente rompedor en su decimoquinto álbum, aunque llegue avalado por una portada que remite al cuadro "La Muerte de Marat"(1793), vestigio del periodo revolucionario. Tampoco la arrogancia de su título merece ser encajada sin su proverbial sentido del humor. Pero el hombre ha aparcado sus grabaciones instrumentales de los últimos tiempos, gestadas en cañones y riberas fluviales, para alzar la voz – a su manera, con su sinuosa retranca – ante unos tiempos tan jodidos que demandan (como mínimo) algo más que bonitos juegos florales. Su voz, cada vez más madura e imponente, un material compositivo notable, sin apenas fisuras, y la supervisión del británico Paul Butler han hecho el resto.

De hecho, el currículo del líder de The Bees como productor (Michael Kiwanuka, Devendra Banhart, Nick Waterhouse) sirve para explicar el balance en el que se mueve este "My Finest Work Yet": un sonido muy orgánico que recorre el trecho entre una querencia casi soul (el lustre philly de las cuerdas en “Proxy War” y “Manifest”; el magnético groove de la nocturna “Bloodless”) y el aliento folk de maravillas como “Bellevue Bridge Club”, un broche que ha alentado comparaciones (algo dolorosas, porque él ya estaba aquí mucho antes) con Father John Misty.

Sobrevolando en modo rasante y con aparente ligereza los asuntos trascendentales de la vida y del nuevo (des) orden mundial, y sin renegar de sus reconocibles tics (sus pertinentes silbidos, sus elegantes punteos de violín), el de Illinois se ha marcado un trabajo brillante que, si bien no iguala la excelencia de aquella triada de la pasada década – la que formaban "Andrew Bird & The Mysterious Production of Eggs" (2005), "Armchair Apocrypha" (2007) y "Noble Beast" (2009) – , sí que brinda su colección de canciones más directa en años. Escuchen “Olympians”, “Cracking Codes” o “Fallorun”. O mejor: no dejen de escuchar ni uno solo de sus diez cortes.

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