Pocas veces tenemos ocasión de disfrutar de artistas tan polifacéticos y atractivos como Ute Lemper, y es que, esta alemana, tiene esa aura poderosamente magnética, propia de artistas de otro tiempo. Y eso es algo que volvió a demostrar en su actuación en el barcelonés Palacio De La Música. Empezar a cantar y ganarse a todo el público. Sensual y felina, vestida de terciopelo rojo y altas botas negras, tremendamente simpática e irónica, demostrando sus amplias dotes de -absoluta- femme fatale de la canción. Una canción que ha evolucionado en su último trabajo, “Punishing Kiss”, hacia el pop-rock de calidad: esas pequeñas y tremendas historias de perdedores, que dejan de serlo gracias a la poderosa y apabullante interpretación (y dominio de las tablas) de Lemper. Así fluyó el brutal desgarro de “Little Water Song” de Nick Cave, o las desarmantes versiones de Tom Waits (“Purple Avenue” y “The Part You Throw Away”). Y todo ello, impecable y sutilmente acompañado de una excelente banda (dirigidos sobriamente por su inseparable Bruno Fontaine), capaces de imprimir la fuerza necesaria, al pop barroco del señor Neil Hannon (“The Case Continues”) o adaptarse a la elegante ironía de Elvis Costello (“Punishing Kiss”). También tuvo tiempo para acordarse de su pasado cabaretero, reivindicando al maravilloso dueto Dietrich-Hollaender; convertirse en una sensual y divertida vampiresa de Spolianshy, o revivir al maravilloso genio de la República de Weimar, Kurt Weill, del que deconstruyó –paródicamente- canciones como “Tango Ballad”, o las celebérrimas “Mack The Knife” y “Moon Of Alabama”. El desafío emocional, vino sin embargo, a través de su homenaje a Jacques Brel, y su estremecedora versión de “Ne Me Quitte Pas”, que elevó, aún más si cabe, su triunfo.
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.