Tindersticks es de esas bandas que llenan el escenario y no solo porque sean media docena de tipos elegantes y apuestos –que también-. Stuart A. Staples y los suyos son precisos y equilibrados, una mezcla soul y pop en la que cada uno tiene su papel. Piano, batería, bajo, guitarras, saxo, harmónica, violonchelo… y David Kitt. El cantautor dublinés tuvo una noche de lo más completa, encargándose primero de abrir el recital con una apuesta acústica y confesional -más bases esporádicas con cierto regusto sintético- y realizándole coros y algún guitarreo a los de Nottingham, con los que ha trabajado en el magnífico “Falling Down A Mountain”, octavo trabajo de la banda. Habla por si solo el hecho que, pese a la embriagadora y profunda voz de Staples, Tindersticks sea mucho más que una orquestación para el crooner. Desprenden sensualidad y profesionalidad a partes iguales, ni una fisura. Baterías jazzísticas, eléctricas tocadas con baquetas, cuerdas directas a la creación de atmosferas e incluso un metrónomo como base, metáfora fidedigna de su brillante ejecución. Con tanto instrumento y buen músico sobre el escenario muchos podrían pensar que de ampuloso puede pecar el tema, para nada. Aquí reside la magia de la banda, pasar de la tormenta a la calma en cuestión de compases, la pausa y el silencio son miembro de pleno derecho. Tormenta de ritmo en “Harmony around my table”, ya hacia el final del concierto, o la íntima “Keep you beautiful”: sensibilidad, texturas palpables y sensualidad con luz tenue. Perros viejos sobre el escenario, dominan el concierto de principio a fin, generando intensidad, expectación, marcándose dos bises y transportándonos por momentos a los clubes más selectos. Por si la noche no tuviera suficientes alicientes, pusieron punto y final con “Tiny Tears” para despedirse con un ensoñador y escueto “thank you”, sobraban las palabras.
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