De algo tenía que servirles ser el grupo que ambienta musicalmente un montón de anuncios de televisión o facturar la música que más se adapta a las radiofórmulas con hits de mediano octanaje rebosantes de energía de postín. De algo tenía que servirle a toda esta gente (despellejada en la entrada) entregarse a los devaneos, gorgoritos y contoneos de la pequeña Dolores O’Riordan, acompañada de su banda de categoría autista en lo musical y en lo pasional. Y de algo debió servirles a todos, a tenor del clima conseguido (concierto de estadio, con sus mecheros, con sus mareas de brazos). No olvidamos que los dos primeros discos de Cranberries contenían canciones cargadas de dulzura e intensidad y eso tampoco lo olvida el grupo, que consiguió mantener el concierto en una línea media gracias a todas esas canciones («Ridiculous Thoughts», «Linger», «Dreams» o «I Can’t Be With You»; sin ocurrírseles olvidar el homenaje particular al divertimento pseudo-grunge de la mayor parte de los asistentes vía «Zombie»). Me gustaban esos discos, pero el estatus y la actitud de gran grupo de grandes masas sin razones aparentes para serlo (excepción de las mediáticas) deja un poco indiferente. Eso sí, ellos en su papel: muy, muy profesionales... Solamente hubiesen faltado unos teloneros como La Oreja De Van Gogh…


At our house the favorite smell/sound is warm ciamnnon & honey being poured over baklava as it comes out of the oven and sizzles while all the syrup is being absorbed by the phyllo dough. Talk about heavenly.