Rufus Wainwright
Conciertos / Rufus Wainwright

Rufus Wainwright

8 / 10
Luis Argeo — 12-11-2007
Empresa — Iguapop
Sala — Teatro Arteria Coliseum / Madrid
Fotografía — Juán Alonso

Hay que reconocerlo. Rufus es un tipo con gracia y se encuentra como pez en el agua subido a un escenario. Y tanto. Lo demostró en un gran teatro de la Gran Vía, lugar ideal para el musical-popera-soulera con que deleitó a un público acalorado que llenaba (sobraba algún que otro Don Juan) hasta la última butaca del gallinero. Como si se tratara de una Blancanieves con voz de barítono, el neoyorquino se respaldó de sus siete enanitos y alguna que otra invitada cañí y flamenquita para montar un show de casi tres horas –contando el intermedio – en el que desarrolló su último álbum, “Release The Stars”, y que se encargaron de abrir unos The Grey Race más habituados a otro tipo de escenarios. Rufus lo hace bien con sus siete músicos, y mejor cuando se queda solo. Será por eso del individualismo americano. Sin embargo, esta dilatada gira europea parece desbordarle. En Madrid, abrió con el tema homónimo del disco, vestido de Tío Sam afeminado. Siguió fuerte con su hit, “Going To A Town”, con alusiones a nuestro rey, “Shut up”, gritó antes de autoproclamarse el “rey” de la noche, se sentó al piano con “Danny Boy” (del primer disco), se quedó solo, volvió la banda para darle brío, siguió alabando la ciudad de Toledo, apareció una tal Belén en “Between My Legs”, quince minutos de descanso, volvió vestido de tirolés, apareció su madre, se fue, destrozó una tradicional irlandesa, se afeminó aún más, se puso nostálgico, Judy Garland, su pasado de adicciones, Jeff Buckley, la alegría de vientos y guitarras, Queen, la despedida a cuentagotas, los bises, el albornoz blanco, otra vez mamá, el “Over The Rainbow “de “El Mago de Oz”, el travestismo, el Rufus cabaretero, el Broadway de playback (los siete enanitos haciendo coreografías, impresionantes), risas, el Rufus de las piernas de Marilyn, el Rufus excesivo, el “Not Ready To Love”, el “Barcelona”, otra vez las bailaoras, que empachas, que no te seguimos, que ya lo has bordado. ¿Por qué no te callas, rey? ¿Os podéis imaginar cómo serán las reuniones navideñas en la familia de los Wainwright? Tan entrañables como desmesuradas. Pufff.

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