Siete años desde su último concierto y nueve desde que viera la luz “A Moon Shaped Pool” (XL, 16), último álbum de estudio de Radiohead hasta la fecha. Y, de repente, los de Oxford anuncian una gira europea con pistoletazo de salida y cuatro paradas en el Movistar Arena de Madrid. Así parecen haber funcionado siempre las cosas en el singular universo Radiohead. Por impulsos; por instintos; al margen de cualquier lógica vital. Una inquietud que también ha marcado ese (poco menos que) intachable trazado creativo por el que el quinteto (con el apoyo de un sexto miembro como percusionista adicional) se paseó a largo y ancho de esa histórica primera noche que suponía su regreso a los escenarios.
La formación ocupó un escenario circular sito en el centro de la pista del pabellón, rodeados de pantallas haciendo las veces de jaula estructural que resultó ser un puzle mutante que, al igual que el propio grupo –liderado por un animoso Thom Yorke–, intercambiaba posiciones. Un añadido destinado a dinamizar el pulso imparable que presidió las más de dos horas de actuación. Un apabullante viaje por el policromado catálogo de los británicos, incidiendo en las diferentes velocidades, tonalidades y capacidades expresivas e interpretativas de la banda más determinante de su generación. Un festín con el que Radiohead probaron que continúan en la punta de lanza de la vanguardia, incapaces de acomodarse o apostar por lo establecido.
Desde el epicentro del cilindro, Radiohead ofertaron sus mil y una caras. Salpicaduras del más puro sentimiento, casi extraterrestre, como la inicial “Let Down”, “No Surprises”, “Daydreaming”, “Everything In Its Right Place” o “Lucky” con las que arrasaron almas. También sacudidas terriblemente violentas que noquean impactando directamente en la boca del estómago del espectador, del tipo de “A Wolf At The Door”, “The National Anthem”, “Bodysnatchers” o esa “Idioteque” que cerró el grueso del concierto.
Una fórmula aderezada con dispares estados emocionales (“Myxomatosis”, la experimental “Bloom”, “15 Step”), todos de intensidad estratosférica, y unos bises (de nuevo) conformados con entreveradas texturas. Del llanto desconsolado de “Fake Plastic Trees” y “How To Disappear Completely” a la incandescencia de “Paranoid Android”, incluyendo la recuperación de “Subterranean Homesick Alien” tras casi una década, “You and Whose Army?” y ese estratosférico final compuesto por “There There” y “Karma Police”.
Radiohead transitan, en efecto, por la inmensidad de su propio cosmos. Son un multigénero en sí mismos, además de una maquinaria perfectamente engrasada que, en directo, responde con autoridad ante cualquier tipo de tesitura, mientras se empeña en no repetir patrones. El combo inglés completó una hipnótica odisea trascurrida entre laberintos, márgenes imposibles, recovecos y complejos cambios de sentido, motivando la supuración de una amalgama de sensaciones casi imposibles de digerir en una única velada. Pura ciencia ficción.

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