Mucho más que una (puta) rave
Conciertos / Maz Basauri

Mucho más que una (puta) rave

8 / 10
Sergio Iglesias y Edu Gascón — 14-11-2022
Fecha — 11 noviembre, 2022
Sala — Social Antzokia / Basauri
Fotografía — Eider Iturriaga y Jon Goikouria

Primera jornada del MAZ Basauri, un festival que, año tras año, va consolidándose como un evento de referencia en Bizkaia, por su extraordinaria localización, en un teatro que cumple con todas las condiciones necesarias para este tipo de festis y, sobre todo, por la variedad de su oferta, en un cartel siempre bien equilibrado entre bandas consolidadas y grupos noveles que disfrutan aquí de sus primeras oportunidades. Este año, además, el festival cumplía su décimo aniversario, algo que tiene mucho mérito en los tiempos que corren y, sobre todo, con lo que hemos pasado estos últimos años. Así que, lo primero es lo primero: Zorionak MAZ Basauri!

El show del viernes se abría con el concierto de Full Cab, que llegaban al festival como flamantes vencedores de la edición de este año del concurso Rockein. En formación clásica rockera de cuatro miembros, Liam MCDonnell (Voz), Mikel Puertas (Guitarra), Asier Astorkiza (Bajo) y Natxo Atxa (Batería), se presentaba en sociedad esta banda que, con el tiempo, conseguirán quitarse de encima el miedo escénico que parecía atenazarles en esta su primera gran cita. Algo lógico, pues no tiene que ser nada sencillo abrir una cita de esta magnitud, aunque tengas cientos de conciertos a tus espaldas… imagínate lo que será para una banda que, prácticamente, acaba de empezar en esto. Pero hablando de lo estrictamente musical, que al fin y al cabo es lo que importa, la banda demostró solvencia y una gran capacidad a lo largo de los 40 minutos que duró un concierto en el que tuvieron la oportunidad de presentar los temas de su primer elepé, “Out of order”, con sonidos que deambulan entre el indie pop, el rock y sonidos más extremos, y con el pie siempre cerca del pedal de distorsión, preparado para romper esos momentos de falsa tranquilidad, que aportan sus escarceos con el spoken word en varios tramos del concierto. La verdad es que nos gustó la propuesta de una banda que, sin inventar nada, sabe llevar a su terreno las influencias del variado abanico de referencia que se podrían citar escuchando sus canciones. Algo que, por cierto, no vamos a hacer, ya que eso es algo que queda en el ámbito personal de cada uno y no quisiera ser injusto ni equivocarme; así que, simplemente digamos que Full Cab suenan a Full Cab y, si tienen oportunidad de demostrarlo, tienen un bonito camino por delante para demostrar lo que pueden hacer.

Tras un breve descanso, todo estaba preparado para dar inicio a “La Puta Rave” de Zahara, segunda parte de la gira de presentación de su disco “Puta” que, como todos y todas sabemos, recientemente se ha completado con la edición de “Reputa”, donde la jienense ha colaborado con otros artistas para revisar y versionar los temas de un disco que, pese a quien pese, ya es historia de la música estatal, por su mensaje y por suponer una revolución musical absoluta. Y es que, algún día sería interesante estudiar la metamorfosis o la evolución artística de Zahara, de cantautora a estrella de la pista de baile, y además, haciéndolo siempre bien en cualquiera de estas facetas.

Y si hay alguien que ha tenido mucho que ver en esa transformación y liberación de la artista, sin duda habría que nombrar a Martí Perarnau IV, su mano derecha (y, seguramente también parte de la izquierda) en los últimos años, y que ya estaba preparado en el escenario junto al también brillante Manuel Cabezalí. Tras el aviso a través de megafonía de que el mundo se iba a la mierda, comenzaba el espectáculo de bases programadas, sintetizadores y ritmos dance, junto antes de que entrara a escena la protagonista absoluta de la noche para interpretar una versión, si cabe más extrema, de “Taylor”, su personal homenaje a la artista americana Taylor Swift que, como ella misma ha reconocido en varias ocasiones, tanto le ha influido y de quien sonó el tema “Wildest Dream”, dando por iniciada una fiesta en la que lo importante era disfrutar, bailar y, como la propia Zahara nos recordó en un momento del concierto, “ser libres”.

Tras estos primeros instantes, sonó la adaptación a este formato de “El Fango”, una de las canciones de su etapa anterior a “Puta” que sonaron en los 70-75 minutos que duró el bolo. Para este tema, perteneciente a su trabajo “Astronauta”, Zahara se colgó la guitarra al hombro y demostró su complicidad absoluta con Martí Perarnau. Inmediatamente después y sin un segundo de descanso, sonaron los ritmos post punk de “El deshielo” a la que siguió “Crash”, ambas pertenecientes a su disco de 2015 “Santa”, y con las que el público ya se metió de lleno dentro de un espectáculo que, en mi opinión, tuvo su punto álgido con “Camino a L. A.”, una de sus mejores composiciones, la toque en el formato que la toque (la original está incluida en “La pareja tóxica” y es un tema que se acerca al stoner), y que cuenta con una letra sobrecogedora (“[…]Bájame el pantalón, saca el hambre atroz, escúpeme en la pena / Me enseñaste una vez que el dolor es mejor si genera dolor. […] Quisiera reventarte bajo mis pies, quisiera volarte la tapa de los sesos, bañarme con tu sangre, beberme tus excesos. No dejaré que nadie te salve del infierno. Pedirán perdón los que crean que merecen absolución […]”).

A continuación, llega el momento para Zahara de ponerse (literalmente) ante el espejo para reivindicar su espíritu coplero en “Dolores”, en la que se luce vocalmente, mientras repasa y adapta a su manera las letras de las grandes artistas del género, llevándolas a su terreno y dando paso a una versión pregrabada del “Pena, penita, pena”, actualizada a estos nuevos sonidos y que, sorprendentemente, se solapaba con el “Toxic” de Britney Spears, mientras en la pantalla se proyectaban los nombres de sus heroínas, verdaderas protagonistas de la noche: Taylor, Sansa, Rocío, Merichane, Lola, Britney, Dolores… Tras un interludio electrónico, nuevo cambio ambiental que da paso a otro bloque en el que salen a escena las bailarinas Olga Suarez y Paulina Coelho, antes de sonar “Joker”, pura esencia punk (sí, he dicho punk porque, digan lo que digan, “Puta” es un disco muy punki), y en la que Zahara saca toda su rabia en otra letra memorable y empoderada, demostrando que el disfrute no tiene que estar reñido con la reivindicación (“[…]Mientras nos grita que nos teme y desprecia, que somos unos putos rojos antisistema, vería que su odio, tiene que ver tan solo con que se ha querido muy poco / […]Que me sigo gastando lo que gano en intentar volver a ser un ser humano, en dejar de joderle la vida a los extraños, que todas esas veces quería gobernarlos, y en realidad, estaba reclamando mi propio reinado[…]”).

Enfilamos la parte final del concierto con “Merichane”, resumen perfecto y justificación de por qué era tan necesario un disco como “Puta”, y en el que Zahara escupe cada frase hasta terminar desencajada, presa de la emoción, y demostrando todo lo que la remueve por dentro esta canción, en la que se desnuda emocionalmente de una manera absolutamente desgarradora. Ya recompuesta de este momento tan emotivo que, sin embargo, no disminuye ni un ápice las ganas de bailar y disfrutar, suena uno de los grandes éxitos de la jienense: “Hoy la bestia cena en casa” y el “miau miau miau” retumba en el Social Antzokia, cantado a voz en grito por cada uno y cada una de las que nos encontrábamos allí. Pero si todo había sido una locura absoluta, todavía quedaba el fin de fiesta con “Berlín U5”, que, imaginariamente, nos transportaba inmediatamente a cualquier club de la capital alemana, y que se alargaba hasta los 20 minutos, en una orgía de sonidos machacones y luces que creaban un ambiente real de rave, de la que era imposible escapar hasta el final.

Así terminaba la primera jornada del MAZ Basauri, con la sensación de haber vivido algo muy especial, y preparándonos para lo que nos deparaba el segundo día, que también prometía… pero esa ya es otra historia y otra crónica. De momento, esto ha sido lo que deparó la noche de Zahara… ¿Quién me iba a decir que algún día yo iba a vivir y a disfrutar tanto de una rave tan salvaje? Parece que no estamos tan viejos como pensábamos.

Sábado - Intimistas, cálidos y cercanos

En la jornada del sábado el MAZ Basauri no llegó a colgar el cartel de no hay entradas pero la asistencia fue muy buena. No era para menos. Estaban anunciados dos nombres de esos con una gran trayectoria, calidad indiscutible y, si se me permite, leyenda: Nacho Vegas y Enric Montefusco. Unos artistas y propuestas diferentes a lo que vivimos en la jornada inaugural del viernes con Zahara pero que, como siempre que paran por estos lares, arrastran a un público fiel. Un buen cierre de celebración de este X Aniversario del MAZ.

Con puntualidad británica, algo que se dio durante todo el festival y que se agradece de veras, salió a escena Enric Montefusco acompañado de sus tres músicos: Bernie Sánchez (teclados y acordeón), Jaime del Blanco (violín y trombón) y Ramón Rabinad (batería y percusión). Durante noventa minutos sonaron once canciones bajo un sonido perfecto y una iluminación que acentuaba la sensación de calidez e intimidad. A eso le añadimos que el público respetó y no estuvo nada parlanchín en esos momentos en los que se requería silencio en la sala. Abrieron con “Adiós”, un tema de su primer trabajo “Meridiana” (2016) y con “Quien abre el camino” de su último disco “Diagonal” (2019). Dos canciones con las que el ex StandStill nos describe las trabas sociales y educativas que nos encontramos para conseguir una vida plena. Seguido presentó al grupo. “Ya sé que estaréis pensando que es muy pronto para presentar a la banda pero es que hoy es un concierto especial”, señaló Montefusco. Nos explicó que era el último concierto con esta formación. Esta semana presenta disco nuevo y el directo irá por otros derroteros más teatralizados.

Volvió a echar mano de “Meridiana” para regalarnos “Todo para todos”, uno de esos temas míticos de su carrera en solitario y que la gente coreó. Se hizo el silencio entre el público para escuchar con nitidez el suave comienzo de “Meridiana”, canción que dio nombre al disco ya citado. Una canción tan intensa como el retrato social de la clase media trabajadora. Una canción de esas llenas de olores y de un colorido inusual. No faltó el tema “Flauta man” con el que aprovechó a hablar de las clases de flauta en las escuelas y de las cosas que formaban nuestro universo de niños. De su último disco sonó la irónica “Hermosa España” en la que deambulan peinetas, tricornios, obispos y verbenas. “Tengo que hacer una sobre Cataluña”, bromeó. Siguieron con “¿Por qué me llamas a estas horas?” de su anterior banda StandStill. Un tema de 2006 surgido en ese momento crítico de su vida que significó no saber si debía continuar con el grupo o no. “De esa situación surgió el mejor disco”, afirmó.

Llegó al tramo final con “La primavera” y “Sombra de tu luz”. Esta última, dedicada a uno de sus hijos, es un tema muy emocional. Quizás sea el más emotivo de los que ha compuesto. “Ahora es la última. Me da mucha pena pero viene una nueva etapa. A esta banda la quiero mucho y sé que les va a ir bien. Esta es una canción para escapar hacia adelante”, explicó e interpretó ese himno esperanzador de StandStill, “Adelante Bonaparte”. La cosa no acabó ahí. Todavía hubo tiempo para que, como viene siendo habitual, se bajarán del escenario con sus instrumentos y sonase el “Todo para todos” sin enchufes de por medio. Más cercanía imposible.

A las once en punto llegaba el turno de Nacho Vegas. Escoltado por su nueva banda, Joseba Irazoki (guitarra), Hans Laguna (bajo), Manu Molina (Batería), Ferrán Resines (teclados) y Juliane Heinemann (guitarra y coros), presentó su último trabajo “Mundos inmóviles derrumbándose” (Oso Polita, 2022). Es verdad que ya lo presentó en Getxo y en el BBK Live pero, oigan, cada concierto del bardo astur es distinto. No les quepa duda. Allí estuvimos algunos de los que ya llevamos unas cuantas citas en él este año.

Antes de nada merece la pena destacar la iluminación en el escenario; simplemente impresionante. La responsable es una chica asturiana de cuyo nombre no puedo acordarme (y se me pasó apuntar). La cuestión es que se consiguió crear la atmósfera adecuada para unas canciones, las de Nacho Vegas, que ponen el color y ¡cómo no! también las sombras. Y es que durante algo más de hora y media el gijonés ofreció un set list con catorce temas más dos bises. Sonido también perfecto y un público entregado a las canciones de un artista que deambula entre la línea que separa al chico malo del melancólico. Ingredientes perfectos para un buen concierto. Y así fue. Arrancó con “Belart” la canción que abre su último álbum. Un tema de sonidos épicos en los primeros compases. Saludó y recordó que “hace once años que estuvimos aquí por primera vez”. Continuó con “Detener el tiempo”, un tema de “El manifiesto desastre” (2008) al que se le reconocen tintes dylanianos. “Ser árbol” no podía faltar. Hablamos de la canción anticipo de “Violética” (2018). Una balada que sonó perfecta y que el público cantó. “Vamos a tocar una canción en asturiano. Es una envidia tener una lengua tan bonita como la vuestra y tan normalizada”, declaró. Era el turno de “Muerre´l brenu”, una adaptación del tema de John Prine. Le siguió otra del último trabajo; “El don de la ternura”. Un tema que sonó delicado y en el que Vegas le canta al don o al lenguaje capaz de iluminarnos y de iluminar a otros. Otro de los temas más coreados y también imprescindible en el repertorio fue “Ciudad vampira”. Perfecta.

Tras “Esta noche nunca se acaba” y “Lo que comen las brujas” entró en una parte final en la que sonaron grandes temas ya habituales en el repertorio. Con voz afinada, firme y, sobre todo, convincente, Nacho Vegas desgranó las letras de “Ramón in”, “El mundo en torno a ti”, “Cómo hacer crac” o el que fue primer single del último trabajo “Big crunch”. Antes de los bises cantó con elegancia a esa ruptura amorosa que es “La gran broma final y “La pena o la nada”, canción que interpretó con Bunbury en aquel delicioso “El tiempo de las cerezas”. Hubo dos bises. Aunque esperados no por ello defraudaron. Solo con su guitarra empezó a interpretar con calma “El ángel Simón” hasta que se transformó en furia y ruido junto al resto de la banda que volvió al escenario. Y para el final, como no, “El hombre que casi conoció a Michi Panero”. Todo un temazo que el personal canta de principio a fin. Una canción que llena de humor (y anécdota con el megáfono incluida) un concierto pleno de intimidad y de letras que hablan de la vida cercana.

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