Anni B. Sweet, creciendo a cada paso

Los sueños, en distintas versiones, ocuparon buena parte del concierto en Madrid con el que Anni B Sweet ponía punto y final a una intensa gira que se ha prolongado durante casi un año y medio. Explicó casi todas sus visiones, con más o menos detalle, pero siempre con esa espontaneidad tan suya: “Tiene sentido, pero no”, dijo de la letra de “Oh I Oh I”, interpretada a renglón seguido con cierta teatralidad; sólo le falto evocar a Calderón de la Barca con aquello de que ‘toda la vida es sueño y los sueños, sueños son’. Los miedos, o más bien inseguridades, de"Oh, Monsters!" (2012) encajan también ahí, aunque la malagueña se muestra cada vez más solida, jugando una baza, la del directo, en la que siempre ha puntuado alto. Ahora más todavía, arrancando en acústico con “Mr. D” y enseguida tirando de la fuerza de “The closer”. Hay gorgoritos y puntuales momentos de lucimiento vocal, pero sin perder de vista la canción como referencia, especialmente en los temas posteriores a “Start, restart, undo” (2010). Aquellos primeros mantienen su encanto, como ocurre en “Motorway” o la pizpireta “A sarcastic hello”, que se revelan menores en comparación con sus composiciones más recientes. Aun así, también han crecido, adaptándose a una manera de hacer que, sin arriesgar en exceso, sí busca escapar de la comodidad en la que tranquilamente podría haberse instalado. No ha sido el caso, afortunadamente, de modo que la delicadeza es un camino, pero no el único; ni siquiera el más transitado en su puesta en escena.

Hay momentos de tormenta (“Gone if I close my eyes”), aunque quizá vendría más un mayor punto de furia para sortear la sensación de que, en realidad, todo sigue bajo control. Mejor aún en la intensidad de “Catastrophe of love”, resuelta de forma sobresaliente, como también “Goodbye child”, entre inflexiones eléctricas y una voz pletórica, hasta entregar sin querer la canción que Amaral lleva un tiempo intentando hacer para ganar adeptos entre la parroquia ‘indie’ (o lo que sea). Luego, después de “Ridiculous games 2060”, se metió en un pequeño jardín: primero con la versión de “Religión”, con el propio Noni de Lori Meyers, en una interpretación que no acabó de despegar entre que la una y el otro intentaban buscar la distancia adecuada al micro; tampoco “Remember today” estuvo entre lo mejor de una noche en la que Anni tuvo agradecimientos y dedicatorias para todos, en un carrusel de intervenciones (coincidiendo con algunos de sus temas primerizos, como “Lalala” o “Tumbado en mi moqueta azul”) que no hicieron ningún bien al ritmo del concierto. Curiosamente, fue la versión de la manoseada (y resultona, todo hay que decirlo) “Take on me” la que empezó la remontada, dando paso a “Getting older”. Recuperó sensaciones la malagueña, igual que con “Monsters”, que tuvo un aire fronterizo subrayado por la trompeta. Tenía pocas ganas de despedirse (“es difícil decir adiós a una gira como esta”), pero lo hizo con la estupenda “Shiny days” y un “nos vemos en la próxima” que nos devolverá a una artista que continúa creciendo a cada paso.