Tomar refugio

Cuando en 2015 Mathis Énard se alzaba con el prestigioso premio Goncourt por su novela “Brújula”, su nombre empezó a copar todos los periódicos de su país, como uno de los grandes referentes de las letras francesas. Hasta entonces, lo cierto es que solo unos cuantos le habían prestado atención, probablemente debido a que su especialización en las culturas árabes y persas no era un asunto demasiado interesante para nuestros vecinos, a pesar de tratarse de un país fuertemente islamizado. Por ello, ligeramente defraudado, pero también con ganas de profundizar en su pasión, pasa unos años en Oriente Medio hasta que se viene a vivir a Barcelona, donde acabará dando clases de árabe en la Universidad. Culo de mal asiento, en la actualidad vive en Berlín, producto de su otra pasión, el arte contemporáneo, hecho que le llevó incluso a abrir una galería en París. Fruto de esa atracción por cualquier forma de recreación artística está también su atracción hacia el mundo de la historieta gráfica. Por ello su encuentro en Granada con la dibujante nacida en Beirut Zeina Abirached estaba destinado a dar interesantes frutos, y de ahí nace este “Tomar refugio”.

Con un notable guion –algo que era de esperar– y un bonito y sencillo dibujo, nos encontramos con una historia de amor entre un joven berlinés y una chica siria, por un lado, y como se relaciona esta con un libro, cuyo nombre precisamente es “Tomar refugio”, que el primero lee. La unión funciona pero, para todo personal avispado, se habrán dado cuenta de la calificación de notable, y esta tiene una explicación. Por un lado, los textos de Énard muestran fehacientemente que no es alguien acostumbrado al género, y en ocasiones sufre para contar la historia con menos verborrea –en la acepción positiva del término– a como lo haría en una novela. Por otro, el dibujo de Abirached, siendo espléndido, nos recuerda demasiado a esa biblia del género que es Persépolis y eso, sin duda, le resta personalidad. Dos detalles que no deberían evitar que sigan trabajando juntos, porque la cosa, sin duda, promete crecer.