Temporada de Melocotones
Comics / Alba Flores Y Ángel Abellán

Temporada de Melocotones

6 / 10
Judit Monferrer Barrionuevo — 25-09-2021
Empresa — Andana Editorial

El sol pega con fuerza y quema las extremidades que quedan al aire libre, dejándolas de un tono rosado. El sudor cae sin parar y pega la ropa al cuerpo. Las moscas, las libélulas y los grillos zumban en un canto constante; son una eterna compañía que, junto a los colegas del trabajo, formulan una rutina casi milimétrica. La labor en los campos y en la fábrica parece la misma día sí día también, tras una cadena de montaje imparable y con unos compañeros encerrados en sus propios pensamientos. Lugares llenos de vida, llenos de gente, pero solitarios en realidad. Repletos de un silencio que apaga, poco a poco, los deseos y los sueños, y que aplaca la llama que titila en lo más hondo del corazón.

“Temporada de melocotones” (21) es la ganadora del III Premio València de Novela Gráfica, y es un proyecto conjunto de Ángel Abellán y Alba Flores. Estos artistas se hicieron con el primer puesto en el Creamurcia 2018 y a raíz de ahí empezaron a enfrascarse en esta novela gráfica. Fue él quien se encargó de guionizar la obra, a través de su propia y breve experiencia en una fábrica de melocotones, y ella fue la que ilustró el cómic. Uniéndose, surgió esta historia en la que seguimos la vida de tres mujeres de distintas generaciones, Paqui, Rita y Juli, que se conocen en el trabajo. Vemos qué tal les va, cómo crecen e involucionan y cómo se hacen más fuertes juntas, con un campo de melocotones como escenario de fondo.

Es difícil describir esta obra, ya que si bien tiene puntos positivos, también tiene unos cuantos que deslucen su potencial. Lo mejor aquí es la historia, en la que seguimos a estas tres mujeres. Vemos cómo se entrelazan sus caminos y cómo, a pesar de que no tienen nada en común, van estableciéndose los vínculos afectivos. Esa intimidad que va surgiendo entre ellas, junto con sus relatos propios, es lo más bonito de ver. Porque acaban siendo una found family. Son como una manada de lobos, cada una única e independiente, pero formando parte de algo más grande y mágico. Como las estrellas, que bailan solas y aun así unidas alrededor de la luna. Y de sus vidas somos testigos gracias a unos dibujos sencillos, poco detallistas, pero singulares. Podría decirse, sin embargo, que ese es uno de los problemas del cómic. Tanta sencillez, en la ilustración y en la narración, hacen de él algo poco memorable. El gran retrato costumbrista y la profundidad que aquí se esconden quedan deslucidas, quizá por el formato. Las escenas se confunden unas con otras, y lo mismo pasa con los dibujos, que de tan simples es difícil distinguir algunos personajes. Todo va muy rápido y no hay una línea temporal marcada, lo que evidencia errores de continuidad.

Representa que es 2009, sin embargo se habla de Netflix o de “La Casa de Papel” (17), lo cual, obviamente, no tiene lógica. En su conjunto, estos elementos restan al cómic, lo que es una pena, porque es innegable que cuando cierras el tomo, una sensación cálida se aposenta en tu cuerpo, como un abrazo reconfortante.

Por eso, merece la pena recordar que esa vida descolorida, que pasa en un bucle eterno, y esos compañeros inanimados, tan perdidos en sí mismos, son cosa del momento. El tiempo enmienda para bien y para mal los entresijos del día a día; los estira y los contrae, transformándolos en algo totalmente nuevo y diferente a cada vez. Así, al final, llega la sororidad y la camaradería, que convierten a los demás casi en parte de la familia. Y el trabajo empieza a ser reconfortante, como una parte más de ti. Un espacio anclado a la costumbre y a la época que, pase lo que pase, siempre seguirá allí. Y los sueños rotos, en realidad, dejan de importar porque, en el fondo, no hay mejor lugar que ese.

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