Paracuellos 9: Un “hogar” no es una casa
Comics / Carlos Giménez

Paracuellos 9: Un “hogar” no es una casa

9 / 10
Laura Madrona — 10-05-2023
Empresa — Reservoir Books

Con este noveno volumen, Carlos Giménez pone punto y final a uno de las obras capitales de nuestro cómic. Una obra inmensa. Un proyecto vital que ha crecido y madurado a lo largo de cuarenta y cinco años y al que ahora, no sin cierta nostalgia y tristeza, pero sobre todo agradecimiento, decimos adiós.

“Paracuellos” termina, pero la estela que ha dejado es tan brillante e indeleble que ha servido, y servirá, como faro para otras voces que han querido rescatar del olvido y visibilizar la historia de aquellos que siempre han quedado fuera de los manuales de historia. Antonio Altarriba, Paco Roca, Jaime Martín o Ana Penyas han recogido el testigo de Giménez en esa noble tarea de recuperar nuestra memoria histórica. Y es que, como Giménez explica en el prólogo, quería contar esta historia “porque pensaba que, si no la contaba yo, no la contaría nadie. Y yo quería que se supiese”. Su testimonio sobre los ocho años que pasó en los mal llamados “hogares” del Auxilio Social franquistas, explicado a través de los ojos de esos chavales famélicos que pueblan sus historias, no sólo es un valioso documento sobre lo que transcurría tras los muros de aquellas “cárceles” para niños, sino que se anticipa a esa labor de recuperación histórica mucho antes incluso de que existiera el término “Memoria Histórica”. No es extraño que las primeras historias de la serie fueran rechazadas por varias editoriales españolas: habían llegado demasiado pronto. No fue hasta su publicación en Francia cuando empezó a reconocerse el valor y la importancia de “Paracuellos”.

En este último volumen, volvemos a encontrarnos con algunas caras conocidas, como Peribáñez, Cagapoco, Piraña, Gálvez y, por supuesto, Pablito, ese alter ego de Giménez aficionado a los tebeos de “El Cachorro” y a dibujar, al que encontramos a punto de volver a casa y dejar atrás el hambre, el frío, las palizas, la religión fanática y esa ideología falangista que el régimen imponía con saña y sangre. Sin embargo, y a pesar de esas circunstancias penosas y terribles, Giménez deja pequeños resquicios por los que consiguen colarse la amistad, las risas, los sueños y las esperanzas. Aquí encontramos ya a unos personajes entrando poco a poco en la madurez, a los que Giménez ha dibujado más estilizados, más mayores, como si estuvieran a punto de empezar una nueva etapa y hubiera llegado el momento de separarnos de ellos.

Confieso que he cerrado las tapas de este cómic con esa melancolía que surge de las despedidas, porque estos personajes nos han acompañado a muchos lectores y lectoras a lo largo de muchísimos años. Las palabras de Giménez que acompañan a estas últimas historias, tanto en el prólogo como en el epílogo, resultan esenciales para comprender la trascendencia de una obra como “Paracuellos”. Sin el trabajo pionero de Giménez, todas esas historias reales, basadas en su propia experiencia y en la de otros compañeros, hubieran quedado ocultas. Y era necesario explicarlas. Era necesario contar para poder reparar.

 

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