Recuerdo un sketch parodiando una conocida página web, en el que veíamos a varios redactores tirando dardos a la diana como forma de elegir la temática más llamativa para su próximo artículo. No puedo evitar imaginarme así a Ryan Murphy, Brad Falchuk e Ian Brennan planteando las tramas de “The Politician”, pero especialmente planteando cómo hablar de una generación a la que creen conocer porque han leído dos think-pieces y han escuchado un podcast, y porque el sobrino de uno de ellos les ha contado que en su grupo de amigos son todos bisexuales y practican la anarquía relacional mientras luchan contra el cambio climático. Uno no puede dejar de tener la sensación de que a los creadores de “The Politician” les pasa como a su protagonista: Payton actúa como si conociese al pueblo mejor que nadie, pero en realidad sabe muy poquito de “pueblo” y lo que le mueve es otra cosa.
Esto no quiera decir que “The Policitian” no sea certera en ocasiones, y tremendamente divertida y mamarracha casi siempre. De nuevo, tenemos un bottle episode donde la serie sí se acerca más a esa sátira política que se supone que es, el estupendo “The Voters”. Y esta temporada se beneficia además de dos fichajes tan potentes como los de Bette Midler y Judit Light: es aparecer cualquiera de las dos en escena, y cualquier desinterés que pudieses tener se desvanece. También es una gozada ver a Gwyneth Paltrow tan entregada al desmadre, y no solo a eso: quizás la única escena dramática que funciona de verdad es la conversación que tiene con Payton sobre su futuro.
Y, al igual que pasaba al final de la temporada anterior, es ese futuro lo que nos volverá a tener atentos cuando se estrene la tercera temporada, porque la alianza entre Payton y Dede y la posibilidad de verles en la Casa Blanca no puede ser más prometedora. Por muchos altibajos que haya de por medio.
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