The Mandalorian

Desde que George Lucas volvió a poner en marcha en 1999 la saga galáctica más famosa de la historia con tres precuelas que generaron más rechazo que adhesión –solo ahora se están empezando a reivindicar por el fandom–, el universo Star Wars ha estado rodeado siempre de polémica cada vez que ha salido a luz una nueva entrega, precuela o spin-off del universo creado por Lucas. Simplemente hay que echar la vista atrás al pasado mes diciembre con el estreno de “Star Wars: Episodio IX. El ascenso de Skywalker” (19), una película que inició una nueva batalla campal entre fans y detractores. El filme de J.J. Abrams, para el que esto escribe un cierre estupendo y vibrante a una trilogía de notable alto, fracasó en el empeño casi quijotesco de contentar a todos los seguidores de la franquicia, un santo grial que no ha obtenido ninguna entrega posterior a “El retorno de Jedi” (83) –una película, por cierto, muy cuestionada en su momento–.

Pues bien, cuando parecía imposible, llega Jon Favreau, hombre fuerte de Marvel Films y de los remakes en imagen real de Disney, y lo consigue con una serie televisión que recupera la esencia original de la trilogía inicial de Lucas entregando el mejor spin off de la saga y uno de los mejores productos audiovisuales del universo expandido de “Star Wars”. “The Mandalorian”, situada temporalmente entre “El retorno del Jedi” y “El despertar de la fuerza” (15), es un cruce soñado entre los seriales clásicos de aventuras de los años treinta –sobre todo Flash Gordon–, las películas de samuráis –ojo a los paralelismos que presenta con la saga de “Lone Wolf And Cub”– y el western norteamericano.

Más allá del acierto de Baby Yoda, creado con un animatronic de la vieja escuela que le otorga una calidez y emoción especial y que convirtió “The Mandalorian” en un fenómeno viral en pocos días, la serie ideada por Favreau está llena de hallazgos: el carisma que despide el personaje que le da nombre, interpretado por Pedro Pascal y que hace pensar en los antihéroes del cine de John Carpenter; lo cuidados que están los personajes secundarios que se cruzan en el camino del protagonista (el cazarecompensas al que pone cara Carl Weathers, la ex-soldado al más puro estilo “Xena: la princesa guerrera” que interpreta Gina Carano, el inolvidable Kuiil al que pone voz Nick Nolte); o la elección de villanos de altura, un Werner Herzog sorprendente –¡Quién nos iba a decir que el cineasta alemán más cool del planeta acabaría apareciendo en el universo “Star Wars”– y un Giancarlo Esposito que promete grandes cosas para la segunda temporada.

En una era en la que todo se alarga como un chicle, se agradece que la mayoría de episodios de “The Mandalorian”, que, en un equilibrio perfecto, ofrecen una trama central y un puñado de aventuras autoconclusivas que la complementan, no superen los cuarenta minutos de duración. El uso de la economía narrativa y de una puesta en escena clásica siempre al servicio de la historia y de los personajes, hace pensar en el espíritu del mejor cine de serie B de aventuras y de ciencia ficción.