The Last of Us (T.2)
Cine - SeriesCraig Mazin Y Neil Druckmann

The Last of Us (T.2)

8 / 10
José Martínez Ros — 28-05-2025
Empresa — MAX
Fotografía — Cartel de la serie

“The Last of Us” de Craig Mazin y Neil Druckmann es, en su esencia, muy semejante al cómic “The Walking Dead” de Robert Kirkman. Ambos nos describen una serie de a veces turbulentas, a veces conmovedoras, a veces trágicas, relaciones humanas en un mundo devastado por una pandemia aterradora, que ha colocado la humanidad al borde de la extinción. Este panorama ha hecho que, para algunos supervivientes, las normas de convivencia que los seres humanos que hemos ido elaborando desde los orígenes de la civilización, carezcan ya de importancia, al tiempo que otros intentan aferrarse a ellas. La lucha es, básicamente, entre aquellos que han descendido al salvajismo (o al fanatismo religioso) y los reconstructores, con toda clase de contradicciones y ambigüedades.

Mientras que la representación de esto en las distintas adaptaciones a televisión de “The Walking Dead” fue, a nivel artístico, un fracaso total, “The Last of Us” que, como todos sabemos, surge de una saga de videojuegos de la desarrolladora Naughty Dog, continúa siendo una serie excelente. La segunda temporada adolece de algunos momentos de narrativa atropellada que, tal vez, habrían podido solucionarse con un par de episodios extra, pero se mantiene a un nivel muy alto, tanto por su pura fuerza visual como por la calidad de sus guiones e interpretaciones.

Otro punto en común entre “The Last of Us” y “The Walking Dead” (el cómic), es que, en los dos casos, nos hallamos con una estructura que debe muchísimo al western clásico que, como ya señaló Jorge Luis Borges, es la gran aportación de Estados Unidos al género épico. Los zombis, los infectados, funcionan más que nada como una especie de “otredad”, como las tribus de nativos en los westerns de los años cincuenta y sesenta del pasado siglo, una amenaza constante y mortífera, pero que no define los principales conflictos entre los protagonistas. El ataque a Jackson del segundo episodio es una recreación espectacular de muchísimos “asaltos al fuerte” que hemos visto en la gran pantalla. De hecho, el núcleo emocional de “The Last of Us”, la relación paterno-filiar que se establece entre Joel (Pedro Pascal) y Ellie (Bella Ramsey) deriva probablemente de que unía al viejo y cínico agente del gobierno y a la endurecida huérfana en “Valor de ley” (John Wayne y Kim Darby en la versión de 1969; Jeff Bridges y Hailee Steinfeld en la extraordinaria película de los hermanos Coen de 2010).

Esta segunda temporada viene marcada por un suceso demoledor, fatídico, cuyas consecuencias se explorarán a partir del tercer episodio. La narrativa se centra en Ellie, y en un dilema que es profundamente moral: ¿cuál es el sentido de la venganza? ¿De qué sirve perpetuar un ciclo de violencia en lugar de seguir adelante y hacer un poco más habitable un mundo en ruinas, como el que nos describe la serie? El mensaje que nos deja el (magnífico) sexto capítulo no puede estar más claro: la única esperanza reside en que alguien decida parar, en que alguien piense que lo puede hacer mejor que sus antecesores. Uno no puede evitar fijarse en que los hechos de los últimos años en Israel y Palestina reflejan con exactitud, de la manera más elocuente lo que sucede cuando nadie da ese paso, y el ciclo de revanchas y odios heredados se alarga a lo largo de décadas y décadas…

Por último, “The Last of Us 2” se beneficia de varias incorporaciones relevantes. En especial, la de Jeffrey Wright como Isaac e Isabela Merced como Dina. Los dos actores están estupendos en sus papeles, que no pueden ser más distintos, sobre todo a nivel simbólico. Si el enfrentamiento entre lo que queda de la civilización y la barbarie compone el paisaje de fondo de la serie, Isaac encarna como nadie esas contradicciones que citábamos antes; podemos estar de acuerdo con sus fines, pero los medios que emplea lo convierten en el gran villano, incluso más que la Abby de Kaitlyn Dever, de esta temporada. Por su parte, Dina es, sencillamente, la luz que queda en un universo tenebroso de dolor y sangre.

 

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