Sin tiempo para morir
Cine - Series / Cary Joji Fukunaga

Sin tiempo para morir

8 / 10
J. Picatoste Verdejo — 01-10-2021
Empresa — Universal Pictures España
Fotografía — Archivo

Renovarse o morir. En su breve pero vitaminada intervención en “Sin tiempo para morir”, Ana de Armas quebranta uno de los tópicos procedimentales de cualquier película de espías y agentes secretos, el rigor de la contraseña. “El código”, dice literalmente. En la siguiente escena, el film rompe las convenciones de la propia saga Bond cuando, en el habitual encuentro a solas del agente 007 con sus bellas partenaires, se evidencia el nulo interés de la joven por caer en las redes seductoras del cincuentón James Bond, anteriormente irresistible. No ha sido ni será la única ruptura de los códigos Bond que realice la película, alguna de ellas traumática.

“Sin tiempo para morir”
es la última entrega de Daniel Craig como el comandante Bond, personaje que ha encarnado en cinco filmes, incluido el que se estrena ahora, desde hace quince años. Casualidad o no, el periodo Craig se inició cuando estaba acabando la serie “Los Soprano” que había revolucionado el panorama televisivo y reivindicado la ficción seriada. Viene esto a cuento de que el corpus de películas Bond de Craig tiene un poso de miniserie que no había tenido la saga en sus cuarenta años anteriores, más bien dada a una estructura, por continuar con la analogía, de episodios autoconclusivos. Empezó con el reboot “Casino Royale” (2006) y en el inicio de la que nos ocupa todavía se hace referencia al personaje de Eva Green, allí fallecido, además de que, entre otras cosas, vuelven a aparecer dos figuras importantes de “Spectre” (2015). Si bien Sean Connery tiene el indiscutible valor de mito fundacional y Roger Moore potenció el lado humorístico del agente, Daniel Craig, también coproductor de las dos últimas cintas por él protagonizadas, aparece dispuesto a dejar huella, pese a que no siempre ha brillado en el registro interpretativo –mal en “Spectre”, bien en “Sin tiempo para morir”–, como uno de los Bond más importantes y más adultos, con personalidad propia.

Como ya sucediera en otras entregas –“Skyfall”, por ejemplo–, y consciente del bagaje propio, “Sin tiempo para morir” hace guiños a la historia de la saga como “Agente 007 contra el Doctor No” o muy especialmente “007 al Servicio Secreto de su Majestad”, la única cinta protagonizada por George Lazenby, llegando incluso a incluir de nuevo en los créditos finales, en otro detalle insólito, la canción de aquella, la maravillosa y, para el que esto escribe, la mejor de toda la saga, “We Have All The Time In The World”, interpretada por Louis Armstrong.

Por todo ello, “Sin tiempo para morir” se revela como una cinta cuidada, consciente de su importancia y de su rango de punto de inflexión. Disfrutable también, no deja de lado la consabida espectacularidad de las escenas de acción. Y no solo eso: su inicio es sorprendente, tan brillante como insólito, fuera de la tradición Bond, para acercar la película, en un primer momento, al género de terror. En cambio, aunque su desarrollo es mayoritariamente fluido y deja un final para la historia, las casi tres horas de metraje provocan una última parte remolona –exceptuando el glorioso desenlace–, fruto de la autoconsciencia de una película que se sabe trascendental.

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