Saben aquell
Cine - Series / David Trueba

Saben aquell

7 / 10
J. Picatoste Verdejo — 28-10-2023
Empresa — Warner Bros
Fotografía — Cartel de la película

David Trueba muestra la carta del payaso triste en el biopic del humorista (y, antes, cantante) Eugenio, quien hizo de su oscura estampa, sus largas caladas y sus enigmáticos silencios señas diferenciales que lo convirtieron en todo un fenómeno; una armadura escénica que, en cambio, escondía, nos dice la película, inseguridades y una hermosa, pero triste, historia de amor. Es esa relación con Conchita Alcaide, con quien el futuro cómico dio sus primeros pasos en el mundo de la canción, de la que se sirve Trueba, inteligentemente, para situar la cinta. En vez de pergeñar un film río –delito fatal de muchos biopics que quieren condensar toda una vida en lugar de centrarse en un aspecto definitorio del biografiado–, “Saben aquell”, hablado en catalán y castellano, elige el marco temporal 1968-1980, que tiene como eje el matrimonio entre Eugenio y Conchita y la influencia de ella en la creación del icónico personaje. El resultado es una película alejada de sensacionalismos, cálida y romántica, en la que los detalles, como el título del film, son algo más que lo que aparentan ser.

Tiene además un uso eficaz de las ocurrencias del artista. Como si se tratara de una película protagonizada por un cantante que estuviera repleta de los clásicos de este, “Saben aquell” ofrece un buen catálogo de chistes que forman parte de la banda sonora (hablada) de varias generaciones que gozarán, con nostalgia, de ellos. En cuanto a los protagonistas, los dos superan con éxito sus particulares retos: la pacense Carolina Yuste, una Conchita magnética y natural, hace gala de un catalán inmaculado con mención especial para su versión del eterno “T'estimo” de Lluís Llach.

Por su parte, David Verdaguer, como Eugenio, merece un diez en lo imitativo, en voz y gestos. Sin embargo, el actor es víctima obediente de las limitaciones que le impone un papel sin escena catártica explosiva. Y eso delata el rigor de su trabajo: no puede lucirse emocionalmente porque traicionaría a su personaje.

 

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