Shorta. El peso de la ley
Cine - Series / Frederik Louis Hviid Y Anders Ølholm

Shorta. El peso de la ley

7 / 10
J. Picatoste Verdejo — 07-06-2021
Empresa — Toolbox Film
Fotografía — Archivo

Un pasillo en penumbra, unos gritos y el cuello de un joven negro presionado por un brazo policial. Balbucea: “No puedo respirar”. Las mismas últimas palabras que pronunció George Floyd antes de morir por la acción desmesurada de los agentes que lo detuvieron en mayo del año pasado en Minneapolis. Así empieza “Shorta. El peso de la ley”, una de las tres precandidatas de Dinamarca a los Oscar antes de que se decantaran por la etílica “Otra ronda” y debut en el largometraje de sus directores, en lo que, a priori, se podría interpretar como una declaración de intenciones oportunista de un film cuyo título significa policía en árabe. Sin embargo, la película, que se acabó de rodar siete meses antes del deceso de Floyd, está inspirada en un suceso ocurrido en Dinamarca en 1992 con un joven activista de izquierdas agredido por tres policías. Una alarmante coincidencia.

Este marco fuertemente vinculado con la realidad, en cambio, se desarrolla en la película en el ghetto ficticio danés de Svalegarden, un hervidero de tumultos a raíz del hecho con el que se inicia la cinta y en el que se encuentra la pareja de policías protagonista, ambos blancos. Aquí el film despliega una doble tensión, la exterior, llevada con eficacia y ritmo siguiendo planteamientos habituales en películas de género de supervivencia en territorio hostil (ya sean westerns, cintas de acción o de ciencia ficción), sobre todo cuando el coche patrulla queda inutilizado a las primeras de cambio y se han de valer por su propio pie, y otra de cariz interno, la relación entre los dos hombres; uno, violento, racista y de mente, a priori, unidireccional y el otro, templado y con más pliegues, como acredita una de las mejores escenas de la cinta, una detención improcedente por parte del primero.

En esa segunda vertiente es donde la película es más rica y desarrolla arcos de transformación creíbles de los policías hasta un giro final tan sorprendente como convincente. No obstante, aunque el guion muestra también habilidad en hacer converger los dos conflictos, en ocasiones aisladas fuerza la máquina con decisiones argumentales que demandan la indulgencia del espectador.

Esa voluntad de escarbar y remover las profundidades de los protagonistas se extiende a la mirada sobre el paisaje multicultural de la sociedad danesa actual ejemplificada en Svalegarden, un tratamiento que, con pocas pinceladas, huye de maniqueísmos y muestra la complejidad de la situación.

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