La primera película del italiano Filippo Meneghetti –aunque candidata para representar a Francia en los próximos Oscars– se abre con un inquietante prólogo que rompe cualquier expectativa creada ante un filme sobre un amor lésbico entre septuagenarias. Se trata de una escena protagonizada por una niña en un espacio abierto, pero sombrío, que no desentonaría en una película de terror y en la que el director descubre sus armas y advierte al espectador sobre la peculiaridad de lo que se va a encontrar. Así, “Entre nosotras” destaca principalmente por la puesta en escena de Meneghetti cuya cámara, iluminación y uso del sonido están al servicio de la expresión de un mundo secreto que se debate entre permanecer en el ostracismo o reivindicarse, salir no únicamente del armario, sino del país y establecerse libremente en el extranjero.
Esta dicotomía está representada por las dos protagonistas, amantes desde hace décadas y vecinas puerta frente a puerta en la actualidad: la impulsiva Nina (la fassbinderiana Barbara Sukowa), alemana trotamundos, y la viuda Madeleine (Martine Chevallier, actriz de larga trayectoria teatral en la Comédie Française y que en “Entre nosotras” consigue su papel cinematográfico más relevante), que teme contar la verdad a sus dos hijos; una sutil pulla de la película –dirigida por un extranjero– a cierta sociedad francesa todavía reticente en contraste con los vecinos teutones, tradicionalmente más abiertos respecto a amores homosexuales.
Si bien el aspecto formal de la cinta da relieve a lo que, sobre el papel, estaba condenado a ser un drama pulcro y bienintencionado, también en lo narrativo la cinta depara sorpresas. Meneghetti lleva hacia terrenos rayanos en el thriller una trama rosa que ya hemos visto en otras ocasiones, como en “Los puentes de Madison”: amor secreto de la madurez frente a la oposición reaccionaria de unos hijos incapaces de aceptar los sentimientos maternos recién descubiertos por ellos. Sin llegar a enfangarse en ámbitos –aunque flirteando con ellos– más propios de “Atracción fatal”, “Entre nosotras” utiliza como base de la tensión un concepto romántico del amor y el temor a perderlo. Ahí es cuando el guión del filme se siente más libre, más juguetón, más sorprendente, pero también tendente a excesos no siempre satisfactorios, aún cuando se puedan explicar por la voluntad de situar a los contumaces personajes en el extremo de sus convicciones. El Meneghetti director supera al Meneghetti guionista. Sin embargo, es “Entre nosotras”, que nunca cae en sentimentalismos ni edulcoramientos, una estimulante variación del modelo melodramático del que parte (y al que vuelve).
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