Muñeca Rusa (T2)
Cine - Series / Natasha Lyonne

Muñeca Rusa (T2)

8 / 10
Luis M. Maínez — 12-05-2022
Empresa — Netflix
Fotografía — Cartel de la Película

“Muñeca Rusa” vuelve con una segunda temporada en la que se certifica como una serie de fantasía, no-realista y con toques de ciencia ficción, cuando podría haberse quedado en maravilloso cuento de hadas. Con esta segunda entrega se confirma, además, como una de las mejores propuestas de Netflix en lo que lleva produciendo contenido propio.

La fusión tragicómica de la serie pone a Natasha Lyonne (creadora y protagonista) al servicio de la narración y del público en lugar de al servicio de sí misma; una rara avis en la comedia actual y todo un ejemplo de guión y dirección alineados. Hay algo del Woody Allen que escribe para sí mismo y algo del Woody Allen que juega con la fantasía y lo sobrenatural en “Muñeca Rusa”. Sin embargo, la serie se desembaraza de las comparaciones a los pocos compases de esta segunda temporada como ya hizo en la primera. Al mismo tiempo, encuentra un tono único con Natasha Lyoonne como médium: lo que deberían ser todos los intérpretes, el nexo entre el guion y la mirada del espectador.

Un guión que destaca por saber romper con el tipo de relato “repetitivo” de la primera temporada para jugar con el tiempo de otra forma. Sigue siendo el centro de la narración pero pasa de marcar la forma a marcar el fondo, de proponer un loop del tiempo del relato (las vueltas al baño de la fiesta) a introducir el tiempo como un elemento narrativo, como un escenario más.

Así, cambiando para volver a ser original, “Muñeca Rusa” vuelve a resultar brillante, y por lo tanto (dos, en estos tiempos, ya son multitud), entra en el grupo de vanguardia de la ficción televisiva posmoderna. La naturalidad con la que Nadia entiende y vive los cambios temporales es uno de los elementos, a priori menores, que engrandecen la serie y la convierten en un material para adultos. No hay explicaciones para rezagados. Si no lo entiendes, rebobina.

“Muñeca Rusa” es una de las series más bellas y mejor construidas de los últimos años. Una excepción en un panorama adulterado e infantilizado. Se nota que pertenece a esa primera hornada de series de Netflix que encandilaron al público antes de pasar a competir con Disney por qué plataforma desvirtúa más el cine y las series tal y como las entendimos durante décadas. Esta segunda temporada se sitúa a la altura de la primera en cuanto a creatividad, profundidad del discurso y los personajes y talento interpretativo, que solo se aleja de la perfección por cierta falta de ambición al señalar ciertos puntos (Por ejemplo, la relación de la familia de Nadia con los espejos) en el relato realmente prometedores, pero que hubieran supuesto un engorro narrativo.

De momento, no se han atrevido a dar ese salto, dejándonos a los espectadores algo huérfanos de explicaciones, pero, ¿no hay acaso algo mejor –y más posmoderno– que hacernos responsables de parte de lo que ocurre en la historia? ¿Rellenarla, nosotros, con lo que llevamos dentro? Con esas capas y capas de nosotros mismos, apiladas de menor a mayor, como en el interior de una matrioska, que conforman las diferentes etapas de nuestra vida y que comienza con antepasados que no conocimos, hace muchos, muchos años.

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