La Reina del Pueblo
Cine - Series / Raúl Navarro Y Víctor Santos

La Reina del Pueblo

6 / 10
Pablo Tocino — 30-09-2021
Empresa — Atresmedia Televisión
Fotografía — Archivo

En 2016, el cortometraje “La Reina del Pueblo” ganaba el Premio del Público en el certamen Cortos de Aquí y de Allí en Elda, precisamente el pueblo de su creador, el escritor y guionista Víctor Santos. En los años posteriores, Santos decidió convertir el corto en una serie, y llevó el proyecto a Atresmedia, donde se mostraron entusiasmados con la idea. Tres años y una pandemia después, se estrena la serie, dirigida por Raúl Navarro (“El vecino”, “El condensador de fluzo”) y escrita también por Navarro, en colaboración con Santos.

Lucía Caraballo, Omar Banana, Ana Jara y Cristina Colom son los encargados de dar vida al grupo protagonista, aunque destacan con papeles más secundarios Helena Ezquerro y Almudena Puyo, y por supuesto pesos pesados del reparto adulto como Roberto Álamo, Melani Olivares y Maite Sandoval (a quien, después de ver “Señoras del Hampa”, necesitamos en toda ficción que se haga en este país). Todos sus personajes viven con más o menos ilusión las fiestas de Polvareda de la Sierra, el “pueblo” del título.

“La Reina del Pueblo” tiene muy buenas ideas (una de las mejores es la mezcla de folclore llamada “Guerra Púrpura”), pero sufre de cierta bicefalia entre sus aspiraciones y sus resultados, y lo vemos claramente en la diferencia entre la brillantez de sus personajes adultos (Navarro saca todo el jugo de Estrella, del alcalde, de la madre de Inma, o del José Luis de Alberto Casado) y la irregularidad de su lado juvenil. Así, el mismo personaje puede dar en el clavo o parecer que pasaba por allí, dependiendo del momento, y el mejor ejemplo de esto es su propia protagonista, que solo empieza a interesarnos al final, cuando vemos un lado menos plano de su personaje. El resto del tiempo parece tan blanco y manufacturado como lo es, en muchas ocasiones, la propia serie, que no termina de saber qué hacer con otros personajes como Nicole (que pasa de ser una suerte de Dulceida a ser semi-desconocida según interese) o, vamos allá, Javi.

Omar Banana nos entrega a lo largo de los episodios momentos divertidísimos (ese “estáis muertos / ¡y tú estás muy bueno!”) y mil referencias por minuto (a veces un tanto forzadas, todo sea dicho). Y se entiende la intención de evitar que “ser gay” sea el conflicto del personaje... pero es que lo es. Porque debe haber un punto medio entre crear un dramón, y caer en un estereotipo que parece sacado de los momentos más caricaturescos del Tony de “Aída”. Solo que, pequeño detalle, veinte años después. Y, otro pequeño detalle que lo hace especialmente problemático, cuando el estereotipo andante es el único personaje homosexual de la serie.

La bicefalia de la que hablamos antes se nota también en la banda sonora de la serie, que parece querer aclarar todo el rato que su acercamiento al costumbrismo es de una manera irónica: sí, te plantamos al final el “Yo quiero bailar” de Sonia y Selena, pero el resto de momentos musicales de las fiestas del pueblo te metemos a La Dani, Pantocrator, Soleá Morente o Samantha Hudson. Que todos ellos molan mucho, pero no estoy muy seguro del motivo por el que realmente les han querido meter.

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