Furia
Cine - Series / Oliver Abbou

Furia

6 / 10
Luis M. Maínez — 09-05-2020
Empresa — Netflix

Dice Slavoj Zizek que la maldad es profundamente espiritual, “en cierto sentido, más espiritual que la bondad”. Algo así queda plasmado de manera demasiado evidente en “Furia”, la nueva producción francesa de Netflix.

La película, basada en hechos reales, cuenta, a medio camino entre “El Proceso” kafkiano y el descenso a los infiernos de Dante, como Paul, un profesor de historia de instituto, negro, “casado con una blanca, propietario”, pierde su casa a la vuelta de vacaciones porque la niñera de su hijo y su marido les engañan para firmar un contrato de alquiler redactado con mala fe. Se la okupan, vamos. Y ellos, mientras su matrimonio se viene abajo y pleitean con el Estado y la Administración, tienen que irse a vivir en su caravana a un camping que –casualidad– regenta Mickael, un salvaje y atractivo conocido de Sophie, la esposa. Un percal que abre la puerta al mal de par en par. Un mal que termina calando en Paul, viendo como sus buenas maneras y su bondad no le llevan a ningún lado.

Así, nuestro protagonista, habitualmente dócil y manso, en su trabajo y en su relación, se acaba uniendo a Mickael, un diablo que le abre las puertas del pecado. Algo que, unido a la incapacidad del Estado para tomar medidas y defender a los ciudadanos honestos y trabajadores a merced de los listos de turno, aboca al pobre Paul a dar un paseo por el wild side para recuperar su hogar que termina siendo menos atractivo que aterrador.

La película está bien. Se ve con facilidad y uno entra con ganas en el dilema de Paul y de su familia. ¿Cómo hacer justicia? y, la pregunta derivada de ésta, ¿Qué es la justicia? son las dos columnas que empiezan a vertebrar ‘Furia’ antes de que el infierno se haga presente en el mundo de estos burgueses franceses y entremos de lleno en otros debates como el del bien y el mal; el hombre contra la administración; la libertad absoluta como valor positivo o negativo e incluso las diferencias entre ciertas actitudes de hombres y mujeres cuando se acercan al mal. Todo aderezado con simbología evidente pero efectiva.

Los problemas con la cinta dirigida por el francés Oliver Abbou vienen de que las preguntas que planteábamos antes son la película. Nada más y nada menos. Tarantino, en apenas dos minutos de “The Hateful Eight”, reflexiona sobre la justicia con más cine del que hay en todo “Furia”. Las comparaciones son odiosas pero ayudan a poner en contexto la incapacidad del director francés de jugar con la sutileza a la hora de plantear cuestiones elevadas. Aun así, “Furia” consigue no ser previsible –pecado mortal para cualquier película– y que uno termine de verla planteándose aquello que la película pretende. Además logra dotar de esa espiritualidad de la que hablaba Zizek a la maldad. Siempre hay un rato para este tipo de cintas si se toman como lo que son.

 

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