Fast & Furious 9
Cine - Series / Justin Lin

Fast & Furious 9

5 / 10
Luis M. Maínez — 28-07-2021
Empresa — Universal Music
Fotografía — Archivo

La saga Fast & Furious ha reportado al espectador desprejuiciado y coloquial algunos de los mejores momentos de cine en los últimos años. El cine como entretenimiento -su premisa inicial antes de considerarse un arte-, requería entenderlo como un artificio que sorprendiera al espectador gracias a unos efectos visuales y unas propuestas narrativas que eran nuevas para todos al tratarse de un medio nuevo. La saga de Dominic Toretto ha logrado, durante muchos de sus episodios, atrapar la magia del cine en estado puro a través de dos premisas tan sencillas como espectáculo y velocidad. La saga subía la apuesta una y otra vez en cada película a partir de una ‘Tokyo Race’ que quedó como rara avis incomprendida, llegando en ‘Fast 5’ a encontrar la fórmula que hasta el día de hoy se repite. Esta escalada en imposibilidad requería de un espectador cada vez más determinado en pasar por la suspensión de la incredulidad* ((*suspension of disbelief en inglés, un término que los guionistas utilizan para hablar del salto de fe que da un espectador al entrar en el mundo de una película o serie) (NdR) para poder entrar en el juego que propone la saga ‘Fast & Furious’, algo que es imposible de hacer en esta novena entrega; es demasiado mala como para dejarse llevar por ella.

El guión, en la saga, que nunca fue lo más importante, ha pasado a tomar relevancia por su surrealismo. Es imposible apartar los oídos de frases y chistes tan malos. Merecería la pena probar una versión sin diálogos de la película, se entendería exactamente igual y no provocaría tantos momentos vergonzosos. Cada vez que un personaje habla dan ganas de girarse a buscar complicidad con el de la butaca de al lado como se hacía en el colegio cuando el profesor se equivocaba, con la excepción de que cualquier profesor que se equivocara tanto sería despedido.

Justin Lin vuelve a dirigir la saga después de un par de entregas fuera y de haber sido el responsable de encontrar la fórmula actual con aquel crossover que fue unir a The Rock con Vin Diesel. Las jugadas de ese tipo no salen bien siempre. Con John Cena, en esta ocasión, no sale bien. El que fue el ídolo de una generación en Pressing Catch está tristemente paralizado. No sé si fruto de una llave o del consumo de anabolizantes. Apenas puede gesticular y es incapaz de transmitir ninguna emoción. Tampoco puede sacar provecho de medir 200 cm de diámetro, el tamaño le ha hecho incapaz de mover su propio cuerpo.

Más allá de esto y sin hacer spoilers que llevaran al lector a perder toda intención de ir al cine a ver ‘Fast & Furious 9’, nos encontramos ante una película que funciona como espectáculo cómico. Un teatro del absurdo a 200 kilómetros por hora donde hay espacio (bien) para la metaficción y el metahumor: los personajes ya tienen conversaciones sobre si serán inmortales después de haber sobrevivido a todo lo que les ha pasado sin un rasguño. ¿Una sátira de sí mismos? A uno le cuesta imaginar que pensará el equipo de la película cuando llegan a su casa después del rodaje de algo así.

A pesar de todo esto, que sería suficiente para mandar al desguace cualquier película, la saga ‘Fast & Furious’ resiste gracias a un despliegue de valores morales absolutamente pasados de moda (por desgracia) y que priman la familia, los lazos, el amor y la amistad sobre cualquier otro aspecto. Algo que ha pasado de ser algo minoritario a único en el ecosistema Hollywood, mucho más preocupado en estar actualizando todas sus creencias una y otra vez que en hablarnos a los que todavía no hemos roto lazos con nuestra gente para entrar en una dinámica de masturbación, TV a la carta y comida a domicilio. Ahí y en la relación entre Dominic y Bryan (el personaje del fallecido Paul Walker) están los mejores momentos de la cinta. Si ‘Fast & Furious 9’ sigue siendo válida es precisamente porque representa el mundo antiguo, el del cine como experiencia colectiva (la caña de después, la vuelta a casa charlando) y no el de las plataformas de streaming personalizadas algoritmo mediante; el de la familia y la unión frente a la atomización social y la soledad digital. Cosas feas a las que cada vez nos vemos más abocados con la complicidad de casi todos: Toretto es una excepción maravillosa y vergonzosa al mismo tiempo, como casi todo lo real y verdadero.

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