El oficial y el espía (J'accuse)
Cine - Series / Roman Polanski

El oficial y el espía (J'accuse)

8 / 10
Rubén Romero Santos — 07-01-2020
Empresa — Caramel Films

Para los no iniciados en el mundo del periodismo: el Caso Dreyfus es uno de los más célebres de la historia de la prensa escrita. Recibe su nombre del oficial francés acusado de traidor a la patria y espía alemán en 1884, tras un juicio de pruebas inventadas justificadas en el origen semítico del falso culpable. La posterior denuncia de Émile Zola llevaría por título “Yo acuso” (J’accuse) y constituiría una de las obras maestras del editorialismo. Es evidente el interés de Roman Polanski en este hecho histórico pues no es difícil trazar una analogía entre Dreyfus y el propio Polanski al que la justicia estadounidense persigue desde 1977, cuando reconoció haber mantenido relaciones sexuales con la joven de trece años Samantha Gailey (consentidas, según él; sin consentimiento, según ella). Cree Polanski que él, como Dreyfus, ha sido injustamente condenado y que en su castigo ha pesado no poco su origen judío. El filme debe entenderse, pues, como una recreación histórica, pero también como una reflexión acerca del papel que juegan los acusadores y la falibilidad inherente a todo juicio.

Polanski, más en forma de lo que se le supone a sus ochenta y tres años, abraza enamoradoramente el CGI como otro ilustre abuelete llamado Martin Scorsese: recrea los escenarios del París pre-cinematógrafo remedando a clásicos de la pintura impresionista como Éduoard Manet y su “Le déjeuner sur l’herbe” o del puntillismo como Pierre Seurat y su “Bañistas en Asnières”. Eso, siendo una novedad, no es tan interesante como otros dos recursos visuales antagónicos y complementarios: por un lado, el espacio exterior, dominado por la falsa objetividad de los jerifaltes acusadores, expresada en ese constante juego de observación a través de prismáticos, telescopios y demás lentes que permiten involucrarse en el caso sin pringarse en el sufrimiento humano; por otro, en el cada vez más claustrofóbico espacio interior de la oficina que alberga a Georges Picquart (un formidable Jean Dujardin, frente a la insoportable caricatura que de Dreyfus realiza Louis Garrel), responsable directo tanto de la inculpación primera de Dreyfus como de su exculpación posterior. Es en el retrato de esas cuatro paredes cuando asistimos al Polanski más magistral, al retratista de la podredumbre doméstica de clásicos como “Repulsión”, “La semilla del diablo” o “El quimérico inquilino”. Nadie ha filmado ni filma los interiores como un Polanski que sabe por viejo… y, probablemente, también por diablo.

 

 

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