Atenea
Cine - Series / Romain Gavras

Atenea

7 / 10
Luis M. Maínez — 29-09-2022
Empresa — Netflix
Fotografía — Fotograma de la película

De los primeros diez minutos de “Atenea” uno no sabe si le impacta más la durísima escena inicial, en la que un grupo de jóvenes de la barriada helénica se alza en armas contra la policía que supuestamente acaba de asesinar a sangre fría a un menor, o la alucinante, impresionante, loquísima dirección plano secuencia legendario mediante de Romain Gavras. Cuando quieres darte cuenta, estás parpadeando como un cervatillo en mitad de la carretera a punto de ser arrollado por el talento visual de un director de culto como Gavras que da el salto al mainstream gracias a la apuesta de Netflix por su pluma fílmica. Arrollado es la palabra que mejor define lo que se siente al asistir a la narración marca de la casa del director francés, que firma una tragedia terrible y, al mismo tiempo, terriblemente estética.

La posibilidad de una “Atenea” es estremecedora. Francia como estado golpeado por su historia y su presente; por una política burocrática e incapaz de aportar soluciones reales al problema de polarización y desprotección no solo de la población de origen inmigrante arrastrada a los suburbios de chabolismo vertical sino de una población de clase media, anhelante de un mundo fácil de entender, que se ve arrastrada a un conflicto entre los grupúsculos ultraderechistas, una policía funcionarial y la rabia y el odio de los jóvenes de los ghettos de los que salir se convierte en una utopía indeseada. Francia como posible estado fallido en el que la ley pequeñoburguesa de la República se queda corta y roma, incapaz. La tragedia de la familia de Abdel y Karim, la tragedia de Abdel y Karim (Abel y Caín), ante el asesinato salvaje de su hermano de trece años, en el contexto de una guerra no sé si civil pero sí urbana, en la que los rostros de cada uno se desfiguran ante una realidad que golpea, humana y socialmente, una y otra vez, es de tan de corte clásico como el nombre del vecindario que sirve de campo de batalla campal para una lucha que trasciende a los colectivos y se personifica en los héroes (trágicos), “Atenea”.

Romain Gavras se sitúa en el ojo del huracán, en mitad de una guerra, de un conflicto que nos golpea y nos hace mirar nuestra vida apacible como una construcción débil y artificial, una pompa de jabón fragilísima, que solo nos eleva aparentemente sobre la naturaleza humana, y lo hace sin contar con trincheras físicas –la cámara recorre cada recodo que la destrucción habita–, pero desde una cierta trinchera estética, que sirve para capturar la realidad cruda y sin adulterar y que sus críticos señalarán como frivolidad ante la tragedia. Es comprensible y justificable desde la razón y desde una concepción del cine social tradicional: los peligros de estetizar la debacle y demás conceptos manejados desde ciertas posiciones ideológicas y artísticas.

Sin embargo, y a pesar de que el peso específico de la razón nos aplasta a veces con sus argumentos, es imposible no disfrutar de la belleza –y eso también tiene su catarsis– con la que Romain Gavras –curtido en varios filmes, pero sobre todo en infinidad de videoclips– dibuja en el aire la descomposición de una sociedad, la francesa, que podría ser la tuya, pero más aún de unos hombres que caminan en una línea fina entre el dolor y la rabia y las promesas de redención, cada vez más difíciles de hacer.

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