La precuela de “Verónica” inauguró esta edición del festival de Sitges, lo que nos ha servido como excusa para charlar con el cineasta valenciano sobre gore católico, cine en vertical, Roger Corman y fantasmas dados de alta en la seguridad social.
¿En qué momento te das cuenta de que el personaje de la hermana Muerte tiene el suficiente potencial para convertirse en un spin off?
Esa sensación la tuve desde el guion de “Verónica”. Pasa mucho eso de enamorarse de un personaje que ha tenido poco espacio para desarrollarse. El concepto de una monja ciega llamada hermana Muerte ya me parecía muy atractivo por sí mismo, pero no me podía sacar de la cabeza el momento en el que, en “Verónica”, se señala los ojos y afirma que ella misma se ha provocado la ceguera. Esa frase abría infinitas puertas. Es un personaje que sale en dos secuencias y tiene poquísimo diálogo, pero que ya sobre el papel nos parecía inagotable. Incluso sacamos un cómic llamado “Hermana Muerte” porque ya teníamos esa sensación. Aún así no teníamos intención de hacer una película sobre ella. Todo esto surge de esa segunda vida que “Verónica” tuvo en Netflix, mucho más intensa internacionalmente. Toda esa atención generó un interés por parte de la plataforma que se alargó durante años. Creímos que era la oportunidad perfecta.
Se ha hablado mucho en Sitges de esta precuela como puerta a un Plazaverse, con “Verónica” como “Expediente Warren” y “Hermana Muerte” como “Annabelle”. Ahora que te referías a esos personajes secundarios de los que te enamoras incondicionalmente, me preguntaba si hay alguno en tu filmografía que pienses que podría merecer su propia película o si crees que todo esto del universo cinematográfico debería acabar aquí.
Con Jaume Balagueró siempre fantaseamos con la idea de explicar la historia de la niña Medeiros. Es un caso muy parecido al de la hermana Muerte. Es un personaje que aparece poquísimo en “REC” pero que tiene un peso brutal en todo lo que hicimos. De nuevo, se publicaron unos cómics de la película en los que explicábamos algo más sobre su origen vinculado a un convento en Portugal (siguiendo un poco con mi obsesión con los conventos). Llegamos a plantearnos hacerla, pero yo creo que no va a ocurrir.
"Yo soy niño de colegio de curas. Toda la imaginería religiosa ha formado parte de mí desde la infancia"
Algo que me obsesiona de la película es como conecta muy visceralmente con un terror infantil muy generalizado vinculado a la iconografía católica. ¿Tu acercamiento a estas imágenes te viene de pequeño o es algo que se va construyendo más adelante?
Yo soy niño de colegio de curas. Toda la imaginería religiosa ha formado parte de mí desde la infancia. El hecho de que las imágenes de un Cristo ensangrentado fueran accesibles para nosotros ya a los siete u ocho años es algo que te acaba marcando. Recuerdo cómo nos contaban las historias de los mártires. A San Lorenzo lo quemaron vivo, a Santa Lucía le arrancaron los ojos y a Santa Águeda le amputaron los pechos. Estas narrativas son accesibles a los niños porque se camuflan en la religión, pero te acaban metiendo imágenes muy cabronas en la cabeza. Con diez años eso te aterra pero a la vez te genera cierta fascinación. España, al igual que Portugal o Italia, es un país con una historia del arte muy vinculada a la religión. Estamos muy acostumbrados a ver estas imágenes por mucho que, en esencia, sean políticamente incorrectas.
En “Hermana Muerte” recoges el testigo de las últimas películas de Dario Argento y Victor Erice y construyes una historia alrededor del acto de cerrar los ojos. ¿Qué significa este gesto para ti?
Lo que me apasiona de “Hermana Muerte” es que presenta la idea de que para ver haya que quedarse ciego. Es una imagen contradictoria pero preciosa. Me recuerda al final de “El hombre con rayos X en los ojos” de Roger Corman, en el que para ver tienes que mirar con algo que no sean los ojos. Esto nos habla del engaño de los sentidos. A mi protagonista los ojos la están engañando. Tiene un anhelo por ver que sólo puede abrazar decidiendo cegarse a sí misma.
Esta dicotomía entre ver y no ver es la columna vertebral de todo el apartado visual de la película, llena de ideas potentísimas relacionadas con los ojos y las cámaras subjetivas. La búsqueda de estas imágenes capitales está presente en toda tu filmografía, lo que me lleva a preguntarte si, a la hora de imaginar tus películas, aparecen antes las imágenes o las historias.
Intento trabajar a partir de imágenes. El cine empieza donde acaba la trama. La trama es el terreno de la televisión. Pienso que el cine que me interesa es el que se obsesiona con cómo contar una historia y en el que la imagen pesa más que el texto. Igual que hace diez años, con el auge de HBO, se decía que el mejor cine estaba en la tele, siento que a día de hoy la mejor televisión se está viendo en el cine. Creo que me interesan mucho directores como Panos Cosmatos, Yorgos Lanthimos, Robert Eggers o Albert Serra porque priman la fuerza expresiva de una imagen más allá de la historia que expliquen. Más concretamente, creo que el cine de terror demanda la presencia de imágenes icónicas. La imagen de la niña Medeiros cubierta de verde en “REC” está muy por encima de todo lo que podríamos haber escrito en guión. Las pesadillas también se estructuran en torno a imágenes muy potentes. Como cineastas de género debemos aspirar a eso.
Estoy totalmente de acuerdo en que vivimos en un momento donde los formatos (cine y tele) son cada vez más difíciles de diferenciar, más aún con la llegada de las redes sociales. Hace un tiempo dijiste que si tuviérais que hacer una nueva entrega de “REC” la rodaríais en vertical, imitando el estilo de Tik Tok. ¿Cómo te relacionas con estas nuevas formas del audiovisual?
Darle la espalda a la realidad no es una actitud muy positiva. Me encantaría que siguiera habiendo diez cines en la Gran Vía y que la gente de diecisiete años siguiera teniendo el cine como actividad de ocio preferida. Yo soy muy cinéfilo, pero creo que ahora mismo veo mucho más cine en casa que en el cine. Si lo hago yo, imagínate un chaval de quince años. Eso no es bueno o malo, simplemente es lo que es. Creo que refugiarse en nostalgias de cómo nos gustaría que fuera el mundo no conduce a nada bueno. Si ahora hiciéramos 'REC' tendría todo el sentido hacerla en Tik Tok, aunque no la vayamos a hacer. Pero quizás los Jaume y Paco que tienen veinte años menos que nosotros se lo estén planteando. Es una manera de estar conectado con la realidad que te rodea.
“Si ahora hiciéramos 'REC' tendría todo el sentido hacerla en Tik Tok, aunque no la vayamos a hacer. Pero quizás los Jaume y Paco que tienen veinte años menos que nosotros se lo estén planteando”
En “Hermana Muerte” vuelves a trabajar con Almudena Amor, la protagonista de la maravillosa “La abuela”.
También repite Maru Valdivielso, octava vez que trabajamos juntos ya. Cada vez me gusta más pasar tiempo con gente que me cae bien. Levantarme cada mañana para ir a un sitio a trabajar con gente que me gusta, con la que comparto una sensibilidad y con la que me apetece ir a tomar algo después del rodaje es algo que valoro mucho. Tengo mucho cariño a Almudena porque “La abuela” es una película que significa mucho para mí. Me encanta trabajar con gente que, además de ser muy buenos en lo que hacen, no me dé pereza verles. En el lecho de muerte no te va a importar tanto si tus pelis fueron buenas o malas, pero el rato que pasas con la gente que quieres no te lo quita nadie.
En tus películas sueles entrar en contacto con temáticas, argumentos e imágenes relacionada con lo paranormal y lo prohibido que muchos no querrían tocar ni con un palo. “Hermana Muerte”, por supuesto, no se queda atrás. ¿Eres supersticioso? ¿Crees que un director de género puede permitirse serlo?
Soy muy supersticioso y para mí es una condena. Cada vez que me cuentan una superstición la incorporo, así que cada vez tengo más. Supongo que es por dedicarme a este género y no a otro, pero hay cosas con las que tengo cuidado. Cuando rodábamos “Hermana Muerte” sabíamos que había un fantasma en una habitación. Todo el equipo notaba algo raro y nos dijeron los bedeles que intentaban no entrar ahí por la noche porque sentían una presencia. Una vez supimos eso, Aria Bedmar y yo decidimos ir de vez en cuando a la habitación para hablar con el fantasma. Le decíamos que íbamos a rodar una película de buen rollo y que esperábamos que se lo pasara bien. Supongo que el pobre fantasma pudo disfrutar durante el rodaje de toda la marcha que no había sentido durante décadas y por eso nos trató tan bien. Es cierto que de vez en cuando manifestaba su presencia. A veces tiraba las sillas, abría las ventanas o hacía ciertos ruidos, pero yo creo que era para dejar claro que quería formar parte del equipo.
Se podría decir que “Hermana Muerte” tuvo a un fantasma de gaffer.
Pues prácticamente. Estuvimos a punto de darle de alta en la seguridad social, pero no pudo ser.
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