Grupo salvaje
Especiales / Gang Of Four

Grupo salvaje

Marcos Gendre — 17-02-2020

El pasado uno de febrero se llevó a Andy Gill, una de las mentes maestras de la revolución post-punk, a finales de los setenta, y cabeza de león de los imprescindibles Gang Of Four; seguramente, una de las diez bandas más influyentes de estas cuatro últimas décadas. No en vano, su huella en grupos como Fugazi o LCD Soundsystem proviene de una serie de acontecimientos como los que vienen a continuación.

El 26 de febrero verá la luz un EP póstumo, "This Heaven Gives Me Migraine", en el que recogen recogen las canciones en las que estaba trabajando Gill justo antes de su muerte, canciones a las que terminó de dar forma desde la misma cama del hospital.


Una banda post-punk

El día que Andy Gill y Jon King se encontraron en la Universidad de Leeds debería ser recordado como una de las cartas marcadas que el destino jugó en pos de la evolución del pop. De la gran fuente de alimentación universitaria que proveyó el concepto post-punk, Gill y King definieron dinámicas de pensamiento, en su caso, donde cabían desde la teoría crítica instaurada por la Escuela de Frankfurt hasta las películas de Jean-Luc Godard.

La procedencia de lo que se acabaría conociendo como Gang Of Four era una típica localización post-punk descentralizada de Londres. En este caso, una ciudad netamente industrial, oscura y norteña como Leeds, asolada por el desempleo. La misma de la que también provenían militantes de la tara estilística como Soft Cell o Mekons. Fue precisamente de uno de los miembros de estos últimos de donde surgió el nombre de Gang Of Four, mientras leía un artículo en el periódico donde se aludía al golpe contra “La banda de los cuatro”.

De Bertolt Brecht a J.G. Ballard, al igual que toda formación post-punk que se precie en aquellos años, el activismo cultural era un código de actuación inherente. Enfocar la hibridación punk-funk cubista desde pensamientos contextualizados por la deprimente estructuración social de la Inglaterra thatcheriana se tradujo en cuaderno de bitácora belicoso. La inercia predominante estaba dictaminada porque toda forma de pensamiento consensuada para las masas había nacido para ser cuestionada.

La chispa inicial

Resulta curioso que las raíces de un grupo que acabaría deconstruyendo la estructura y modismos rock proveniera de una banda pub-rock tan arquetípica como Dr. Feelgood. Aunque precisamente esa aura y dejes blues serían el hilo de la aguja con la que tejieron su Frankenstein particular de influencias; en su caso, unas muy marcadas por el primerísimo primer plano del bajo de Peter Hook en Joy Division y la intensidad escénica de Ian Curtis. Esta conexión con los de Manchester queda plenamente refrendada desde “Damage Goods”, el primer single de Gang Of Four, publicado el trece de octubre de 1978 por Fast Product, la misma casa donde también recalaron en algún momento de sus comienzos compañeros suyos como Mekons o The Human League, originarios de Sheffield, otra de las cunas más relevantes de las hordas post-punk.

En estos 3:34 minutos de agresión frontal, quedan definidos varios de los rasgos más reconocibles del estilo patentado por Gang Of Four. Entre ellos, el sonido afilado del rasgueo de Andy Gill con la guitarra y su interacción vocal con King, a quien, para la ocasión, acompaña por medio de un spoken word surgido de un brote cut-up burroughsiano.

El otro elemento inconfundible es el bajo de Dave Allen, cirujano del ritmo, esmerado en enhebrar líneas de alta tensión disco con pulsión esquizofrénica.
No hay respiro en un single que ya anunciaba lo que estaba por alunizar en unos meses dentro de la cosmología pop.

Fiesta marxista

Fue a través de “Entertainment!” (1979), su primer álbum, como Gang Of Four se labró un nombre indispensable para entender las claves sonoras que identifican a las camadas neo post-punk del siglo XXI, como Radio 4 o !!!, y la aleación hardcore-funk dispuesta por estandartes del post-hardcore como Fugazi o The Dismemberment Plan. Sin “Entertainment!”, el castillo de naipes se vendría abajo por combustión espontánea. Pero ¿por qué? Entre otras cosas, por la ira sexual enarbolada por King, que reduce el amor a un sentimiento de lujuria y prostitución emocional. Pero, sobre todo, la disposición del bajo, guitarra y batería: elementos, aparentemente, independientes que buscan las esquinas de un sonido tan afilado como el descrito en hallazgos con el peso de “Natural’s Not In It” o la imbatible “At Home He’s A Tourist”.

Pináculos de este calibre están basados en la fórmula “pregunta-respuesta” instrumental con la que Funkadelic armaron su funk tridimensional. Otro ejemplo fantástico es “Ether”, que porta el ADN de un disco que, junto a “Metal Box” de Public Image Ltd y “Unknown Pleasures” de Joy Division, conforman la Santísima Trinidad post-punk de 1979, el año de la gran revolución inconclusa.

Con el paso del tiempo, el instinto de Gill y su tropa por buscar los límites del espacio en “Entertainment!” hizo que este fuera reconocido como uno de los mejores discos de la historia en publicaciones como Rolling Stone y, más recientemente, por Pitchfork, que no dudaron en auparlo al top ten de los mejores discos de los setenta.

El eco instantáneo

Los efectos generados por “Entertainment!” no tuvieron que hacerse esperar hasta el siglo XXI. Dentro de la floreciente cosecha post-punk de aquellos años, el debut de Gang Of Four arreció con fuerza en bandas femeninas de aquellos años como Delta 5 y Au Pairs; esta última, comandada por la combativa Leslie Woods, cuya normalización del sexo desde sus letras resultaba tan brillante como la naturalidad con la que desplegaba en ”Playing With A Different Sex” (1981) un discurso crítico basado en una premisa: la descripción de rutinas diarias y no de panfletos épicos de impulso más emotivo que realista. Esta forma de documentar el entorno desde la contextualización en cinemascope es uno de los legados más importantes de Gang Of Four, aunque también de Green Gartside, mente maestra de primos lejanos suyos como Scritti Politti.

La mutación progresiva

La ruta marcada por medio de “Entertainment” (1979) quedó asentada con la publicación de “Solid Gold” (1981), hermano menor, aunque portador de filigranas art-punk como “He’d Send In The Army”, cuya fascinante interpretación en el programa televisivo The Old Grey Whistle Test, el 11 de abril de 1981, define al dedillo la rotunda expresividad de una banda que en directo es recordada por su agresividad atenazadora.

“He’d Send In The Army” es el escalón final de “Solid Gold”, seguramente, el otro eslabón más sólido de su discografía, aunque no tan significativo como el volantazo hacia terreno disco pegado en el siempre infravalorado “Songs Of The Free” (1982), en cuyo interior rugen odas al roce discotequero como “I Love A Man In Uniform” o “Life, It’s A Shame”, no tan lejana a los Simple Minds de “New Gold Dream (81-82-83-84)” (1982).

Tras cimentar un lenguaje sonoro de proyección, aparentemente, ilimitada, llegaría la debacle artística. La culpa, “Hard” (1983), un cuarto largo muy lejano en inspiración del resto de su discografía, que además coincidía con la cuesta abajo de la generación post-punk, ya mutada en nuevos frentes como el new pop, el synth pop o los new romantics.

A pesar del incomprendido “Songs Of The Free”, Gang Of Four no pudieron culminar la transformación que, por ejemplo, Joy Division materializó a través de New Order en modo techno pop o Scritti Politti, con Michael Jackson como nueva obsesión de Green Gartside.

La violencia innata del estilo de King y Gill no estaba hecha para la dulcificación pop. Ni siquiera en su retorno en los noventa, cuando retomaron el curso de sus motivaciones por medio de los irregulares “Mall” (1991) y “Shrinkwrapped” (1995).

Tuvo que ser en la pasada década cuando regresaron con fuerzas renovadas, retomando las virtudes que les dieron rostro en sus dos primeros discos. Resultado, una terna de álbumes tan estimables como representativos de una forma única de entender la perversión de la liturgia rock. La misma de la que han bebido bestias mainstream como Red Hot Chili Peppers (a quien Gill produjo el primer disco y con quienes las roces fueron constantes) y R.E.M., pero también figuras de la heterodoxia pop como St. Vincent. Ecos de la estela dejada por Andy Gill, una de esas contadas mentes inquietas que, tras su muerte, no dejará de seguir invadiendo el universo pop con una herencia literal y fantasma, al mismo tiempo.

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