Nora Krug nació décadas después de la caída del régimen nazi, pero la Segunda Guerra Mundial arrojó una larga sombra a lo largo de su infancia y juventud en la ciudad de Karlsruhe, Alemania. Para Nora, el simple hecho de su ciudadanía alemana la unió al Holocausto y sus atrocidades indescriptibles y la dejó sin un sentido de pertenencia cultural.
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