Cuando los carteles de los festivales se repiten miméticos durante toda la temporada, cuando la lucha por la audiencia se recrudece cada verano... ¿Cual es el secreto para mantenerse una década en cartel?. Al habla Israel Olivera, uno de los padres de la criatura. “Ojeando es único porque se hace en Ojén, donde el pueblo es el propio escenario, literalmente. Ha crecido poco a poco, siendo consciente de que su valor está en lo cercano, en lo próximo, en lo pequeño.”
Sin embargo, por Ojén han pasado todos los grandes del indie actual. Un reto para una organización amateur en esto, que ha ido creciendo con cada edición. Estefanía Merino, edil del Ayuntamiento de Ojén, es la otra pieza clave a la hora de apostar por un proyecto impensable hace diez años, pero que ha crecido con cada edición, con cada reto. “El concierto de Los Planetas en 2010, en pleno mundial de fútbol y con aquella tormenta que cayó en plena prueba de sonido, fue un punto de inflexión para el festival y tomamos decisiones que han derivado en el Ojeando actual”. Entre esas decisiones fue poner una entrada, hasta entonces era gratuito, y de alguna manera profesionalizar la producción del festival.
Aún así, el presupuesto se sigue cargando en su mayoría a las arcas del Ayuntamiento, que busca en el impacto turístico y su repercusión en los negocios del pueblo, la rentabilidad de la inversión. El equilibrio y la sostenibilidad es otra de las claves de Ojeando. “Un amigo me dijo que no podíamos morir de éxito y esa frase lleva estos años sonando en mi cabeza” reconoce Estefanía Merino. Tras una edición celebrativa y a la vez retrospectiva como esta, igual toca mover ficha de nuevo. Israel Olivera reflexiona sobre el que vendrá después del diez. “No queremos competir en la arena con otros festivales, no es nuestra filosofía. El décimo aniversario tiene que ser el impulso, el combustible necesario hacia un cambio. ¿Reinventarse? Quizá”.
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