Ver la luz
Entrevistas / Andrew Bird

Ver la luz

Redacción — 16-10-2007
Fotografía — Archivo

Su anterior disco, “The Mysterious Production Of Eggs”, fue una sorpresa en toda regla, una obra inteligente y mordaz. Afilado, gallardo y musculoso, aquel era un trabajo para sibaritas, una aplicada lección musical brillante como una sortija de muchos quilates. Para “Armchair Aprocrypha” (Fargo/Discmedi) se ha quitado el caparazón, y ha desnudado ese alma convulsa y maltrecha.

Andrew Bird nos ha ofertado una obra más dulce y digerible. Quita personalidad propia a su propuesta, se acerca a la figura del cantautor neutro, y, sin embargo, con esa clase habitual e innata que posee, firma piezas extraordinarias como “Plasticities” y “Heretics”. “Encontré más colaboración para preparar este disco. Nos fuimos a Minneapolis, un lugar oscuro y frío, en el que nos sentimos cómodos, pero no pasamos mucho tiempo allí. Rematamos el trabajo en mi casa de Chicago. Martin Dosh, colaborador activo en directo, se involucró y se empleó duro, y conté con un nuevo batería. Deliberamos menos, todo fue mucho más directo. Hay más energía positiva, es más limpio, abundan las melodías. En general suena todo con más alegría. Las ideas son muy básicas, todo es mucho más elemental”.

"La voz ha cobrado más importancia. Al fin he aprendido a tratar correctamente las voces"

Tras estar cambiando de registros y estilos constantemente, ahora se afianza como un cantautor seguro de si mismo, y el pop es el filón que quiere y debe explotar. “He combinado estilos todo el tiempo, y esta vez ha sido más sencillo, dos acordes y canción acabada. Una mayor felicidad y una musicalidad diferente”. En “Armchair Apochrypha” hemos descubierto a un cantante desatado, a un vocalista sobrio y elegante. “La voz ha cobrado más importancia. Al fin he aprendido a tratar correctamente las voces. Escuchando y cantando, he conseguido sonar más personal. Psicológicamente era susceptible de abandonar ese terreno, ya que centraba mis obsesiones en la composición, el violín y la guitarra, y era natural que olvidara tratar otros detalles”. Apariciones en festivales tan diferentes como Bonnaroo y el de Jazz de Montreal, y esa eterna obsesión por improvisar y cambiar las canciones cada noche son su patentada marca registrada. “Yo no vengo del pop, no tengo sólo quince o veinte canciones para elegir en mis conciertos. Yo siento que tengo que dar algo más, que no es suficiente con cumplir. Vengo del jazz, que es otra concepción. Intento mezclar ambos mundos, es como combinar a Louis Armstrong con John Coltrane”. ”Fiery Crash” aborda la situación actual de los Estados Unidos, y, además, Bird sigue preocupado por el medio ambiente, e incluso en su web recomienda páginas especializadas en las que recomiendan el uso del bio-diesel y el consumo de comida orgánica. “No es realmente sobre esa fecha (11-S), trata más bien de homicidios, de matar a personas. Es una suposición milagrosa, un tratado sobre la vida. No me gustan las canciones protesta, ese es un terreno abonado para el country. Es impredecible saber que sucederá con el mundo. No me gustar aturdir al oyente con demasiados mensajes en mis canciones, lo evito en los textos que yo escribo, pero si que estoy muy involucrado”. Hace unos meses, intervino por primera vez en el Show de David Letterman. “Fue cool. Era la primera vez que aparecía en la televisión nacional, y durante esos tres minutos tuve la sensación de que me estaba examinando ante todo el país. Fue una experiencia muy bonita, una sensación nueva para mi”. A Andrew Bird le sitúan entre el mundo mágico de Sufjan Stevens y Joanna Newson, y ese territorio acotado para músicos como Rufus Wainwright. “En las bandas ahora hay más instrumentación, musicalmente son más aventureros. No presto atención a los movimientos que me rodean. Trabajo para mi mismo, lo hago desde hace diez años y todavía estoy aquí, pero si me fijo en grupos que me gustan como My Morning Jacket, Midlake o Animal Collective”.

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