“Lo único que me preocupa es cómo reciba este libro la gente a la que quiero”
Entrevistas / Ricardo Lezón

“Lo único que me preocupa es cómo reciba este libro la gente a la que quiero”

Carlos Pérez de Ziriza — 27-11-2023
Fotografía — Archivo

"Lento y salvaje" (Plaza & Janés) es el primer libro de prosa de Ricardo Lezón (Getxo, 1969), el alma mater de McEnroe.

Estamos ante una autobiografía inusual, emocionalmente desenvuelta, literariamente jugosa sin ceñirse a ninguna clase de ortodoxia, como su propio periplo musical al frente de su banda. Un libro sensacional, extremadamente honesto, que me da la oportunidad de charlar con él a través de la pantalla del PC.

¿Qué sensaciones tienes en estos primeros días de tener el libro ya publicado?
Nervioso, y con mucho respeto. Y acojonado, sobre todo por la gente cercana que aparece en el libro y la repercusión que pueda tener con ellos. El resto me da un poco igual. Pero eso es muy potente.

¿Te ha costado ese ejercicio de introspección?
Me ha costado muchísimo. Mucho más de lo que creía. Tengo publicados libros de poesía en los que había algún relato, pero eran más amables. Siempre personales, porque a mí la ficción se me da muy mal, soy un inútil para la ficción. Aunque al final la memoria es la mejor escritora de ficción, tiene esa contradicción, porque todo lo distorsiona un poco. Pero estrenarme en prosa escribiendo sobre mi vida me ha costado mucho más. Fui un poco de sobradete al principio, y luego me di cuenta de que era mucho trabajo. También mis circunstancias vitales cambiaron y mi vida se me puso más patas arriba. Me ha costado mucho, pero también estoy muy orgulloso ahora de haberlo hecho.

"Hay un capítulo en el que cuento que la primera canción que escribí se llamaba “No me gustan los Stones”, porque yo era muy poco rockero"

El curso del libro tiene saltos en el tiempo, no es lineal. ¿Por qué?
La historia del grupo y de mi vida son un poco desordenadas. Comencé a escribir tratando de seguir una línea temporal, pero no era yo. No se me da bien. Me dije que si iba a escribir un libro sobre McEnroe y sobre mí, tenía que ser desordenado para que se pareciera un poco. Luego vino el trabajo con la editora, Cris (Lomba), a quien la pasé algo que puede ser considerado la pesadilla de cualquier editora: a ver cómo ordenamos todo esto. Creo que se tenía que contar así.

Repites a lo largo del libro que te cuesta verbalizar algunos de tus sentimientos, sobre todo aquellos que deberían ir dirigidos a quienes más quieres. Entiendo que el libro te ha dado la oportunidad de hacerlo.
Sí, pero el libro no nace con ninguna intención de ajustar cuentas, aunque sea difícil separarte de eso y pueda parecerlo. Hay muchas cosas en mi vida que las he dicho por medio de la música, de las canciones, y luego no he sabido decirlas fuera de ellas. Y muchas de esas cosas que decía en las canciones ni siquiera yo las entendía. No sabía descifrarlas. Me pasaba mucho con las canciones del principio. Letras que no sé qué quieren decir. No era capaz de decirlo de otra manera. En el prólogo hay una frase de Václav Havel que dice que somos varias personas, al menos dos: quien se enfrenta a mundo y quien somos realmente, y que ambos se pueden encontrarse en momentos de belleza. Y creo que la música era un yo, y el que estaba en el mundo era otro. Y me gustaría que el libro fuera el lugar donde ambos se encuentran.

Cómo nos cambia la percepción del tiempo y su gestión según nos hacemos mayores, ¿no? Dices en el libro “fumábamos porros en el parque mientras el tiempo se nos escapaba miserablemente, un tiempo que ahora iría a buscar a cualquier lugar”.
Incido muchísimo en eso con mis hijos: “esta tarde de mierda que estás pasando, luego la vas a echar de menos”, les digo. Pero bueno, ellos no lo pierden tan miserablemente como lo perdía yo, fumando porros en un parque (risas). Ellos hacen más cosas. Es una sensación que se me ha quedado con el tiempo. Por eso te digo que la memoria es una maestra de la ficción, también es un poco de nostalgia mezclada con… hay mucha gente que dice “jo, es que si volviera a nacer y tal, sería la hostia”. Seguramente si volviéramos a nacer seríamos lo mismo.

Tenías claro que la primera vez que te acostaras con alguien sería “para hacer el amor y no para follar”, dices. Me siendo identificado con esa reflexión, aunque seguramente no sea recomendable, esté en pleno desuso y siempre se haya considerado más un pensamiento de mujeres que de hombres.
No lo sé. La verdad es que me sorprendí escribiendo eso. Me ha pasado toda mi vida. Cada uno nos construimos nuestro refugio. Este no es un libro de nadie especial. Todos tenemos esta parte. Tampoco me gusta mucho la palabra “refugio”. Yo me hice como un castillo con el amor, lo idealicé un poco, y eso tiene partes muy malas, porque idealizar las cosas es el camino más corto a la frustración o a la decepción, pero también tiene sus partes muy buenas, que es vivirlo de una manera muy ilusionante y luminosa. Igual utilicé el amor como una forma de protegerme de todas las cosas que no me gustaban. Luego me he llevado decepciones, y seguramente yo he sido la decepción de otras personas, pero estoy contento de que haya sido así.

"Todos los que nos dedicamos a algo como esto, estamos en el alambre"

“Lo peor de que te dejen de querer es que dejas de quererte”, dices acerca de tu primera ruptura, en 1996.
Este libro no pretende ser una historia generacional, pero creo que esto nos ha pasado a todos. Yo me he sujetado muchas veces en el amor de los demás, y es un error inevitable. Ni siquiera te sientes a salvo del todo sabiendo que lo estás haciendo así. He sentido eso cuando se rompía una relación muy fuerte y de mucho tiempo, y a una edad en la que te marca mucho. Todas tus debilidades quedan tapadas por el hecho de que alguien te diga que te quiere. O que le gusta cómo eres, incluso cuando tú no te gustas a ti mismo. Y en el momento el que decide que prefiere no estar contigo, te vienen todas esas debilidades de golpe. Y sientes muy fuerte que no te quieres.

En lo musical, McEnroe estabais influenciados por grupos como Red House Painters. La saga de grupos de Getxo contaba con El Inquilino Comunista, Cujo, Los Clavos o Lord Sickness como grupos más visibles, y no tenían nada que ver. ¿Os sentíais bichos raros?
Hay un capítulo en el que cuento que la primera canción que escribí se llamaba “No me gustan los Stones”, porque yo era muy poco rockero. Veía el rock como algo asociado a la diversión y a lo lúdico, pero no a lo emocional. Al menos a mí no me emocionaba nada. A ver si me van a canear por decir esto, porque Alfon (Arana) de Cujo es mi mejor amigo y en el Inquilino Comunista tengo al marido de mi prima, me van a dar de hostias (risas). Pero a mí no me emocionaban nada. Me tomaba unas cervezas y me parecía divertido lo que hacían, muy guay y estéticamente muy chulo, pero realmente no me movían nada por dentro. Los que sí me movían eran estos tristes: Mark Kozelek, The Smiths… Jaime (Guzmán) y yo empezamos a tocar siendo muy malos, aún somos malos, pero entonces éramos peores, y creo que hubo un momento clave, que fue cuando decidimos no hacer versiones: aprender a tocar haciendo canciones. Y creo que eso era porque queríamos hacer algo que nos emocionara. La estética del rock nos interesaba muy poco. Y ahora tampoco me interesa mucho. Me interesa más el fondo, el utilizar la música como un vehículo emocional. Que no dudo que el rock también lo sea. Pero igual es como si fuese un coche que no me gusta o que no me atrae. O que no sé conducir. Nunca nos sentimos tampoco como parte de ninguna escena.

Has sufrido de ansiedad a lo largo de tu vida, pero cuentas que el dinero jamás ha formado parte de ella, al menos lo dices al recordar el momento en el que montas un bar. ¿Es esa la única forma de manejarte en una vida en la que ni has apostado por la música como medio de vida, porque pensabas que profesionalizarte arruinaría la emoción, ni tampoco has optado por continuar en trabajos ajenos a la música, porque te resultaban aburridos? Si es así, me parece envidiable, porque a mí, como profesional autónomo, sí que me genera cierta ansiedad.
Yo lo he pasado mal por dinero, como todo el mundo. Todos los que nos dedicamos a algo como esto, estamos en el alambre. No es tanto que no me quisiera profesionalizar con la música, sino que me daba miedo el saltar de eso que decía Kavafis, “las canciones sin más propósito que completarte”, que es lo que me hace feliz, a convertirlo en lo que te va a sujetar económicamente. Es una cuestión de miedo, mía. No es resultado de una decisión de “yo soy un tipo muy honesto y no voy a pasar por el aro”. No. Hay gente que ha tenido éxito y les admiro muchísimo y me gusta mucho lo que hacen. Y seguramente tengan más libertad que otros que no han tenido éxito. Era una cuestión de miedo a perder eso. Pero sí que llegó un momento en el que tenía claro que no iba a dejar que el dinero me generase esa ansiedad. Me pueden joder por todos lados, pero no voy a dejar que el dinero me convierta en un amargado y en un triste. Realmente, igual lo estaba. También había un poco de responsabilidad con mis hijos, no quería que me vieran todo el puto día amargado con el dinero. Quería que estuviesen bien. Incluso ahora, oyéndotelo decir, creo que no tener ansiedad por el dinero parece hasta frívolo. No soy idiota. Le tengo mucho asco al dinero, la verdad (risas), pero soy consciente de que se necesita para vivir. Pero creo que he sabido protegerme bien de eso. Pero sí, he pasado miedo por dinero.

¿Te has sentido liberado tras escribir el libro?
Pues no, la verdad. Me ha costado mucho, casi dos años, y tengo la sensación de que solo lo iba a poder hacer si lo escribía para mí. Y que si estaba pendiente de otras cosas, no lo iba a terminar nunca. Lo único que me preocupa es la repercusión que pueda tener en la gente a la que quiero. Que se entienda mal, como un ajuste de cuentas. Sobre todo, mi madre. Me da palo. Por lo demás, estoy orgulloso de haberlo escrito. Lo único bueno de hacerse viejo es que empiezas a colocar las cosas en su sitio. Empiezas a quitar de la estantería lo que sobra y a dejar en ella lo que realmente importa.

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