“A veces siento que habría que empezar a quemarlo todo”
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“A veces siento que habría que empezar a quemarlo todo”

Glòria Romero Aloma — 25-08-2025
Fotografía — Marc Ferrer

‘Presto y con Toda la Fuerza’ (Elefant Records, 25) es el primer álbum de Papa Topo tras casi una década. Con un sonido ecléctico pero un mensaje claro y contundente, este disco nos invita a bailar en medio del apocalipsis, mostrando la madurez del proyecto sin perder la esencia divertida y singular de ser un bicho raro.

Hablamos con Adrià Arbona, frontman de la banda mallorquina, quien nos guía por las capas de su disco más personal y contundente hasta la fecha.

Me dijiste que el álbum se llamaría ‘Tormenta de verano’ y que saldría el año pasado, pero al final ni una cosa ni la otra. ¿A qué se vino el cambio?
Bueno, terminé el disco, lo escuché acabado y me pareció que ‘Tormenta de Verano’ se quedaba muy corto. No terminaba de reflejar lo que realmente se explica. Estuve hablando con Javi, mi novio, y él también me dijo que no acababa de encajar. De hecho, fue él quién me propuso el título definitivo. ‘Presto y con Toda la Fuerza’ está sacado del último movimiento de una obra del compositor Joseph Haydn llamada ‘Las siete últimas palabras de Cristo en la cruz’. Pensé que tenía mucho sentido por varios motivos. Por un lado, todo ese universo de la música clásica, claro. Pero también por el rollo apocalíptico, esa sensación de fin del mundo.

La producción del disco es extremadamente detallista. ¿Cuál ha sido tu proceso a la hora de orquestar, producir y mezclar todo este material?
Desde el principio tenía claro que quería un disco lleno de contrastes. Me flipa mezclar cosas que a priori no pegan nada, y jugar con eso, sorprender a la gente. También con las letras hago lo mismo: mezclar estilos, escribir como en un español antiguo, como de principios de siglo… Me gusta combinar cosas que chocan entre sí.

A mí también me evocaba a música franquista, no sé si también era la intención, para contrastar con el mensaje tan políticamente contundente.
En realidad no es música franquista, para nada. Todo lo contrario. ‘Emasculación, La Solución’ surgió porque me obsesioné con Álvaro Retana, un autor de los años 20: novelista, compositor de cuplés, abiertamente maricón, con un humor muy sexual, provocador y feminista para su época. Hablaba de prostitución, sexo, liberación femenina… Temas muy adelantados a su tiempo. Aunque había desigualdades brutales, en los 20 también existía una libertad enorme que desapareció con el franquismo. Me fascinó ese espíritu y quise hacer una canción en ese estilo, pero con un tema que pudiera cantar hoy.

"Nosotros mezclamos sin problema. Es parte de la estética actual: se han roto muchas barreras y todo está más fusionado, más resignificado"

Ya lo hablamos en la entrevista que te hice el año pasado, pero ¿cómo entiendes el papel político del arte hoy en día? ¿Cuál ha sido el mensaje más importante que querías transmitir?
No sé si hay un mensaje principal como tal. En general, creo que hay una intención clara de salirse de lo establecido, de romper con la norma, y de tener orgullo por ser un bicho raro, básicamente. Pero también, al mismo tiempo, no es un disco optimista. Más bien todo lo contrario. Es bastante pesimista, se queja de estar en un mundo violento, lleno de conflictos. Algunos a gran escala —como el machismo, la homofobia, todo eso— y otros más personales, más íntimos, como estar atrapado en una relación tóxica. O como trata ‘Frágil’, que va sobre la presión de los números, de las métricas.

También me dijiste en su momento que la canción ‘Por España’ fue un poco el inicio de todo este camino. ¿De qué manera conecta con ‘Presto y con Toda la Fuerza’?
Yo siempre he sido muy tímido, y al principio hablaba de lo que me preocupaba usando metáforas que muchas veces la gente no entendía o tomaba a la ligera. ‘Por España’ fue la primera vez que decidí hablar claro: sobre la extrema derecha, sobre el auge del fascismo, con humor pero sin rodeos. Quería que el mensaje fuera directo, una defensa explícita del antifascismo. Y eso me liberó. Fue un punto de inflexión, y en parte se lo debo a Samantha Hudson. Si la hubiera cantado yo solo, quizá me habría censurado un poco, pero ella es muy valiente y eso me empujó a soltarme. Me di cuenta de que esto me representaba mucho más que lo que hacía antes. Creo que hacer música porque sí está bien, claro. Pero hacer un disco cuesta mucha pasta, mucho esfuerzo, mucho tiempo… Y ya que te vas a gastar todo ese dinero, pues que sirva para algo.

¿Crees que este álbum es como una reinvención de Papa Popo?
Sí, yo creo que sí. Es como una evolución. Como si nos hubiéramos hecho adultos, supongo.
Llevamos casi 20 años como grupo... Y creo que está bien que sea así. Si siguiéramos haciendo canciones de ositos panda y helados y no sé qué, seguiríamos hablando desde ese yo del pasado. Pero bueno, incluso siendo más adultos, sigue siendo divertido, sigue siendo pop, sigue siendo bailable y todo eso.

Hay un contraste muy fuerte entre letras que hablan de abusos, desesperación o soledad, y un ritmo electrónico de club, casi festivo. ¿Es una forma de canalizar la rabia o la tristeza colectiva hacia la euforia?
Sí, es un poco eso, convertir lo malo en algo asumible, en lo único que nos queda. Fue bastante intencionado, aunque se puede interpretar de muchas formas. Pero la base es esa: convertir toda la mierda, todo ese dolor, en algo divertido. Que aunque la vida siga siendo dura, también tenga su parte lúdica.

El disco usa muchas referencias religiosas —desde el título hasta canciones como ‘Crist de la Sang’—. ¿Fue por una cuestión estética o hay algo más detrás?
Bueno, creo que es un álbum, para bien y para mal, muy español. Muy de aquí.
Y ojo, que yo no soy nada españolista. Me río mucho de España, me parece un país loquísimo, pero no me siento orgulloso de ser español. Aun así, me fascina. Sobre todo por el folclore... Tenemos una carga católica muy fuerte, y a nivel de iconografía, eso nos atraviesa por completo. Además, casa muy bien lo religioso con lo carnal, con lo sexual.

Hablando de ‘Crist de la Sang’, que es la única canción en catalán, ¿por qué esta, específicamente, te salió hacerla así?
Porque es una de las canciones más íntimas del disco. Habla de algo que no me enorgullece: esa sensación de, a veces, encontrar cierto placer en dar lástima. De sentirte cuidado solo cuando te pasa algo malo. La canción narra algo real: tuve un accidente de bici en un momento muy duro, y de pronto todo el mundo vino a verme, a abrazarme. Y yo, con la cara destrozada, me sentí feliz por recibir ese afecto. Luego lo pensé con distancia y entendí que es algo más común de lo que parece: muchas veces usamos el sufrimiento y la desgracia como formas de conseguir amor. Como era una canción tan vulnerable, me salió hacerla en catalán. Me protegía, pero también mostraba capas muy profundas de quién soy yo.

‘Nunca digo no’ es otra canción especialmente desgarradora. Tiene un ritmo fuerte, pero la letra da ganas de llorar...
Mucha gente que no me esperaba para nada, que yo veía como súper fría y calculadora, me han escrito diciendo que la canción les ha tocado muchísimo. Dentro del colectivo LGTBI, sobre todo entre hombres, también la ruptura del consentimiento es algo muy flagrante. Porque se da por hecho que todos los hombres somos promiscuos, que todo el mundo está dispuesto a todo siempre. Dentro del colectivo gay —que es una palabra que no me gusta, no me identifico con ella, pero bueno—, creo que hay muchísimo trabajo por hacer. Porque se normalizan un montón de abusos, que no se cuestionan. De hecho, a mí me pasó con una persona que abusaba de mí, y que negaba ser gay. Le pregunté por qué solo tocaba a hombres, si no era gay. Y me respondió: “Porque si toco a mujeres, me llamarían violador”. O sea, que si lo haces con tíos, es colegueo, es broma, no pasa nada... Esta canción va un poco para esa persona, pero también para muchas otras.

"No somos influencers, no somos “los que lo petan”, y eso tiene un precio, pero también nos quita presión"

Porque no solo habla del ámbito sexual, ¿verdad?
No, también del laboral, de lo social... Es una canción que hice para hablar de la dificultad que yo he tenido siempre para decir que no de forma clara. Muchas veces, por mil motivos, he acabado diciendo que sí a cosas que en realidad no quería hacer. Y claro, lo más evidente es el terreno sexual, porque es lo que más se está cuestionando ahora —el consentimiento, la libertad sexual, etc.—. Pero en realidad, en muchísimos otros ámbitos pasa lo mismo: acabamos haciendo cosas que no queremos por presión económica, social o lo que sea.

En ‘Ven a mis brazos’, la idea del amor como escudo contra el mundo distópico es muy poderosa. ¿Sigues confiando en él como fuerza salvadora?
En el fondo es como “ven a mis brazos” pero porque todo se va a la mierda. Que vale, sí, que entre nosotros nos podemos querer y tal, pero igualmente hay momentos en los que eso no basta, ¿sabes? A veces siento que habría que empezar a quemarlo todo. Quiero decir, no es que el amor lo salve todo. Es más bien eso de: “Nos despedimos ahora que todo se acaba”. Nos abrazamos y nos queremos, que es lo único que podemos hacer, pero no es que eso nos vaya a salvar realmente.

Referencias a Schönberg, Haydn o la música barroca conviven con influencias como Charli XCX. ¿Cuál es el hilo conductor sonoro entre todas esas influencias?
Yo crecí con MP3. Desde niño descargaba música, y eso marcó mucho a mi generación. Internet nos permitió escuchar de todo, y creo que por eso somos más eclécticos. A diferencia de la gente con la que empecé a hacer música, que era mayor y más purista, muy centrada en un solo género. Escuchaban indie pop de los 90, o shoegaze de los 80, o techno; la cuestión es que se especializaban en uno solo, porque claro, el dinero es limitado, te puedes comprar unos discos concretos, ¿sabes? Nosotros mezclamos sin problema. Es parte de la estética actual: se han roto muchas barreras y todo está más fusionado, más resignificado. Estudiar composición me metió en la música clásica, el jazz y otras músicas más alejadas del pop, y todo eso me dio una mirada amplia. Uso los géneros como si fueran colores a la hora de pintar un cuadro: si quiero una vibra concreta, tomo elementos de distintos estilos. Por ejemplo, en “Dinero rosa” uso modulaciones de voz como guiño al hyperpop, medio en broma, medio en serio. Todo convive y se transforma.

También habéis incluido piezas instrumentales que funcionan como pequeños respiros dentro del disco, como ‘Zarabanda’, ‘Ricercare’ o ‘Pavana’. ¿Era esa la intención o también tienen un significado conceptual dentro de la obra? ¿Crees que una pieza instrumental puede decir tanto o más que una con letra?
Creo que ayudan mucho porque el disco está muy pensado para escucharse de principio a fin, todo seguido. Proporcionan una pausa y se agradece bastante. Por ejemplo, antes y después de ‘Nunca Digo No’ está muy bien, dan ese respiro necesario a la intensidad del tema. También dan mucha unidad al disco, guían de una canción a otra. No están ahí porque sí, no son aleatorias. Tienen un sentido y a nivel musical tienen una unidad. Y sí, creo que pueden trascender igual o más que los temas con letra. De hecho, algunas de mis favoritas del disco son instrumentales.

"Es una carga muy pesada, eso de estar siempre defendiendo esa masculinidad tan potente"

Volviendo con ‘Emasculación, La Solución’, que la has mencionado al principio, también es una de las más contundentes. ¿Qué reacción esperas que provoque?
Pues es una canción que hombres heteros que la han escuchado me han dicho que les encanta, que les hace pensar, que les parece súper divertida y que les remueve bastante. Eso, básicamente, era lo que buscábamos. Que se vea que es un horror para nuestra sociedad que todo se sostenga sobre la masculinidad tóxica. Porque nos atraviesa a todos y nos destroza. No solo a las mujeres, que obviamente son las más perjudicadas. Pero también los maricones estamos muy perjudicados por el machismo, incluso los propios hombres heteros entre ellos. Creo que es una carga muy pesada, eso de estar siempre defendiendo esa masculinidad tan potente. Y no debe ser una lucha solo del feminismo, sino que debería ser algo general; erradicar esa mierda que es la masculinidad hegemónica.

En cuanto a colaboraciones solo hay una, pero bien potente: Juliana Gattas en ‘Me voy a desenamorar de ti’. ¿Cómo sucedió?
Como cantante de Miranda!, ella es súper mítica en Argentina. Pero aunque sea una superestrella, es todo lo contrario a lo que uno se imagina. Es súper cercana, muy conectada con el underground de su ciudad. Fue cuando salió el anterior disco, que me dijo: “Estoy en un avión escuchando Ópalo Negro, estoy obsesionada con tu álbum, me encanta”. ‘Me Voy a Desenamorar De Ti’ en realidad la íbamos a hacer con Jeanette, pero nos dijo que no, que le parecía muy intensa, que no tenía nada que ver con ella. Así que se la pasamos a Juliana, y ella dijo que se sentía súper identificada con la letra, que le gustaba mucho, que le encantaba la música. Y justo tenía que venir a Madrid por algo, así que coincidió. Encima ella se prestó para hacer el videoclip, vino a Barcelona a grabarlo y todo. Es la diva menos diva que hemos conocido nunca.

La portada es una obra pictórica de Rafael Rojas. ¿Qué representa visualmente para ti? ¿Hay alguna simbología oculta?
Rafa es un amigo mío que pinta, me gusta mucho lo que hace y le encargamos la portada. Yo ya tenía una idea más o menos de lo que quería que fuera y se la comenté. Le expliqué lo que tenía en mente y coincidimos completamente. Supongo que también porque él ya suele pintar ese tipo de escenas. Pero sí, me lo imaginaba como una especie de ‘Jardín de las Delicias’, donde apareciesen todos los elementos que están en el disco, todas las temáticas, como repartidas en diferentes zonas del cuadro y rodeadas por todo ese universo del álbum.

Después de un disco tan completo y complejo, ¿te planteas volver a hacer un álbum más ligero o crees que seguirás este camino más intenso y politizado?
Pues no lo sé. Este disco me ha costado tanto que ahora mismo pienso: “¿Y ahora qué hago?”. Tiene una entidad tan marcada que creo que merece vivir por sí mismo. Como mínimo, voy a dejar que respire un año antes de pensar en el siguiente. Eso sí, no quiero tardar ocho años otra vez… También estoy orgulloso de haber llegado hasta aquí. Durante mucho tiempo me culpé por no haber aprovechado más el momento de “Oso Panda”, cuando Papa Topo se volvió viral. Me sentía mal por no haber sacado un disco en ese entonces. Pero justo hace poco lo hablaba con mi psicólogo, y me dijo: “Tenías 16 años, ¿qué ibas a hacer?”. Y es verdad: solo pensaba en salir de fiesta, irme a estudiar a Barcelona, vivir cosas. No estaba pensando en cómo construir una carrera.
Y aunque he ido más lento que otros artistas de mi generación —como Los Punsetes, que ahora están muy arriba— también me enorgullece haber hecho las cosas a mi manera. No vivir de esto es una mierda, claro que me encantaría ganar dinero haciendo canciones. Pero también me da libertad: no estoy pendiente de los números, del algoritmo, de gustar. No somos influencers, no somos “los que lo petan”, y eso tiene un precio, pero también nos quita presión. Ya no dependemos de ese ritmo.

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