“Me gustaría malvivir de esto. Ganar 600 euros sin salir mucho de casa”
Entrevistas / La Estrella De David

“Me gustaría malvivir de esto. Ganar 600 euros sin salir mucho de casa”

José Carlos Peña — 18-10-2018
Fotografía — Archivo

David Rodríguez remata la que puede entenderse como una trilogía única del costumbrismo romántico ibérico con Consagración (Sonido Muchacho/Terranova/Hi Jauh USB, 18), donde sigue a vueltas con ese tierno y desaliñado sarcasmo de andar por casa, que dice tanto con tan poco.

Si el arte es una mirada sobre la vida, La Estrella de David es de los proyectos más personales que tenemos. Hemos quedado para hablar con su artífice en un bar de toda la vida del viejo Madrid. Los camareros le saludan con cariño. “¿Ah, pero habías quedado con David?”. Debe hacerse querer porque no hay pose en la inseguridad patológica que cultiva. Falta de certezas de la mano de la lucidez, claro. Grabado por él mismo y mezclado por Sergio Pérez (La Bien Querida, Svper), Consagración suena más moderno y pulido que sus dos discos anteriores, pero con las letras David va un paso más allá en su iconoclasta tarea de demolición del ego propio y ajeno.


El primer disco lo publicó El Ejército Rojo en 2007 (fue reeditado hace dos años por Sonido Costa Verde). El segundo, Maracaibo (Canadá) en 2011. Éste llega siete años después. ¿Cómo planteas la dinámica de tus discos? ¿Hay alguna razón de que haya pasado este tiempo?
No. Como no estoy metido en la “rueda industrial” de vivir de este grupo, los saco un poco cuando me lo pide el cuerpo. Sí que es verdad que cuando te pones a hacer un disco, te das cuenta de lo guay que es -aunque luego sea una mierda-. Te flipas. Pero si no estás en esa rueda industrial, para hacer un disco tienen que darse una serie de circunstancias que no controlas mucho: que te apetezca, que tengas cosas que contar, al menos si eres un “cantautor”. La razón de que salga ahora y no antes es, igual, ésa. Tengo la sensación de que tenía más cosas que contar. Mis cositas, vamos. 

¿Crees que se puede hablar de una especie de trilogía, con los otros dos?
Bueno, porque tengo tres… No lo sé. Sí (se ríe). Pero me gustaría hacer más discos, y no creo que éste vaya a cerrar nada, o abrir algo nuevo de lo que he hecho antes, porque más o menos toco todos los palos malamente. No lo sé. Si hago otro, no creo que vaya a ser una ruptura.

¿Tuvo que ver la reedición del primero en 2016 con que te pusieras con éste?
No. Me he encontrado con varias canciones que he hecho en este tiempo, tuve un proyecto para sacar un single de dos canciones (una de las que salen en éste), después llegó otra más y al final me encontré con un disco. Tampoco es que lo haya buscado.

“A mí no me valida nadie, me valido yo, y me hago muchas preguntas: ¿Para qué estoy haciendo esto con los noventa años que tengo?”

¿Querías conseguir esta vez algo específico en cuanto al sonido, que sonara más redondo?
No, el sonido también me lo he encontrado. Los otros dos no sonaban tan bien, eran más cutres porque eran más deslavazados. Igual yo dominaba menos las técnicas del Pro Tools y ese tipo de cosas. Grababa las baterías en el local de ensayo…todo era más desordenado. En éste, hemos grabado la batería en un estudio, y parece que todo suena mucho más pro. Pero, al final, no buscaba nada concreto, me encontrado haciendo esto.

¿Has grabado tú todos los instrumentos?
Salvo la batería, aunque hay bastantes colaboraciones. Muchachito toca una guitarra y hay mucha gente más. Hay bajos que los tocan varias personas… pero, más o menos, lo voy haciendo yo todo. Todo lo que puedo, vamos. Y ahora, el invento del MIDI, que es un invento de hace treinta años que yo he descubierto hace seis meses, te facilita mucho el trabajo.

En un proyecto tan tuyo, ¿te cuesta involucrar a otras personas para que toquen tus canciones?
No, al revés. Le di vueltas mucho tiempo al disco, pero hasta que no le enseñé las canciones a otra gente para que tocaran encima, no me di cuenta de que podían crecer, de que tenían cierto potencial. Lo agradezco. Me da vergüenza la otra parte del proceso: la exposición ésta de enseñar las canciones en público. Luego, lo haces, das los conciertos, pero esa sensación de estar haciendo el subnormal es lo que me da más cosita.

“Tengo muy poco sentido del espectáculo”

¿Por pudor, por vergüenza, porque te expones mucho con tus letras?
Por el paripé en general que supone. Tengo muy poco sentido del espectáculo. Todas esas cosas me ponen un poco nervioso. Me parece un poco… y claro, verme ahí dando el “espectáculo” (entre comillas) para cuatro chalados como yo, me hace preguntarme quién soy, de dónde vengo y a dónde voy. Nos pasará a todos, supongo. Además, no tengo el feedback ése del público de Izal o incluso La Bien Querida y cosas así, que te valida. A mí no me valida nadie, me valido yo, como todos los grupos, en realidad, pero yo me hago muchas preguntas: "¿Para qué estoy haciendo esto con los noventa años que tengo?". Por otro lado, esta pregunta se contrarresta con la satisfacción que da hacer un disco y decir: “Mira, yo también soy capaz”. Esa sensación también es reconfortante. Así que está uno ahí luchando entre estas dos tensiones, y llevándolo como puede.

Esa inseguridad puede leerse como un planteamiento honesto o valiente. No caer en el auto-engaño fatuo en que suele incurrir demasiada gente de este mundillo, ¿no?
(David emite una especie de gruñido) No sé si es valiente, ¿eh? Es que no puedo evitarlo. Hay cierta cobardía en esta actitud. Si fuera valiente, no sacaría el disco planteándome este tipo de cosas. Haría las canciones y ya está. No sé, no sé. Desde luego, por otro lado, quieres gustar. Necesitamos el apego, ese tipo de cosas. Es una lucha, como todo.

El directo ya veo que no lo llevas bien. Pero, ¿en qué medida disfrutas del proceso de grabar?
Disfruto cuando termino una canción y digo: “Coño, no está mal, he hecho una canción que está bien”. Siempre estás temiendo no ser capaz, y de repente compones una canción con cara y ojos. Disfrutas el momento éste de delirio, te fumas un porro para fliparte, la letra no te da rabia… eso sí lo disfruto. Es la parte que más disfruto. Luego viene la otra parte, las entrevistas y demás. Tampoco hago muchas, porque no me llaman. Y, además, siempre estoy pensando qué voy a decir… (risas).

Desde el título (que puede interpretarse de varias formas) a la portada (David sacando la basura de un bloque) y el single, lo que caracteriza tus canciones, según yo lo veo, es cierto sarcasmo respecto a la vida. Llámalo lucidez o un realismo descarnado, como en la canción que abre el disco, pero con humor, claro. Aunque sea mortificarse un poco, muchos nos podemos identificar con esa mirada.
Sí, la idea del título era que se interpretara de formas diferentes. Son un poco lágrimas de cocodrilo, no sé si sarcasmo, puede que sí. Yo, la verdad es que veo el mundo así (risas). Siempre estoy hablando en serio, lo cual es un problema. A veces meto alguna chanza, es evidente, pero en general hablo en serio y la peña piensa que estoy de cachondeo (risas). Es verdad que ese humor puede ser como el clavo ardiendo al que te tienes que agarrar. Igual ese clavo es el humor, no lo sé. Pero hablar, hablo siempre en serio.

En el single, Noches de blanco Satán el narrador es el típico romántico que quiere hablar con una chica en un bar, y cuando le sucede, no sabe qué hacer y ¡se larga! Me parece que hay mucha lucidez ahí.
Es una situación típicamente masculina. Supongo que se habrán hecho canciones hablando de esa situación de otras maneras. Es muy raro que una chica te entre en un bar, y me pasó una vez: la canción va de eso. Son cosas que te pasan. Pero también le canto al amor y digo: “Te quiero”. Aunque sí que es verdad que después, siempre hay un “pero” (risas).

Es verdad que hablas mucho del amor, pero hay momentos sorprendentes como “La canción protesta”, que destaca primero por la instrumentación, una especie de funk desatado. Hay mucho protagonismo del bajo en este disco. ¿Lo buscaste?
Esa canción es una chaladura: el bajo de los Chemical Brothers con Las Grecas. Lo del bajo, sí. Yo me he criado con Joy Division. Independientemente de Ian Curtis, yo era más fan de la guitarra, el bajo y la batería, que hacían cosas súper guays y muy sencillas. Le doy mucha importancia al bajo porque siempre he sido fan de Joy Division y cosas así. Y las letras de ésta y de Consagración no son mías, son de Luis Troquel. Ya hice con él Vejaciones en la costa, que está en el primer disco. Quería que me hiciera algunas letra, y me ésta me hizo mucha gracia (se ríe). Es una idea que ya tenía él, y lo hablamos.

“El primer disco pasó desapercibido, el segundo también, y éste, no sé. Supongo que también”

Está bien ir a contracorriente…
Bueno, es que Luis es así un poco. Hace un par de años hizo una canción buenísima con Soleá Morente que se llama Suelo español, que ha tenido muy poca repercusión. Conmigo incluso puede ir un poco más allá, porque como yo soy más de minorías, te puede colar este tipo de “productos”. Yo firmo lo que plantea la canción, porque estas situaciones pasan. El cantante podría ser yo. Porque no he tenido éxito, pero si lo tuviera, no dudo de que me cabrearía si me pusieran en un hotel de… tres estrellas. Seguro.

Al principio de otro tema se te escucha al principio diciendo: “Isabel San Sebastián” y otros nombres de tertulianos. ¿Qué es eso?
Eso son chifladuras, sí. No sé, esta canción salió de un tirón y la gente igual la toma como si estuviera delirando…lo dije yo y se quedó porque me hacía gracia, descoloca un poco. Son chistes y salidas de tono que no vienen a cuento, pero a mí me hacen gracia.

En cuanto a la música, veo que sigues apostando por cierta libertad estilística. Un poco de flamenco por ahí, un poco de latino por allá…
Ya empiezo a repetirme con el flamenco. Hago lo que puedo. Pero sí es verdad que en casa, yo solo, me es más fácil desmarcarme, probar sonidos nuevos. En un grupo hay un corsé, que es cómo toca el batería, cómo toca el guitarra y cómo toca el bajo. Tienes un sonido y es más difícil salirse de cierta dinámica. Haciéndolo tú solo es un poco más fácil, yo creo.

Pero, ¿intentas salirte constantemente o evitar lo que has venido haciendo antes?
No, porque no escucho mucha música de otros. Varias canciones salen de lo que me ha gustado siempre, de lo mismo de antes: el kraut-rock, no sé. Había que una que era como una sintonía de telediario y acabó siendo una canción. A veces me salen cosas probando un cacharro. Así te las vas encontrando a las canciones. Igual debería ponerme ya a buscarlas en lugar de encontrármelas, pero aún no me he visto en esa tesitura. Ponerme con la guitarra, componer…en lugar de eso, me las encuentro.

Con las letras vas quizá más lejos que nunca. En Amor sin fin te atreves a decir: “He creado un personaje tan flojito que tendré que irme de Madrid”.
Sí (risas). Joer, es que no tengo certezas de nada, de lo único de lo que puedo hablar es de mí mismo. No soy capaz de pontificar ni hacia un lado ni hacia el otro, estoy lleno de dudas. Ya sé que es triste, que puede ser un ejercicio de chupapollismo de cantautor, pero es que no sé hacer otra cosa que hablar de mí. A veces, cuando hago canciones con otra gente, sí que me proyecto, pero con lo mío, con mis canciones, me cuesta proyectarme, hacer canciones que no hablen de mis chorradas, no sé.

“Veo la música mucho mejor que hace diez años. El indie pop se estiró demasiado”

¿Se pontifica demasiado en la música de ahora?
No, “pontificar” es un término algo peyorativo. No, creo que la gente tiene las cosas más claras que yo (risas). Vamos a darle la vuelta y verlo positivamente. Mejor para ellos, en el fondo. Yo tengo muchas dudas. ¿Tiro para aquí, tiro para allá? Hay gente que da vergüenza ajena, y gente que no. Albert Pla es la polla y pontifica. Hay gente que lo hace bien. A Eskorbuto también me los creía. Todo depende de la credibilidad que le dé el colega a lo que dice. Y luego, que las letras no tengan demasiados adjetivos es importante. Si las letras con mensaje se cargan de adjetivos, el mensaje pierde fuerza. Lo pensaba el otro día. Son chorradas que pienso.

Sin embargo, termina el disco y me queda un regusto positivo, optimista. ¿La edad te ayuda a relativizarlo todo, a no dramatizar en exceso?
Sí, lo quise hacer así. Lo pensé en cuanto al concepto. Dejarlo un poco amargo, pero al mismo tiempo, relativizar. Todos tenemos lo nuestro, ése podría ser el resumen, en general. El disco gira en torno a eso.

Tendrás que presentarlo, pero antes ya me adelantabas que no tienes una relación muy fácil con el directo. ¿Te cuesta?
Me cuesta, sí. No me da corte, aunque hay días en que lo paso fatal. Pero, por regla general, no me da corte. El problema es que siempre me pregunto qué hago ahí. Si hay mucha gente pendiente, sí me da corte, pero eso no me suele pasar mucho. Me ha pasado muy poco. Suelo tocar para grupos pequeños, de telonero. Son situaciones más cómodas.

Tampoco es que te prodigues mucho en los escenarios, la verdad.
No me prodigo porque ni me llaman ni sé si estaría cómodo. Cuando intento meter el pie en la rueda ésta industrial de la que te hablaba, no me llaman ni encajo. En realidad, no sé si encajaría, porque no me lo puedo ni plantear. Yo, cuando hago las canciones, pienso que lo que hago es muy normal, pero después, cuando salgo y tomo otra perspectiva y la gente me mira con otros ojos, me doy cuenta de que lo mío es muy friqui. Tengo que tener los pies en el suelo. Esto puede llegar a cierta gente, hay gente para todo, pero no puedo plantearme vivir de ello. Y el directo nunca me lo he tomado muy en serio, la verdad, con La Estrella. Era como una celebración de la amistad, más que nada. Ahora, la banda siguen siendo amigos -los mismos de La Bienque-, pero son como pros y todo suena mejor que nunca. Aún así, esta mañana, con lo bien que sonaba, me estaba haciendo las mismas preguntas: “¿Para qué lo hago?” Vamos a ver a dónde nos lleva esto. Nos llamaron del BAM y como hay un poco de caché, aprovecho para pagarles un poco a los músicos, y así ya tengo el grupo montado. Mi idea es dar más conciertos, pero mover a cinco personas es complicado. Anticipando que no creo que el disco tenga la repercusión suficiente. Luego, tengo otra idea mucho más cutre, que es lo que hice en El Sol con Sierra: yo solo con las bases. Eso, igual en Madrid o Barcelona da el pego, porque somos los más modernos, pero irme a Murcia así…igual también, pero…

“Todos tenemos lo nuestro. El disco gira en torno a esa idea”

¿No hizo algo parecido John Maus en Madrid y se montó un pollo?
John Maus cantaba encima del disco, que ya es de campeón total. Me parece la puta polla, aunque dicen que luego se arrepintió. Más que lo de Maus, es lo que hacen los traperos pero sin el autotune, que es peor (se descojona).

De todas formas, dices que es imposible que vivas del grupo, pero tú estás metido en la industria como productor.
Ése es el conflicto que tengo, porque, por otro lado, quiero intentar malvivir de este grupo. Me gustaría. Vivir no, pero malvivir sí me lo planteo.

Una curiosidad al respecto: ¿Cómo ves la música a tu alrededor?
No escucho mucha música. El pop es una cosa de consumo joven, hasta los 30 o los 35. Luego, hay gente que seguimos en ello, pero yo estoy un poco alejado. Me llegan muchas cosas del trap y hay algunas que me flipan. Es como lo que hablábamos de los cantautores: hay cosas que te las crees, o te las tragas, y otras que no. Yo la verdad es que veo la música mucho mejor que hace diez años. El indie se ha estirado muchísimo. Empezó en el 93, y ¿qué ha llegado, hasta el 2015? ¿22 años con el indie pop? Y ahora, este tipo de lenguaje nuevo me parece de puta madre, y no tengo que entenderlo, porque no me cantan a mí. No tiene que gustarme. Me parece lógico y normal. Yung Beef me parece genial y hay cosas de Pimp Flaco que me molan mucho. Lo que me llega, ¿eh?, que no lo busco yo, aunque sí me pongo los discos de Yung Beef porque me gusta mucho. Entre 2005 y 2010 hubo una nueva oleada de grupos, Tarántula, Manos de Topo, que renovaron un poco la cosa, porque el indie ha durado demasiado como concepto, como sonido y como todo. Hace falta que se hagan otras cosas.

Y a estas alturas, ¿qué puedes esperar de esto?
No lo sé. Me gustaría que esto me empujara, que fuera capaz de hacer otro disco dentro de unos años, de estar entretenido con la misma película. Meterme a hacer un disco me entretiene mucho, malvivir de esto estaría bien. Ganarme 600 euros sin necesidad de moverme mucho de casa (risas). Es lo que puedo esperar. Y luego, no sé, que me tomen un poco en serio.

Pero la prensa te ha tratado bien. El primer disco tuvo cierta repercusión, yo recuerdo leer alguna crítica buena (es verdad que también las hubo nefastas). ¿Te desencantaste porque no se le dio la atención que esperabas?
Los dos fueron totalmente ignorados. El primero me dio un poco de bajón por las expectativas. Pero…me tienen más visto que el tebeo. Soy David, de un grupo instrumental de los noventa que salía en el Rockdelux semana sí y semana no (Beef). Una persona que nunca ha triunfado. La gente está hasta los cojones de mí, y es normal que haya cierto hartazgo. Como periodista, me daría hasta cierta pereza enfrentarme al nuevo disco de alguien así. Yo entiendo esa actitud y no me entristece. Todo eso pasó y entiendo por qué. El primer disco pasó desapercibido, el segundo también, y éste, no sé si lo será. Supongo que también. Pero, bueno, esto es en el fondo lo que más me entretiene, delirar un poco. Que te masajeen el ego y te hagan “casito” también mola. Si esto me lleva a poder hacer otro disco dentro de dos años, significaría que mi cabeza está mejor de lo mío.

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